Sigues aquí meciendo tu pie derecho de un lado a otro al ritmo de una canción que solo se tararea en tu mente, un pensamiento invencible en este tiempo que te agobia en las soledades, acostada en tu sofá, un televisor mudo con imágenes en movimiento sigue hablándote sobre pasta dental y medicamentos que podrían hacer de tu vida lo que siempre deseaste, eso según los comerciales. Te levantas, rascas con tus uñas esa unión biparietal y molesta, estas desarreglada ¨Debo salir¨ piensas ¨Moriría aquí en mi casa, parece mejor morirse afuera¨, el agua cae gentil sobre tu cuerpo, tu mente no está en ducharte, está en sentirse acumulada en la mente de otro, en sentirte dueña de la memoria de alguien más, la necesidad de ser querida bien y solo así; el agua se ha tornado fría, en tu cuerpo se produce un estremecimiento, señal de que no andas perdida en esos pensamientos, sales con cuidado de no resbalarte, te molesta la idea de morir en el baño por un descuido y un golpe en la cabeza como consecuencia. Secas tu cuerpo sentada al borde de la cama, sigue tendida evidentemente porque te cansaste de dormir en ella sin nadie al lado, por eso te mudaste al sofá. Vestida y arreglada sales de tu casa, evidentemente el sitio en el que más cómoda o incómoda te sentías, caminas con tus manos en los bolsillos de una chaqueta de cuero vieja que te heredaron, te agrada sin embargo porque te recuerda a quien te la dio. Caminas más a través de puestos de comida y locales vacíos, mientras la tarde cae como bote de pintura que entinta de naranja parques y calles, con casas sin ojos, mudas, dentro de las cuales se encuentran personas que no buscan salir. Sigues caminando y pronto ya llegaste a la parte del parque que te gusta más, esa donde está el lago y los patos junto a los gansos, te sientas en la banca que el municipio nunca pinto porque ese lugar era el más lejano y escondido. Te sientas ¨Me gustaría morir aquí si pudiera... pero me mandarán a un hospital¨ firmemente aprietas tu puño, el pulso en tu cabeza empieza a sentirse como palpitación, lo sientes venir, ahí está de nuevo, la pesadez en tus ojos, el bonito atardecer se convierte en luces borrosas y la noche cae sobre tu consciencia, de pronto no sabes nada hasta que escuchas voces de personas, sientes que tus manos se balancean, alguien te carga rodeando sus brazos alrededor de tus hombros y tus muslos, hueles el penetrante olor a cloro, desinfectante, limpiador de pisos y gripe ¨estoy de nuevo en el hospital¨, pasan los días no recibes más visitas desde enero del año pasado, ¨nadie quiere visitar a un muerto¨ atinas a pensar, la gente cuando sabe que alguien morirá la evita a toda costa y está bien, nadie quiere presenciarlo ni siquiera las obesas enfermeras ni los pálidos y arrugados doctores. Miras desde tu camilla a través de la ventana el parque del cual te trajeron, ves el lago y el andar patético de los patos, inmediatamente alguien toca a tu puerta, piensas que es un doctor así que decides volver de un salto a la cama, pero no es un doctor, es un muchacho... se acerca sin decirte nada, solo mirándote, toma tu mano y la besa, sientes su aroma y reconoces que fue él quien te trajo desde el parque cuando te desmayaste, le sonríes poco a poco elevando tus mejillas dulcemente, reacciona de la misma manera.
¨ ¿Por qué te saliste de la casa?, sabes que deberías estar en reposo¨
¨ ¿Acaso necesito que me cuiden?, dices de forma sarcástica pero sin ser sardónica¨
¨Yo diría que sí, y lo mejor es que va a ser por mí¨
¨ ¿Ah sí? y... ¿qué te hace pensar eso?¨- Vio como el perdía el hilo de las palabras y sin pensar en contestar su pregunta inquirió
¨ ¿Necesitas algo?, ¿Te traigo algo de comer?, debes comer, con tu enfermedad solo lo agravarás si dejas de comer¨
¨Quiero un jugo, un té, algo de agua, tengo mucha sed y mucho sueño con este calor y quiero que traigas un libro¨
¨ ¿Dónde lo busco?¨
¨El jugo en la maquinita y creo que el té y el agua en la cafetería¨
¨Hablaba del libro¨
¨Ve a una librería que se encuentra en un callejón de la calle Bridaba, antes de llegar a la Sentor, dile al pequeño hombrecillo al otro lado del mostrador que es para mí, que se lo devolveré en cuanto pueda o en todo caso mi doctor¨
¨No sé tu nombre, ¿Cómo le pediré el libro?¨
¨De parte de Janeth¨
Salió inmediatamente, la verdad solo querías una excusa para deshacerte de él. En cierto modo era queja de tu soledad pero también de un aburrido acompañamiento, o tal vez de un desesperado acompañamiento.
Tomaste tus cosas y te vestiste con tu pantalón de mezclilla que cada vez te quedaba más grande con el tratamiento con carbón activado después de haber tomado pentobarbitol, un depresor del sistema nervioso, tomas tu blusa y tu chaqueta y sales por la puerta de la habitación, pronto te encuentras con él que viene de regreso.
¨Hola¨
¨ ¿A dónde ibas?, traigo todo lo que me pediste¨
¨Fuiste muy rápido, ¿Cómo le hiciste?¨
¨Ya ves¨
Te toma la mano y te acompaña a la salida, te sientes extraña pero el sentir el calor humano de alguien te recuerda que sigues viva, lo cual te motiva pensar que sucederá luego, no moriste en tu casa, ni en el parque y tampoco en el hospital pero sientes que ese pensar recurrente no importa, está contigo y ni siquiera sabes por qué, debe ser un ángel o algo parecido.
¨ ¿Me dirás tu nombre?¨
¨Ángel Roberto, dime Robe¨
¨ ¿Nos hemos conocido antes Robe?, es decir, me has visto, me conoces por alguien o cómo, porque es muy extraño que te preocupes así de una extraña¨
¨Es gracioso¨
¨ ¿Qué es gracioso?¨
¨Que te preocupes de que me preocupe por una extraña y que tu no me conozcas siquiera¨
¨ ¿Planeas que te conozca?¨
¨Te conozco muy bien, así que lo justo es que me conozcas¨
La tarde transcurrió lenta y afable, caminaron juntos, ahora parece que su presencia ya no te incomoda.
Los días pasaban y todo parecía transcurrir tan bien, pero de nuevo surgió tu inseguridad, esa necesidad enfermiza de querer tener problemas en un aburrido paraíso.
¨A veces quisiera morir¨
¨ ¿Por qué?¨
¨No sé, estar esperando que... llegue el fin es estresante¨
¨Yo quisiera que te quedarás¨
¨Eres egoísta¨
¨Tal vez, pero déjame probarte que puedo hacerte feliz¨
¨Soy... bueno intento¨
¨Inténtalo, y si te sigues sintiendo así, no te detendré¨
Pudiste pensar que te amaba poco, pero tus palabras también lo limitaban mucho, lo herían en demasía como para odiarte, pasaron los días y la situación no mejoró, seguías sintiéndote cobarde y vacía, así que fuiste al cajón, debajo de el arrancaste una jeringa que se encontraba atada con cinta adhesiva, contenía 10 ml de pentobarbitol. Preparaste tu brazo colocándote una liga, abriste y cerraste tu puño para hacer resaltar las venas, y apunto de encajar la aguja, acto seguido él abrió la puerta.
¨ ¡¿Qué haces?!¨
¨No me detengas por favor¨
¨No te detendré, veo que estarías mejor en otro lugar, no mereces sufrir esa espera, pero no quiero alejarme de ti, tienes razón tu vida vale muy poco, a nadie le importará que una paciente terminal muera por su propia mano, tal vez es hora de terminar ese sufrimiento¨- tomó una jeringa más que tenías preparada para una segunda inyección de acción más rápida, puesto que le agregaste opioides para acelerar la reacción. Preparó su brazo.
¨No quisiera que lo hicieras¨
¨Yo tampoco quisiera, pero veo que en verdad no puedes seguir, debes morir para descansar y ser feliz, lo haré junto contigo, ¿de acuerdo?¨- Tomó tu brazo, sentiste la aguja penetrar tu piel y posteriormente la sustancia entrando... luces borrosas, la oscuridad, el desvanecimiento, morías mientras tus ojos abiertos lo veían a él con lagrimas, creerías que iría contigo pero descubres que se quita la liga y baja su manga que había remangado tan decididamente unos minutos antes, se levanta, toma tu cuerpo que ya ha dejado de moverse, te recuesta en la cama, unas lagrimas escapan de tus ojos que no pueden creer lo que sucede, lo quieres mirar con odio pero los músculos no se mueven, tu nervio facial está dormido, quieres gritar pero no puedes ni mover tu boca, nunca le interesaste tanto. ¨Es un ángel... piensas mientras tus funciones se apagan... un ángel de la muerte¨
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