Destinatario
Estas son sólo notas de olvido, recibos injustificados, cartas de silencio y telegramas melancólicos que una mujer de vena negra escribió.
viernes, 3 de agosto de 2012
Me da pena
A mi madre:
Me da pena madre, me da pena que siempre me grites, me hables molesta y que me digas que no me estás gritando, que digas "Es que así hablo yo, no te estoy gritando, no estoy enojada" - De lo cual dudo-. Pero me lleva a pensar que pasó bastante tiempo en que todos los que te rodeábamos no te escuchábamos y te frustrabas, o que te callabas tantas cosas y ese silencio ruidoso en tu mente se expresara en tu voz, en todo caso eso si me da pena, porque nadie te escucha, porque nadie te atiende pero tú a todos nos atiendes y aún los que no quieres atender, tus amigos, tus familiares, la familia política, yo.
Madre siento pena y no debo sentirla, no se siente pena de una leona cazadora en la sabana africana, no se siente pena de la dama de la libertad, no de Chavela, es estúpido sentir pena de la fuerza. Pero la siento no por tu fortaleza, sino por mi debilidad. Por que te veo triste, sentada en la banca de un parque queriendo hablar, haciendo conversación y hablando de temas que yo sé que no eran de lo que querías hablar, pero igual hablas de eso para ver si nuestras conversaciones evolucionan de algo más.
No nos llevamos siempre, no nos entendemos siempre, llanamente respondo a tus preguntas. "Bien... Pesado... No quiero", pocas veces te vi quebrarte, la primera cuando mi padre no resultó lo que esperabas, el mortinato de mi hermano o hermana, la defunción de tu madre, el agotamiento físico, mental y emocional que muchas personas te causaban.
Me daba RABIA, rabia contra aquellas que te hacían encerrarte como leona, como una fiera vencida esperando que te abran la reja para devorar y asesinar a alguien. Yo quería ayudarte. Pero me limité a no causarte ningún disgusto que se adviniera de intervenir.
Te admiro, en ocasiones, porque en ocasiones eres muy necia y no entiendes de word, de e-mails, de 4shared o youtube; porque te aferras a conceptos erróneos pero tus conocimientos son mucho más altos que los de otras madres.
Me da pena que estés encerrada aquí adentro y no tengas la oportunidad a esta fecha de hacer lo que siempre quisiste hacer, lo que siempre quisiste ser y que hayas escogido a mi hermano - más a mi hermano- y a mí para cuidarnos. Muchas cosas que quise vivir contigo, no las viví, pero me hicieron diferente de mi hermano que tuvo la oportunidad de estar siempre contigo, me dio la oportunidad de hacer las cosas por mi cuenta, de no importunarte, de evitarte sufrimientos crueles, de evitarte vergüenzas a costa mía, en cambio me dediqué a que dentro de todo esto pudieras enriquecerte de algo, ayudarte a salir, ayudarte a enorgullecerte del tiempo que invertiste, del dinero que gastaste y que en ocasiones me ocultaste muy sabiamente. Me diste la oportunidad de apreciarte más de lo que hacen otros.
Pero me sigue dando pena que no exijas ayuda, y que cuando lo hagas todos seamos unos sordos, unos sacos de papa, y más pena porque me levanto en ocasiones frustrada de que nadie te escuche, y no porque me mandes, no me importa que me mandes, como gobernadora no me importa tu yugo, ni tus castigos, eres buena gobernando, pero los ciudadanos de esta casa en ocasiones se van de extranjeros -no siempre es bueno- y hacen cosas fuera de tu mando y no te escuchan porque se sienten con el absurdo derecho de decir que se agotan cuando no conocen ese significado como tú.
No me importa no tener vacaciones y que en ocasiones me escabulla tomando clases para evitar estar ocupada en esa casa donde no eres feliz, y donde me reflejo y tampoco me veo feliz en ella. Por que eso eres madre, o eso soy yo, o en todo caso me reflejo en ti. Te quiero.
Tal vez la única manera en que te dañe no sea desobedeciéndote, ni fallando en un examen, ni perdiendo el dinero, ni olvidando lo que me encargaste de la tienda, tal vez no te dañe si escojo una pareja que a ti no te agrade, pero he vivido cosas y me doy cuenta de las que podrían destrozarte; que cometa estupideces antes de tiempo, antes de terminar la carrera, que no estudie nada bueno, que crezca, que desaparezca, me pierda, me roben, me lastimen, eso te hiere profundamente.
Me da pena madre y aunque no siempre quiero ayudarte, aunque sea la única que lo haga, y mi hermano apenas comprenda esta idea que quiero exponer, aunque a veces no estoy de humor para hablar contigo, de entenderte, ni tengo paciencia para no sulfurarme cuando atacas mi raciocinio, mi quehacer diario o lo que me gusta, aunque a veces estés enojada y pidas -que no deberías pedir- lo que por derecho debería ser, que te ayuden, me da pena que cargues ese mundo encima. Verás suficiente tiene uno para cargar con su propia vida, y tú, tú cargas con la vida de nosotros tres. Te estamos pidiendo esfuerzos titánicos, te estamos desgastando antes de tiempo, te desconsideramos, ¿por qué?, desagradecidos, malditos.
Te quiero, procuro hacer lo que pueda, ahorrar, evitarte problemas, ir por ti, anteceder por ti, golpear a alguien si es necesario por ti, pero no te gusta la violencia; intento ocultar nuestra vida de aquellos que no quieres que la sepan, intento concientizar a los otros dos, intento embellecerte, obedecerte -aunque eso vaya contra lo que me convenga-, intento caminar por la sombra, estudiar como se debe, lo más difícil para que te enorgullezcas y porque eso te ha servido de mí a lo largo del tiempo; intento beber dos litros de agua pero francamente se me olvida beber cantidades más allá de las que bebo de alcohol, lo que me prohíbes terminantemente; intento comer como se debe, sentarme, los hábitos que se deben, sentarme contigo, intento escucharte, apoyarte aunque eso signifique romper con los lazos familiares de otros, pensar como tú, salir a traerte lo que mandes, ser diferente -aunque me considero igual-.
En una ocasión fui al hospital, tú estabas enferma en cama, no te había visto en días, pero todos -gente que no importaba como familiares, enfermeras y doctores- ya te habían visto varias veces, te habían visitado y ninguno de ellos valía la pena -tontos, son unos tontos que se comprometían a parecer familia, ellos no son familia, eso lo sé, lo sabemos madre- no valían la pena y me di cuenta porque entré y entre tu asco y el vómito, tu enfermedad y tu desaliñado, y todas esas personas que estorbaban en tu habitación y me impedían visitarte, me sonreíste, y me abrazaste y todo lo que necesitabas en ese momento era a mí, verme, saber que estaba bien y sabes, te diré algo curioso, a partir de ese día, mejoraste.
En ocasiones te preocupe tanto, y en ocasiones preferí no preocuparte (las más graves), intenté abrirme a ti, que me conocieras -no digo que no me conozcas, sé que sí, mis hábitos, mi vivir diario, lo que hago, mis logros, mi constitución, mis enfermedades, mis problemas- pero ignoras todo lo que he vivido fuera. El tiempo que estuve sin ti -y fíjate que importante es esto- me machucaron los dedos, me enfermé, me mandaron, me cuidaron sin mucho interés, comí una desagradable ensalada de papa con mostaza o no sé qué, sufrí y la añoranza era añoranza verdadera. Aunque en ocasiones no quiera verte, no mereces eso.
Me da pena que nuestros tiempos se están acabando, que después de que murió tu madre -que presiento quieres en la misma manera que yo te quiero- fue el único tiempo en que estuvimos más unidas y en que nuevamente fuera de tus hermanos y hermanas, de tu familia política y de tu esposo o mi hermano, yo estuve ahí y todo lo que necesitaste en ese momento fue a mí. Desde entonces todo lo platicábamos sin embargo ese tiempo se nos acabó, desde mis ocupaciones de doce horas, mis desveladas y mis desdichas; desde ese entonces te dejé marcado muchas cosas, mis excesos, mi rebeldía, mis ideas estúpidas, mis diarios que decían muchas cosas pero nunca pensaba que fueran verdaderas -productos de cualquier rabieta infantil. Desde entonces tal vez ya no hablemos como en ese tiempo. Es tan raro.
En ocasiones me agrada saber que te acuerdes y menciones muchas cosas sobre mí, desde que cabía en una caja de zapatos, hasta mi accidente donde se quemó parte de mi rostro, desde que ayudé a mi hermano con su fractura hasta cuando cuido a mi padre.
Te quiero y como dije, haré lo que esté en mis manos para poder hacerte feliz, para resolver tus dudas, lo que esté dentro de las buenas convicciones, hacerte feliz aunque yo sé que a posteriori alguna que otra desazón te cause de nuevo.
P.D.: La quiero madre y no hay nada que me haga más feliz que verla sonreír.
Atentamente: Tu hija, sí, (Chapulincita, Cecilina Topollina)
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Me parece un buen ejercicio el que hiciste. Muchas veces yo quisiera escrbirle una carta asi a mi madre. Aunque las circunstancias son diferentes, existe alguna que otra similitud. Solo me da miedo que no la entienda, y que aunque al principio pareciera un reclamo, al final entendiera que es una especie de carta de agradecimiento. Pero bueno, muchas gracias por compartir algo tan personal y especial para ti, saludos!
ResponderEliminarSaludos gracias por comentar, y sí pareciera reclamo pero en realidad es una carta de empatía por mi madre.
EliminarLas mamás tan bonitas al fin y al cabo.
ResponderEliminarYo también soy poquito efusiva al momento de hablar.. pero no grito, lo juro.
Saludos Ceci (:
Hermosas las mamás,jajaj saludos Martha (:
EliminarUn ejercicio sincero, bello y amortiguador.
ResponderEliminarEs como... no se, regalar un arco iris en un frasco. Precioso porque esta basado en lo real, en lo que se siente.
Me gusto tu manera de hacerlo, me quedo sin palabras la verdad. Se notará en mi comentario XD
Un besote.
-jajajaja XD, me entró el sentimiento y quise hacerlo, saludos y gracias, besos XD
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