Los perros de la tarde, como siempre me dijo,
no los creas agradables, ni amistosos
te mueven el rabo, después farfullan con el hocico,
no creas lo que digan con tono ominoso.
Ignóralos, llevátelos por entre las patas,
ciérrales al momento el ladrido;
porque te apuñalan por la espalda
y después se fingen heridos.
Son como son, perros rabiosos;
arrastrándose por el suelo a sincronía,
igual que la serpiente de los furiosos
de Adán y de Eva de la biblia.
Son perros, les escurre la saliva,
no pueden contenerla entre sus dientes;
la derraman, si se puede, todo el día,
y apenas te descuidas y te muerden.
Esos que se llaman fieles con cariño,
esos que se dicen dulces y humildes,
mándalos cerrar por el hocico,
mételos en una bolsa para que los olvides.
Los perros de la tarde son unos demonios
disfrazados de amigos por la vida,
los perros de la tarde, siempre digo,
son esos con los que me finjo ser su amiga.
:O Ceci, cada vez me gusta más como escribes :3
ResponderEliminarLleno de interesantes metáforas y anotaciones, parte a buenas reflexiones, un buen poema.
ResponderEliminarSaludos y letras
Gracias Sucio, siempre es un placer contar con usted por aquí :)
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