Afuera los gritos de la lluvia se decantan con la arena de los tejados de noches saturninas de una vieja estructura de concreto con demasiadas almas de grafito y superlativos de poesía descarada, afuera un sueño no es sólo mi sueño, es el sueño de Don Rigoberto cuando observa el reloj de péndulo haciéndose viejo en una casa casi deshabitada y que aunque en pleno embargo se está quedando poco a poco vacío y sin recursos, Don Rigoberto ha decidido por si mismo en las plenas cenizas de agosto, que el recuerdo de aquellas horas junto a Dolores, sólo tuvieron al testigo silencioso y cadencioso del tiempo. El único orador de aquellas horas de luz semi-intensa y gemidos estruendosos de tardes aburridas que no solían avanzar.
Casi me hace pensar en el futuro, en lo poco que duran las carnes saladas, lo breve que parece una entre-mirada perdida en medio de la oscuridad de una sala, lo frío que son los pedazos de cerámica azul índigo en la pared innoble de un baño, la diferencia entre tomarse de las manos de manera dulce y la otra manera, una de complicidad en la que sé yo y sabe quien me acompaña que más adelante no sólo nos tomaremos las manos... nos tomaremos el pelo, el cuello, las "lolas", las espaldas, los oídos, nos morderemos los labios, recorreremos llanuras que ya no son solitarias ni tampoco son áridas cuando se recorren de ríos nuestras lenguas.
Ayer pernoctamos descubriendo sensaciones, descubriendo cosas nimias que no tolero del sexo, cosas simples que también me enloquecen y que a él ni le interesan, sólo me enfada sentir que esto es una repetición, día a día desde hace años, los mismos gemidos, las mismas cruzadas de piernas, las mismas posiciones, esto no se reinventa y es una locura, ¡somos jóvenes!... ¿Qué no se trata de descubrir?... claro las enfermedades, claro los embarazos indeseados, pero fuera de eso y con los debidos cuidados y toda la confianza ¿por qué no existen espacios predilectos?, ¿porque es tan difícil pedir y más aún complicado conseguir?
Pero así son las cosas... el carboncillo gris de las nubes acapara el cielo en su totalidad mientras observo por la ventana, él como siempre se ha quedado dormido, y yo sigo pensando que esto sólo se sostiene por el contacto físico y no existe una chispa más allá que solía encender algo irresistible en mí... porque claro ese tipo de pasiones no nacen en uno sólo, nacen por la sensación de placer de poseer y ser poseídos por otro, de tocar y ser tocados, de una reciprocidad y no de un simple movimiento mecánico repetitivo; ese tipo de fuego que sólo existe en la imaginación y que aún allí se disfruta como si fuera el real. Al recordar tal vez como nos conocimos y como se encendió mi locura por él, en esos tiempos en que aún eramos bastante jóvenes, tal vez ni siquiera mayores de dieciocho, empiezo a sentir que aún lo quiero, pero hace años que no es tan igual, podría ser a diario pero se sentiría como algo de siempre que hasta se vuelve aburrido.
Tal vez nos estamos quedando en ese círculo vicioso, cruel y letal que es la rutina, a una edad muy temprana, en un momento en que muchas posibilidades infinitas con desenlaces cortos podrían extenderse aún más, a esta hora, aquí mismo nos hablábamos de las locuras que habríamos por vivir, de los por siempre y los jamás, de los qués y porqués, de él, de mí y de esa locuaz lejanía que parecía la vida y su acontecer, hoy no sé que es nada de lo que se hablo, nada de lo que se prometió. Si habría de casarme con esta rutina estaría por dar firma a mi propia sentencia, por acallar las risas bobaliconas de esos momentos extraños en que no haces nada y te ríes de eso mismo, de la nada; estaría por enterrar esos divertidos sueños del corazón que imploran por más, una risa más fuerte, una pasión más roja, bailar Twist n shout o con This head i hold, por fingir imitar cantos gregorianos aburridos o poniendo conversaciones inverosímiles y graciosas a conversaciones serias de películas tan viejas como por ejemplo Solylent green; mis ideas vagan respecto a jugar con poesías y canciones que se semejan a nuestros silencios, extraño todo eso.
Ahora no es como si pudiera quitarnos ese halo gris azulado que es el tono que han tomado nuestras separaciones, un día Leonard Cohen, al siguiente Sharon Van Etten, un día Yesterday y otro Aviones, y yo sólo quiero que sonría cuando canto Do you want to know a secret y que se sienta más enamorado aún cuando le susurro Disfruto. De momento sólo me queda su compañía con él a la distancia, me queda mi tristeza callada y salada como el mar muerto, le queda mi compañía y mis ganas de quererlo, pero me estoy marchitando por dentro sin esperanzas de que pueda cambiar.
Sigue dormido, sigue acostado como estrella de mar sobre el colchón, una ligera sabana le cubre la espalda baja, su cabello es un alboroto peor a Van Halen y yo soy un desastre de ideas peor que J. Cole.