Aletargada un poco por el calor dejo venir su cabeza hacia las rodillas con los brazos cruzados, anoche tan difícilmente había conseguido dormir esperando su llegada, pensando en el avión, imaginando sus pasos descendiendo por los escalones de un avión que lo conectaría hasta la ciudad, y a veces en vez de imaginar recordaba otras cosas como su sonrisa a través de una mascarilla, con su cofia y su traje quirúrgico, recordaba las veces que estuvo en su sala de cirugía y como él a través del robot, producto del proyecto Da Vinci operaba con exactitud. Más nunca lo vio en persona si no fue a través de un monitor. Un poco más recuperada en si misma alzo sus muletas para levantarse del sitio, dio unos pasos a través de la explanada y rodeo el kiosco que fue escenario de muchos bailarines y músicos y apenas quito la mirada del pavimento lo vio a él sentado en la cafetería que servía un sinfín de mezclas culinarias de café y pastelillos. Se acercó más hasta que el camión que se encontraba de parada le permitiera verlo mejor. Así estuvo a escasos centímetros de atravesar la calle de cantera cuando una chispa de recuerdos la detuvo, siempre se pregunto porque las mujeres solían mirar espacios vacíos, se lo preguntaba porque no sabía sí todas pensarían lo mismo; menciona entre tus labios palabras inteligibles posiblemente susurra las voces acalladas bajo el polvo de los años que se quedaron en su memoria pero tuvieron fiel entierro tanto como para solo ser audibles a la frecuencia que se escucha a los muertos… el silencio.
Solo uno comprendía porque no se verían más…
Después del clímax de esa historia vendría el supuesto final, donde estarían juntos, donde vivirían felices, donde soñarían con compartir algo que en realidad… pues en realidad… nunca tuvieron, y aquello semejante a tener algo fue un cortejo fúnebre de todas las ilusiones realizadas en torno a ese amor que no estaba sucediendo de verdad, era un insomnio insoportable cada noche entre mensajes y llamadas, entre especulaciones y realidades, entre olvido e indiferencia, entre la almohada y tu rostro empapado, y más que nada entre tu silencio y la mentira.¨
Ella regresa de nuevo a la realidad, su pie derecho que ya había bajado hacia la calle ahora se regresa lentamente y con cautela, como si en medio del bullicio él la oyese a lo lejos y descubriera que la historia se cumplía al pie de la letra, dio media vuelta con todo y muletas, se fue calmada, tal vez una lagrima quería aflorar entre los espacios del parpado y sus pestañas, pero se resistía a brotar; así de orgullosos eran sus sentimientos que no se compartían con nadie tan fácilmente.
Sigue caminando hacia el otro lado de la plaza, pasando el quiosco, hasta los asientos de piedra caliza, detrás de ellos una gran catedral de cantera con enormes cúpulas; entra mientras la puerta de madera solida y derruida le da paso con la amabilidad donde se te recibe sin miramientos, se acercas a la banca más frontal a donde se realizaba la ceremonia; él que ya la había visto cuando se iba, la siguió mas no se acercó por completo a ella. Se arrodilla ante la imagen de un santo del cual no conoce ni su nombre ni su historia pero al verlo se ha identificado con su sufrimiento, cierra sus ojos y hace una oración por su bienestar. Se levanta con la barbilla más alta y sale por la puerta contrapuesta por la que entró. Él no es capaz de dar un paso más. ¿Quizás ya lo entendió?
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