En Seúl son pasadas las dos de la mañana del día 22 de Octubre, no puedo dormir, siento que me he contagiado de misantropía o tal vez quiero contagiarme muy a pesar de las consecuencias, muy a pesar de la tormenta que azota afuera los grandes ventanales de los edificios futuristas de la ciudad; es curioso e irónico que la modernidad sea la pandemia verdadera del siglo, pero que se encuentre su epicentro en una cultura tan costumbrista y antigua como lo es el hombre y su pensamiento mismo. Ésta es tal vez la pésima carta que te pudiera escribir pero, ¿qué no te puedo escribir sino la verdad?, tal y como cantaba un colega recordando a un interprete, el rey de los solitarios de cantina y tobacco, "La verdad es un armario muy solicitado y con poca luz". Considero que debo manumitirme de todas estas ideas que han infectado y afectado a mi alma desde siempre, esas ideas de pasado y esas de futuro que no permiten acostumbrarme al presente y que no me dejan libertarte de mi mente. Rouge, Roger, Rojo, Cardenal de mis insomnios, quien sabe en que parte del mundo te he perdido pero me tienes aquí en una ciudad muy extraña, en la parte más alejada de toda idea, pensando en ti. Como si un mensaje fuera a caer a los recipientes de mi añoranza, como si tu llamada fuera a sonar esta noche, este día a las dos de la madrugada con un resolución a mis decisiones... ¿por qué te necesito para tomar decisiones?
Roger, quería tomar este breve paréntesis de entre toda mi habladuría para mencionarte que se acerca un tifón, espero que sólo algo de lluvia nos azote pero de no ser así tendré que irme y no me encontrarás aquí, tal vez platique con el consulado mexicano y ellos me brinden ayuda para transportarme a una dirección cercana, tal vez le pida ayuda a mi amigo Hiro y el pueda ayudarme a llegar a los departamentos cerca del Hotel Bonaparte de París, ya sabes el código de acceso y el punto de encuentro, te esperaré a la misma hora de nuestro encuentro, como sea sé que me encontrarás y que no harás caso de la postal proveniente.
Quisiera decirte que no te he extrañado, que tal vez te odio mucho, que sigo buscando tu figura sólo en esperanza de poder desaparecer frente a tus ojos pero, nada de eso es cierto, porque de verdad te he extrañado cada día a cada minuto de todas las madrugadas de hace 5 años, que no puedo evitar oír en la radio esa voz y pensar que estás en un estudio forrado de esponja gris en una madrugada oscura en un solitario edificio hablando sólo con gente tan desesperanzada cómo tú y como yo que no solemos dormir. Qué rápido corrieron los años desde sentirte insignificante bajo los cipreses del parque de la catedral de los Santos de los últimos días, a ahora, que eres un egregio entre los poetas de la vida, egregio y solitario, un trovador, un bardo con una guitarra más vieja que las vasijas del museo que se niega aún a cambiarla porque se trata de un apreciado obsequio. Quien sabe que tanto de tus canciones amorosas no serán espúreas, quien sabe que tanto de eso que dices no querer... en realidad quieres.
No lo sé.
Por lo pronto he venido a confesarte que algo en mí cambió, que mi cabeza se torció, que dio un giro y se encarcelo sin poder regresarse por donde vino, que estos insomnios me han estado afectando con miedos que ya creía olvidados; sólo en dos ocasiones he tenido estas alucinaciones por así decirlo y en esta ocasión no han cesado del todo, o no sé si se deba al efecto de que sea una hora inadecuada para poder verte a través de la ventana de un ordenador en un café pequeño de la avenida Nyon, o el de esa droga que me pone a ver luces iridiscentes y que me lleva a sentir que amo todo, cuando nada de la vida que ame se ha quedado conmigo. En fin, tal vez tú mejor que nadie sepa que sucede dentro de mi cabeza, tal vez recuerdes la primera vez que aluciné con una niña frente al armario del salón con el cabello tan güero que parecía blanco con su suetercito verde, o con las luces fiucsia neón del anfiteatro, bueno ahora es diferente.
Ahora las sombras tienen más forma que antes, son más fijas, ahora las voces no son claras son más pequeñas, son de hombres y son de mujeres que no conozco ni entiendo, ahora los objetos aparecen y desaparecen, y que la noche ya no sólo es aterradora en la oscuridad, sino también bajo la luz deficiente de un foco ahorrador. ¿Ver las cosas desfragmentarse, descomponerse en sus partes es realmente tan malo?, porque me asusta lo suficiente, ¿o ver a las personas y verlas hacer movimientos en forma secuencial es realmente tan grave?, tal vez no, yo sé que es la falta de sueño, pero no encuentro manera de dormir sin ver la cadena de la lampara central deformarse o moverse sola, o sentir miradas bajo los vidrios del comedor. No puedo dormir pensando en que no puedes dormir, o pensando en que tu programa no escape a mis oídos a las 4 de la mañana, no puedo dormir pensando en lo que no quiero pensar de otras personas, no puedo dormir porque tengo demasiadas excusas.
Creo... que sólo te doy razones para alejarte. Por qué sé que no estoy pidiendo ayuda, porque no puedes ni quiero. Tal vez sólo quiero que sepas que no me siento bien, pero que a diferencia de otras veces no busco sentirme peor, busco por sobre todas estas manías y delirios, busco la paz mental que sólo consigo en un lago cerúleo y cristalino, en un museo abandonado de botánica, o en una banca bajo el parque de las hojas amarillas, en la distracción de un estado de profundo ennui, busco la paciencia de Job, un hado suficiente para escribirte mejor, un mesmerista que equilibre mis energías, y por sobre todas esas cosas un beso tuyo que le devuelva aliento a mi vida.
Cómo dije es una pésima carta, llueve afuera intensamente, son pasadas de las 2 de la madrugada, y aún espero un mensaje que diga una fecha, un lugar y una hora en algún punto de la tierra.
*Todas las imágenes de esta entrada
son propiedad de Emma Lau
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