Destinatario

Estas son sólo notas de olvido, recibos injustificados, cartas de silencio y telegramas melancólicos que una mujer de vena negra escribió.

miércoles, 24 de octubre de 2012

Los perros de la tarde



Los perros de la tarde, como siempre me dijo,
no los creas agradables, ni amistosos
te mueven el rabo, después farfullan con el hocico,
no creas lo que digan con tono ominoso.

Ignóralos, llevátelos por entre las patas,
ciérrales al momento el ladrido;
porque te apuñalan por la espalda
y después se fingen heridos.

Son como son, perros rabiosos;
arrastrándose por el suelo a sincronía,
igual que la serpiente de los furiosos
de Adán y de Eva de la biblia.

Son perros, les escurre la saliva,
no pueden contenerla entre sus dientes;
la derraman, si se puede, todo el día,
y apenas te descuidas y te muerden.

Esos que se llaman fieles con cariño,
esos que se dicen dulces y humildes,
mándalos cerrar por el hocico,
mételos en una bolsa para que los olvides.

Los perros de la tarde son unos demonios
disfrazados de amigos por la vida,
los perros de la tarde, siempre digo,
son esos con los que me finjo ser su amiga. 

domingo, 21 de octubre de 2012

No es una alucinación pero ¿Qué si lo es?


En Seúl son pasadas las dos de la mañana del día 22 de Octubre, no puedo dormir, siento que me he contagiado de misantropía o tal vez quiero contagiarme muy a pesar de las consecuencias, muy a pesar de la tormenta que azota afuera los grandes ventanales de los edificios futuristas de la ciudad; es curioso e irónico  que la modernidad sea la pandemia verdadera del siglo, pero que se encuentre su epicentro en una cultura tan costumbrista y antigua como lo es el hombre y su pensamiento mismo. Ésta es tal vez la pésima carta que te pudiera escribir pero, ¿qué no te puedo escribir sino la verdad?, tal y como cantaba un colega recordando a un interprete, el rey de los solitarios de cantina y tobacco, "La verdad es un armario muy solicitado y con poca luz". Considero que debo manumitirme de todas estas ideas que han infectado y afectado a mi alma desde siempre, esas ideas de pasado y esas de futuro que no permiten acostumbrarme al presente y que no me dejan libertarte de mi mente. Rouge, Roger, Rojo, Cardenal de mis insomnios, quien sabe en que parte del mundo te he perdido pero me tienes aquí en una ciudad muy extraña, en la parte más alejada de toda idea, pensando en ti. Como si un mensaje fuera a caer a los recipientes de mi añoranza, como si tu llamada fuera a sonar esta noche, este día a las dos de la madrugada con un resolución a mis decisiones... ¿por qué te necesito para tomar decisiones? 

Roger, quería tomar este breve paréntesis de entre toda mi habladuría para mencionarte que se acerca un tifón, espero que sólo algo de lluvia nos azote pero de no ser así tendré que irme y no me encontrarás aquí, tal vez platique con el consulado mexicano y ellos me brinden ayuda para transportarme a una dirección cercana, tal vez le pida ayuda a mi amigo Hiro y el pueda ayudarme a llegar a los departamentos cerca del Hotel Bonaparte de París, ya sabes el código de acceso y el punto de encuentro, te esperaré a la misma hora de nuestro encuentro, como sea sé que me encontrarás y que no harás caso de la postal proveniente.


Quisiera decirte que no te he extrañado, que tal vez te odio mucho, que sigo buscando tu figura sólo en esperanza de poder desaparecer frente a tus ojos pero, nada de eso es cierto, porque de verdad te he extrañado cada día a cada minuto de todas las madrugadas de hace 5 años, que no puedo evitar oír en la radio esa voz y pensar que estás en un estudio forrado de esponja gris en una madrugada oscura en un solitario edificio hablando sólo con gente tan desesperanzada cómo tú y como yo que no solemos dormir. Qué rápido corrieron los años desde sentirte insignificante bajo los cipreses del parque de la catedral de los Santos de los últimos días, a ahora, que eres un egregio entre los poetas de la vida, egregio y solitario, un trovador, un bardo con una guitarra más vieja que las vasijas del museo que se niega aún a cambiarla porque se trata de un apreciado obsequio. Quien sabe que tanto de tus canciones amorosas no serán espúreas,  quien sabe que tanto de eso que dices no querer... en realidad quieres. 

No lo sé.


Por lo pronto he venido a confesarte que algo en mí cambió, que mi cabeza se torció, que dio un giro y se encarcelo sin poder regresarse por donde vino, que estos insomnios me han estado afectando con miedos que ya creía olvidados; sólo en dos ocasiones he tenido estas alucinaciones por así decirlo y en esta ocasión no han cesado del todo, o no sé si se deba al efecto de que sea una hora inadecuada para poder verte a través de la ventana de un ordenador en un café pequeño de la avenida Nyon, o el de esa droga que me pone a ver luces iridiscentes y que me lleva a sentir que amo todo, cuando nada de la vida que ame se ha quedado conmigo. En fin, tal vez tú mejor que nadie sepa que sucede dentro de mi cabeza, tal vez recuerdes la primera vez que aluciné con una niña frente al armario del salón con el cabello tan güero que parecía blanco con su suetercito verde, o con las luces fiucsia neón del anfiteatro, bueno ahora es diferente.

Ahora las sombras tienen más forma que antes, son más fijas, ahora las voces no son claras son más pequeñas, son de hombres y son de mujeres que no conozco ni entiendo, ahora los objetos aparecen y desaparecen, y que la noche ya no sólo es aterradora en la oscuridad, sino también bajo la luz deficiente de un foco ahorrador. ¿Ver las cosas desfragmentarse, descomponerse en sus partes es realmente tan malo?, porque me asusta lo suficiente, ¿o ver a las personas y verlas hacer movimientos en forma secuencial es realmente tan grave?, tal vez no, yo sé que es la falta de sueño, pero no encuentro manera de dormir sin ver la cadena de la lampara central deformarse o moverse sola, o sentir miradas bajo los vidrios del comedor. No puedo dormir pensando en que no puedes dormir, o pensando en que tu programa no escape a mis oídos a las 4 de la mañana, no puedo dormir pensando en lo que no quiero pensar de otras personas, no puedo dormir porque tengo demasiadas excusas. 

Creo... que sólo te doy razones para alejarte. Por qué sé que no estoy pidiendo ayuda, porque no puedes ni quiero. Tal vez sólo quiero que sepas que no me siento bien, pero que a diferencia de otras veces no busco sentirme peor, busco por sobre todas estas manías y delirios, busco la paz mental que sólo consigo en un lago cerúleo y cristalino, en un museo abandonado de botánica, o en una banca bajo el parque de las hojas amarillas, en la distracción de un estado de profundo ennui, busco la paciencia de Job, un hado suficiente para escribirte mejor, un mesmerista que equilibre mis energías, y por sobre todas esas cosas un beso tuyo que le devuelva aliento a mi vida.


Cómo dije es una pésima carta, llueve afuera intensamente, son pasadas de las 2 de la madrugada, y aún espero un mensaje que diga una fecha, un lugar y una hora en algún punto de la tierra.

*Todas las imágenes de esta entrada
son propiedad de Emma Lau

miércoles, 17 de octubre de 2012

Pasos para estar bajo la lluvia


Asoma el rostro a la brisa
Arrastra tus pasos al suelo
Siente el agua mojar tus dedos
Deja escapar una leve sonrisa
Mientras caminas piensa en alguien
Si te detienes mira al cielo
Si es gris recuerda un beso
Si es azul alégrate de la vida
Si sale un arcoiris piensa en una persona
que te haya traído mucha dicha.
Si hay árboles observa las hojas,
si empiezas a mojarte no corras,
camina que es fresca, que es natural,
y en la vida pocas veces tienes tiempo,
y si no te das tiempo para las buenas cosas
nunca tendrás tiempo para ser feliz.
La vida es corta, es apenas una gota
en nubarrones que amenazan la alegría.

Lorena y el sueño profundo



Lorena escribió con sus dedos arrugados a sus 98 años una palabra. Te extraño. Lorena de tez pálida, con una faz tan cansada llena de una expectativa desconocida y una amalgama de viejas relaciones de café subió una media negra por su delgada pierna llena de hematomas, corrió la cremallera de un vestido fino pero viejísimo lleno de un estampado floreado en rosa y rojo con un fondo de tela negro, tomó las llaves de su auto y se dirigió sin mucha prisa sobre la calle hacia el estacionamiento del hotel.

Lorena que era delgada, se consideraba a si misma el estereotipo de la mujer que puede dar consejos pero jamás podría ser ejemplar; rompió en aquel momento uno por uno los cigarrillos de una vieja cajetilla con la caratula de un cáncer de lengua, alzó su brazo tratando de leer con unas simples manecillas la hora abajo del enorme letrero de propaganda política que le hacía una sombra enorme a las doce del día. Tomó ese viejo bolso de pinza y se adentró en el auto. Se colocó por unos segundos el cinturón y estuvo mirándose fijamente a los ojos a través de un espejo viejo retrovisor.

- Alguna arruga aquí, otra allá, un diente aquí, sin diente acá, ya no veo de este ojo, pero de este otro no veo tan mal, mi cabello... se siente seco, esta blanco, taan blanco... ¿estará bien?

Encendió el motor que apenas carburaba en un auto de un modelo antiquísimo con el foco derecho roto y el izquierdo despintado. Avanzó unas cuantas cuadras hacia el hospital general; el hospital tal como se veía afuera parecía más grande por dentro y en cuanto cruzó el vestíbulo principal después del ejercito de enfermeras de azul subió por unos escalones marmóreos hasta el piso donde se encontraba un joven de 25 años. El diagnóstico que se encontraba en la carpeta café hablaba de un periodo largo del sueño más profundo de la vida, Lorena que había soñado tantas veces con dormir así en sus periodos más depresivos, comprendió que en aquel tiempo era muy joven para desear sueños tan eternos como ese.

Lo vio por un rato, mientras sus conjuntivas secas no daban lagrimas que derramar; al lado de la cama del delgado joven se encontraba una fotografía de una posible novia en el buró, más abajo una caja con cartas muy animadas de posibles amigos, pero nadie rodeaba la sala del paciente en ese momento más que Lorena y un triste monitor que emitía un sonido cada segundo, dos años habían pasado y ese posible amor se había marchitado, los amigos empezaron a dejar de ir en cuanto el doctor había matado la esperanza en uno de ellos y este esparció la fatídica noticia por todos sus contactos y estos a su vez a alguien más, todo esto hasta que de pronto sólo Lorena vino; ella misma tomó una humilde nota hecha en un post-it, "Te extraño".

Al poco rato una escolta de enfermeras llegó detrás del doctor que lo desconectaría, quitaron algunos cables, desconectaron varios monitores y el respirador - cómo si se tratase de una tortura incipiente o una especie de rito funerario estrafalario, irracional, duro e incivilizado. Unos minutos bastaron y los pulmones del muchacho detuvieron su movimiento. Estaba "en los cielos", dijo Lorena, mientras el doctor escribía la hora de defunción como quien llena cualquier archivo o formato.

- Doctor, dígame, ¿cuántas veces ha hecho esto con algún paciente?
- Cerca de 30 veces señora.
- ¿Cuántos de ellos han sido sus hijos?- El doctor se quedó callado en medio de su consciencia abolida por una mujer de 98 años que ya no podía masticar bien la comida.

~Fin~

lunes, 1 de octubre de 2012

Letra que no se entiende



En punto de las cuatro de la tarde suplanté
varias realidades que volvieron a mi vida,
suplanté espacios, un beso, una herida,
fui consuelo, un hueco, y en todo lo logré.
Ayer caminaba bajo la lluvia y recogía
en las cuencas, mis ojos las lágrimas vacías,
y en el espacio de mis manos un enorme "por qué",
¿por qué suplanté a una mujer?, ¿por qué?
¿por qué di lo que no tenía?, ¿por qué?
¿Por qué aposté sin tener con qué?
Ayer a las cuatro de la tarde, mi vida llovía,
y el frío calumniaba a mis huesos,
mientras las hojas amarillas pisoteadas,
se reían en el suelo, igual que yo,
igual que yo en diciembre, igual que yo
en octubre y Julio igual que yo también.
La estera pantanosa de su sonrisa,
el fuego fatuo de sus ojos de pinzón,
el trinar de un ave cuya jaula se fincó
en otro par de costillas y un nuevo corazón.
Y yo nuevamente suplanté,
¡Ah como se me da este nuevo oficio!
que me apuñala el corazón a latir vivo
y que subyuga cualquier voz
en un llanto sin ningún beneficio.
¿Para qué suplantarme en tus jueves?
¿Para qué ser amiga de Lunes,
y caminar pisando charcos fingiendo tu nombre,
y encontrar en desvelos un desastroso placer
que esconde la agonía de los viernes?
Sabes, ayer eran las cuatro de la tarde,
y suplanté a alguien en mí, que no quería ser,
¿Será que no puedo evitar velar en gris,
dejar ir los demonios internos a tropel,
ni los parajes que nunca me dejarán ser feliz?
Bien, son las cuatro de la tarde, hora de abordar el tren.