Eres incapaz de darte cuenta las capacidades que surgen a través de un abismo aparente, a veces piensas que la vida te ha vencido por completo y los huesos de tu alma han sido rotos por una tempestad de problemas, delirios, y pesares que parecen arañar con uñas de lagrimas cada herida abierta desde el pasado, puedes describir como ¨indescriptible e inconfesable¨ el dolor que hunde en un profundo nudo la gran arteria de tus alegrías y emociones, pero de alguna u otra manera vuelve a amanecer y es otro día y de repente el mundo no parece tan nefasto. Son las peores cosas también las que pueden sacar lo peor de nosotros pero también las más terribles situaciones contribuyen al fortalecimiento, a la esperanza innata y superarnos dentro de nosotros mismos.
A lo que les traigo el siguiente cuento:
Una noche los maullidos de un minino despertaron a dos hermanos, cada uno vivía una situación diferente con distintos grados de dificultad que no conocían entre ellos, porque han decidido no expresar nada desde aquel terrible día en que muriese el tercer hermano, preferían mantener todo como si no hubiese pasado y quedo solo como un triste recuerdo para ellos, cada uno vivió distintas experiencias de maltrato físico como verbal y estaban resignados a siempre cerrar sus bocas para mantenerse ecuánimes y felices ante los rostros de los demás pero era notable su sufrimiento; el maullido se hizo intenso, su mascota, un perro, ladraba incesantemente, pasaron dos noches y los maullidos solo eran escuchados de noche, pero cuando ellos salían de día, no había ni un solo ruido, un día la niña que limpiaba el patio trasero al hacer ruido con la escoba que había azotado accidentalmente contra una caseta de aluminio escucho otra vez el mismo maullido de la noche anterior, al asomarse de donde provenía noto unos ojos brillantes que se veían entre la pared y la caseta, en un estrecho no mayor de 5 cm, la niña pensó que el gatito habría estado paseando por la barda cuando en un susto o en un mal salto ejecutado este habría quedado atrapado en el estrecho. Ella no tenía la suficiente fuerza para lograr mover una caseta de 3 x 2 metros de aluminio, y menos porque estaba llena de muchas cosas, el gato seguía maullando con insistencia, intento pensar cómo sacarlo, pero no se le ocurría nada que no lo lastimara, entonces pensó que tal vez podría hacer que el gato se moviera, trajo un tazón con leche caliente, humeante para hacer llegar el olor al gato, el gato no parecía animarse, dos días habían pasado y muy seguramente la desconfianza en los humanos y su predicamento le habían hecho dudar de obtener su salida de ahí, pero ella insistió acerco más el plato y el gato hizo como pudo para impulsarse hacia afuera, el hambre era su mayor motor para salir de su situación, hasta que finalmente se libró, gustoso acabo con el plato entero de leche y fue despachado a que fuera con la camada de gatos que recién acababa de tener la gata del vecino. La niña que comentó lo ocurrido a su hermano comprendió que las situaciones o nuestras necesidades son el mayor motor para impulsarnos a salir de donde estamos hacia cualquier dirección.
A algunos los mueve el hambre, a otros el desamor y algunos más los abismos y mentiras en que han sido sumergidos, y buscan alimentarse, protegerse, conocer, amar, descubrir la verdad, ¿qué te impulsa a ti?
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