He sido demasiado inocente, demasiado a la hora de elegir, a la hora de sentir algo hacía alguien, y no sé si es porque me dejo llevar por mi corazón o porque no sé pensar las cosas con claridad, en los últimos días me decidí pasar un tiempo en la biblioteca y alejarme un poco de los cáfes y bares. No muchas mujeres acuden a la biblioteca y las que lo hacen no estan demasiado interesadas en obtener una salida con alguien.
Estuve hartas horas leyendo, devorándome a H.P. Lovecraft algo de Carlos Monsiváis y de Augusto Monterroso, mis ojos se cansaron un poco y me acerqué a donde se encontraban unos grandes ventanales, despeje las persianas un poco y de repente ella apareció, sentada en una mesa de madera sosteniendo un libro, me parecía que era El Coronel no tiene quién le escriba de Gabriel García Márquez; se me quedó viendo con esos ojos amplios y cafes, su pelo era algo chinito así que se le hacían unos simpáticos rizos alrededor de su rostro, y yo en este tiempo viéndola sin decir nada de seguro ha de estar pensado que hago aquí mirándola sin decir nada. Balbuceé antes de poder decirle algo.
- ¿Has llegado a la parte en que el coronel y su esposa no tienen nada para comer, pero él siempre mantiene viva la esperanza de una solución?
- Sí.
- ¿No crees que es una historia que deja mucha desazón?
- No creo, durante mi vida me he compaginado con cosas parecidas y parece mejor encontrarse con cuentos que con realidades, aunque bien dicen que una novela es como la vida que se pasea por un espejo, ¿tú que piensas?
- Los libros solo liberan lo que en la mente del escritor sucede en realidad, y es una realidad que los escritores plasman lo que han vivido y lo que desean vivir, así se trate de ficción.
- ¿No has sentido que a veces pasas los capítulos más negros de una historia y sin querer los revives en la soledad?
- Yo mismo podría contarme como El Coronel si me lo preguntas- El comentario pareció hacerle gracia y decidí volverme un poco más competente, no sé porque pero ella me resultaba interesante, su mirada era lo más atrayente en ella, sus ojos eran dos grandes circulos cafes llenos de inocencia y alegría pero en la esquina inferior de sus párpados se dejaba ver aquellas arruguitas que se hacen despues de haber llorado mucho, era curiosa esa combinación entre alegría y tristeza.
- Pues si me preguntan veo en usted más a un autor que a un personaje, tiene un terrible parecido con Neruda, digo terrible por el pasado que le precede joven.
¿Joven? era bien cierto que a ella la sentía mayor pero no a ese grado, reí un poco al comentario y pronto ella me invitó a caminar al parque, transcurrió toda la tarde entre conversaciones sobre autores y poetas, mi mejor fuerte era la poesía y ya sentía las ganas de componerle los mejores versos pero ella como algunas de las mujeres que conocí en mi vida, ponía una barrera. Pronto oscureció y sus ojos parecieron brillar con más intensidad, la acompañé hasta una gran casa, sus hombros resaltaban con una claridad y una luminescencia bajo la luz de la luna y sus labios me dejaban perplejo, tan rojos y aún así parecían perder color conforme el día avanzaba, ella se acercó a mí, por un momento mi mente se nublo, todo en ella se desvaneció a escepción de esos labios, sus labios cerca de mi oído, sus labios cerca de mis ojos y después no supé de mí.
- Anoche creó que debí haberme quedado dormido rumbo a mi casa es que he estado... - su cara se tornó en sorpresa y respondió interrumpiéndome.
- No te conozco, ¿quién eres?
- Soy Mario me conociste ayer en la biblioteca, creo que eso fue lo que nos faltó, ayer ni siquiera nos presentamos solo pláticamos.
- Cierto tú eras el joven de ayer, soy Gisel.
- Curioso que apenas nos estemos presentando, debes creer que soy algo distraído.
- Un poco, sí
- Soy yo
- Hablamos del Hospital La cuesta, tenemos una paciente que nos presentó este número para llamar, sucede que se desmayó en medio de la acera y presenta un caso grave de anemia, ¿es usted pariente o conoce a los parientes de Gisel?
- No, lo siento.
- Bueno, necesitamos que alguien este aquí con ella.
Colgué y fuí corriendo hacía el hospital, cuando llegué fui conducido hasta su habitación, al entrar un hombre que estaba demasiado cubierto custodiaba la puerta, era muy raro porque sí era su pariente no tenía sentido el haberme llamado a mí, de cualquier manera entré para ver como estaba.
Poca luz entraba por las ventanas cubiertas por cortinas oscuras, ella estaba acostada, se veía más delgada de lo normal, demasiado pálida, toda luz se había esfumado de su rostro, entonces despertó.
- Hola - sonreía débilmente - que bueno que hayas venido.
- Hola, no sabía que te había dado mi número
- Te llamé porque necesito tu ayuda
- ¿Qué sucede?
- ¿Tú me amas? - era tan extraña la pregunta, cómo así respondería algo que ya pensaba decirle en un momento menos crítico y más especial.
- Yo te amo - pronto ya no me sentía dueño de mí sus ojos se ampliaban, me miraba con demasiada profundidad y mis palabras salían regidos por un deseo más que por una idea.
- ¿Darías tu vida por mí?
- Podria dar cada gota de sangre hacía ti con tal de revivirte.
- Con cada momento que pasa pierdo sangre y necesito la tuya para poder vivir- pronto perdió el conocimiento y me hicieron salir del cuarto cuando la maquina dió alerta de un ataque cardíaco. No me dijeron nada más y con el sueño que tenía mejor regresé a mi apartamento.
- En cuanto llegué caí de bruces sobre mi cama y pronto empecé a tener estos extraños sueños, ella sobre mí con su cuerpo lívido y semidesnudo, ella sobre mí mordiendo con sus labios mi cuello y en su grácil cuello unas marcas extrañas y pronto terminó el dolor, cada extremidad la sentí dormida y despues ya no la sentí, entonces pronto sus rojos labios se acercaron a mí y frente a frente me miró por última vez.
- No me dejes ir aún pronuncié con mi voz acabándose conforme ella succionaba todo rastro de vida en mí, nunca me permitiste alabarte con un poema, deja que lo haga en vida porque en muerte no tendran sentido estos versos...
Pronto vino a mi mente el poema 11 de los 20 poemas y una canción desesperada de Neruda, y le dije al oído el pequeño fragmento, yo sabía que ni muerto ella estaría conmigo...
¨Hace una cruz de luto entre mis cejas, huye.
Fragua de metales azules, noches de las calladas luchas,
mi corazón da vueltas como un volante loco.
Niña venida de tan lejos, traída de tan lejos,
a veces fulgurece su mirada debajo del cielo.
Quejumbre, tempestad, remolino de furia,
cruza encima de mi corazón, sin detenerte.
Viento de los sepulcros acarrea, destroza, dispersa tu raíz soñolienta.
Desarraiga los grandes árboles al otro lado de ella.
Pero tú, clara niña, pregunta de humo, espiga.
Era la que iba formando el viento con hojas iluminadas.
Detrás de las montañas nocturnas, blanco lirio de incendio,
ah nada puedo decir! Era hecha de todas las cosas.
Ansiedad que partiste mi pecho a cuchillazos,
es hora de seguir otro camino, donde ella no sonría.¨
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