Cuarteto toca sobre UN SOLO CELLO el bolero de ravel :)
Con especial aprecio traigo a ustedes este cuento de mi invención, ojála les guste.
Mujer más delicada no fue creada en el inalcanzable cielo que la dulce Leonora, mujer que desde su infancia creció deslizando sus delgados y marfileños dedos sobre un piano de teclas amarillas, un piano de cola muy viejo que le fue heredado de su difunto padre. Leonora creció amando la música, creció soñando con las historias que su madre le contaba cada noche de vientos fementidos tan sólo para hacerla dormir. Leonora soñó mil veces con la misma canción y fue hasta su juventud que se aventuró a convertir en notas lo que sus sueños le cantaban al oído. Tocaba esa canción cuando, a causa de las tristezas, quería desaparecer como las gotas de lluvia en la tierra húmeda, la tocaba cuando se sentía enamorada, ilusionada y feliz, pero era una canción especial que solo en esos verdaderos momentos de pasión solía avivarla como si el piano fuera el tótem para regresar a la vida y continuar.
Una tarde un hombre alto y delgado se detuvo bajo su ventana, el hombre que era serio de mirada pero de sonrisa amable giro el rostro hacia el sonido de donde provenía aquella canción, maravillado por la música interpretada por la joven, decidió pasar todos los días siempre por el mismo camino. Todos los días siempre se imaginaba quien tocaría ese piano pero nunca tocó a la casa con adoquín cerámico en el tejado y con celosías en las que se posaban curiosas estatuillas de ángeles.
El hombre solía sentarse al pie de la banqueta siendo visto por todos mientras sus oídos solo prestaban atención al piano. Una tarde no escucho a ningún momento del día el dulce sonido y se sintió mortificado de que tal vez jamás pudiese volverlo a escuchar, así que al final de la tarde justo cuando el cielo destellaba los últimos brazos del sol queriéndose aferrar de la manta malva que se desplegaba entera en la noche, se aventuró a tocar la puerta de roble y encino cuya perilla estaba hecha a la antigua, como aquellas cuya cerradura requiere de una llave oxidada y pesada.
La puerta cedía lentamente en el silencio de la calle y el rechinido proponía un poco de tensión y misterio… ¿Quién sería la persona que tocara ese piano? bajo un poco sus ojos viendo como el viento arrastraba contra su voluntad las hojas de un ciprés y delante de él una delgada mano se deslizo a abrir la puerta, tras los vidrios de cortinas transparentes la silueta de Leonora se dejaba asomar, vívida de rosados labios, de mejillas altivas y de unos ojos inteligentes y claros, propios de una santa no de una mujer de este mundo. Leonora extrañada de que llamaran a su casa se atrevió con suma cautela a abrir la puerta detrás de la cual se había escondido tanto tiempo, detrás de la cual guardaba su temor al mundo. Leonora jamás fue una mujer que estuviese en compañía de un caballero, jamás se le vio tórridamente interesada por alguien y al notar que el tiempo volaba alocadamente sin razón, decidió guardar todos sus sentimientos y exponerlos de manera feroz en su música. Cuando finalmente la puerta se abrió por completo el hombre ya se había marchado; él sintió que ante su apariencia aquella mujer que le cerraría la puerta en la cara y decidió regresar hasta sentirse listo y totalmente seguro de que ella querría verlo.
En los días siguientes escribió breves notas, poesías nacidas casi por el mismo Neruda, le escribía cartas llenas y enteras de la belleza de la mujer y el don especial que sus manos poseían. Leonora se sentía muy entusiasmada y asustada al mismo tiempo de quien fuera su admirador anónimo, así que un día le invitó a que se vieran en persona. ¨El soñador¨ que era como hacía llamarse se sintió frustrado, no poseía el valor suficiente para verla frente a frente, así que le respondió que iría bajo la máscara de un león y que traería un ramo de flores de naranjo y magnolias, pero que aún no se sentía listo para mostrarse cuál es.
Finalmente la noche llegó, la naturaleza no podía estar más feliz con este encuentro, el río sonaba ligero como la risa de plata que conducía hasta el lago que era un enorme espejo del firmamento, la hierba grácil y risueña se mecía con suma ensoñación y la figura de un león bajo la capucha de las hojas era una aventura para el corazón de Leonora, abajo un hombre con un ramo blanco la esperaba… Ella se deslizo por las escaleras de madera que conducían desde el balcón al suelo y sin decirle nada, con trémulos pasos avanzó con audacia y lo besó… lo besó y eso basto para sentirse más que aceptado, amado.
Pasaron los días y en las tardes concertaban juntos para verse, caminaban juntos por los caminos de cantera y los puentes medio derruidos, a veces se sorprendían juntos bajo la lluvia vegetal de savia de aquellos álamos y en la floresta reían juntos pasando por linderos y acostados juntos bajo la miríada de estrellas, ergo jamás descubrió la identidad del ¨soñador¨ y pronto fue momento de que su curiosidad la invitara a preguntarle quién era él. Él feliz de esta noticia le dijo que se verían como en el primer momento, le pidió que en la noche tocara nuevamente esa melodía que en sus sueños siempre escuchó y que él vendría para descubrirse el rostro y mostrar su identidad ante ella; Leonora que no cabía en su delgado cuerpo de la emoción se vistió con un elegante vestido rojo de satín y seda, su cabello negro rozaba en sus hombros con una esplendida belleza y justo en la noche cuando la luna no parecía mejor ataviada de nubes, empezó a tocar dicho piano de cola, mientras que el ¨soñador¨ vestía un frac para la ocasión. Feliz, excitado de poder revelarse ante su bella dama y declararle cuanto más había querido decirle se dirigió a toda prisa al balcón sin saber que unos bandidos que habían descendido del río de plata al pueblo estaban esperándole para atacarlo y robarle todo cuanto tenía ya que algunos días antes lo habían fijado en la mira. En medio de los árboles el viento comenzó soplando casi desfalleciendo, como si el aire hubiese decidido no ver la escena, mientras que en la tranquilidad del bosque y del arroyo no alarmó de lo que sucedería, las sombras se deslizaron velozmente y se encontraron justo enfrente del ¨soñador¨ y el soñador que ni bastón de Malaca llevaba para defenderse huyó ante el número de sus atracadores siendo perseguido hasta el agotamiento enfrente del balcón de Leonora, pronto un fuerte golpe se escuchó y vio como temblaban las escaleras de madera, rápidamente se detuvo de tocar y se apresuró a asomarse por los cristales, su amado ¨soñador¨ yacía tirado sin vida en el grácil pasto que una vez le vio bajo el mismo lugar. Leonora entre sollozos y leve falta de aliento bajo por las escaleras, desesperada viendo que su amado estaba muerto lloró toda la noche junto a él, abrazada sin descubrirle nunca el rostro.
Al día siguiente se llevaron el cuerpo del ¨Soñador¨ y tras el funeral y el entierro, una nube desolada de amargura y tristeza destructora apaño las cuencas de sus ojos por días, las rosas de su jardín, las flores de naranjo y las magnolias parecían sentir lo mismo que ella y murieron secas bajo el dolor de Leonora. Frente al espejo Leonora maldijo el nombre de las personas que le mataron a su amante y se prometió a si misma seguir tocando la melodía hasta verlo nuevamente; y así lo hizo, noche tras noche Leonora deslizaba sus dedos fríos por las teclas amarillas, mientras las lagrimas entraban entre los espacios y su vestido y su cabello se habían hecho andrajos, noche tras noche tocó y asomándose desde arriba deseaba ver la figura bajo la oscuridad de árboles imponentes y umbrosos, la mirada seria y la sonrisa amable del hombre alguna vez amó.
Los soñadores corren el riesgo de perderlo todo al despertar.
ResponderEliminarSublime texto, sobretodo los recursos imaginativos.
Entramos a la paradoja perpetua del amor efímero, del beso y funeral
debut y despedida
entrada y salida.
el peso del alma, el peso del recuerdo.
Saludos
Soñar cuesta cuando se pierde de vista la realidad.
ResponderEliminarSaludos Míkel.