Adrián volvía de nuevo de Buenos Aires, si algo hacía en exceso era viajar y en esta ocasión volvía para su primer concierto en un gran teatro de la ciudad de Buenos Aires; en ese momento se había afeitado arreglado y se había colocado una colonia –a pesar que él no acostumbraba ponerse nada encima que fuera demasiado elegante o exageradamente caro-; en su vuelo no hubo ningún contratiempo a no ser de una señora entrada en años que era temerosa de los vuelos que todo el tiempo estuvo prensada a su brazo, al bajarse lo único que hizo fue sacudir su brazo adormilado, tomar su maleta de la banda transportadora e irse con una graciosa alzada de brazo para tomar un taxi. Le pidió al taxista que lo bajara una cuadra antes para llegar caminando hacia la casa de Luz, como siempre dejaba mucha propina a los taxistas ya que esperaba que algo de ese dinero cuando menos lo destinaran a limpiar las alfombras pegajosas o el tablero grasiento de dedos ajenos. De camino se encontró con unas rosas blancas en aquel jardín donde había surgido el primer encuentro -¿Seguirán haciendo el encuentro de escritores en movimiento?- se preguntó recordando unos ojos prístinos que lo miraban profundamente desde el asiento derecho, bajo la luz del proyector. Tocó a la puerta de Luz pero nadie respondió. La misma rutina la repitió por varios días a pesar que ya debía irse hacia el inicio de su gira empezando en un famoso bar cercano a Egipto; un día mientras cortaba las escasas rosas blancas que quedaban vio llegar a Luz, quien al parecer traía una maleta de viaje con ella; durante la ausencia de Martel, Luz había conocido a un joven brasileño que era cardiólogo en el Instituto Dante Pazzanese de Cardiología durante un simposio en Sao Paulo, Brasil; y se había enamorado de él al grado de que planeaba mudarse con él. Ella lo vio venir aunque ya era poco lo que reconocía de ese joven argentino que tocaba en la lunada de escritores, al verlo lo abrazo fuertemente y lo invitó a pasar adentro, fue en ese momento que decidió contarle de él y la historia- la típica historia de cómo conoces a alguien- , pero Martel no quería escuchar nada de ningún Sergio Pontes. Luz se encontraba nerviosa, no sabía qué pensaría Adrián de ella por estar haciendo planes con alguien más o siquiera el hecho de que alguien más la atrajera. Martel a todo esto no hizo más que sonreír y felicitarla –esa sonrisa de la que sólo luz conocía el sarcasmo puro.
Martel la amaba pero a nunca la pudo tener, y Luz ignoraba cuanto de este cariño se manifestaba, él escribía canciones enteras que lanzaba a mares de playas exóticas, a buzones de lugares donde nunca dejaba de llover, a los árboles tan altos como edificios y a la arena de los desiertos más grandes que el reloj del padre tiempo. Pero ahora realmente ¿cuánto de eso quedaba?
- Noto que no te agrada, tampoco lo justifico, pero espero que entiendas que… - Luz se tomó su tiempo para pensar en lo que decía pero algo le decía que aun si no era seguro por lo menos lo otro no sería pronto- no nos espera un futuro juntos, no con tu vida, no con la mía.
- No te reclamo.- Respondió Adrian sin ningún asomo de tristeza, pero con el rostro pétreo- sé que estuve ausente mucho tiempo.
Luz se queda preocupada y le ofrece café –Por cierto aquella receta del café cuyo dueño había fallecido, por fin la había encontrado a fuerza de ensayo y error como en cualquier experimento. Continúan sentados mientras afuera comienza a llover demasiado, el agua comienza a escurrir por el techo, Luz siempre traía algo demasiado formal y serio pero en cambio Martel llevaba sólo una camisa polo y unos vaqueros.
- ¿Quieres algo de música?- Pregunta Luz un poco más tranquila después del primer sorbo.
- Veo que compraste un piano- Señalando un piano Érard característico por poseer hasta 5 pedales que permitía experimentar con registros de hasta laúd y fagot.
- Podría tocar Dance me to the end of love o Falling de The Civil Wars. La he ensayado desde que te fuiste.
Luz se sienta cerca del piano y toca, Martel se acerca y se sienta a su derecha, Luz detectaba en él una mirada muy triste y ella tampoco se sentía contenta con la decisión pero sentía que era lo más apropiado; en ese momento tal vez sólo importaba lo que pasaba, ella sentía las manos de él pasando junto a la suyas mientras tocaban juntos; la mano izquierda de él a la izquierda de ella y la mano derecha de él a la derecha de ella. Con la izquierda Martel tocaba alguno que otro grave y con la derecha agregaba una melodía mientras los pies de Luz movían uno de los pedales del viejo piano. Esto no era como cualquier Dance me to the end of love.
- Has mejorado mucho desde la última vez que te escuche tocar.
- Gracias- Responde Luz poniendo sólo atención al teclado.
El recuerdo emergía pero ninguno de los dos decía nada o al menos no sobre eso.
- Te extraño- Menciona Luz como si la voz le temblara en cada sílaba. Martel respira profundamente cerca del cuello de Luz a donde se ha acercado pausadamente, besa su mejilla y acomoda sus brazos para asirla cerca de él, la excusa definible, estaban tocando juntos.
Luz parece perturbarse por aquellas rememoraciones sensoriales, finalmente Martel se levanta y desliza por encima de los hombros de Luz sus dedos al centro del piano, abrazándola así por los hombros.
- Extrañaba el soplido de tu nariz sobre mi hombro- Murmura Luz sintiéndose algo extrañada.
- Espero… que seas feliz con él- Las palabras de Martel detienen el momento, definitivamente, no lo detuvieron, más bien, lo mataron por completo. Luz siente una rabia subiéndole por la garganta.
- No digas nada, sabes que no soy feliz, sé que no eres sincero tonto.
- Pero te deseo lo mejor, me dices que te irás a vivir con él a Chile- Las manos de Martel caen pesadamente sobre el piano. Se yergue y se sienta en el sillón frotándose el cabello con desesperación, Luz sigue dándole la espalda, pero ya no toca el piano, inmediatamente se incorpora sentándose justo al lado de Adrián Martel; toma su mano con delicadeza, sus ojos miran hacia abajo, mientras que Martel no sale del encierro en que se ha vuelto su cuerpo.
- Sabes que no podría quererlo a él en la misma forma que te quise a ti.
- Quise, se conjuga en pasado- Luz cierra su boca, levemente se observa como frunce los labios, decide sacarlo a como dé lugar de su idea, se acerca más a él y le besa la cabeza.
Martel voltea a ver a Luz y viendo su mirada tan húmeda, sus labios a punto de romperse, desprevenidamente la besa. Se quedan unos minutos así, mientras él pasa su mano por su rostro sosteniendo con sus dedos la nuca de Luz y con su palma tocando su cuello. Luz se sienta llena de algo tan sublime y feliz como también amargo, pero corresponde el beso, como si sus labios nunca se hubieran tocado, como si el tiempo se acordara de ellos y los compadeciera. Martel sin embargo no deja que sólo se acuerde el tiempo, quiere revivirlo. Toma la cadera de Luz y se lanza sobre ella sin dejar de besarla, el cuerpo esbelto de ella cae sobre el sillón mientras las manos de Martel han vuelto a rodear su cuello por atrás, en ese momento Luz desliza sus manos para rozar su mejilla y acariciar los ojos de Martel que ya se habían enrojecido en aquel momento.
Cada beso es más profundo que al anterior, la mano derecha de Martel que tocaba cariñosamente su cuello ha descendido poco a poco a su pecho, buscando los botones de la blusa que llevaba ella puesta. Con cada beso el aire se hacía más escaso entre ambos. Desabrocha uno por uno cada botón dejando al descubierto los senos tiernos que brotan de su pecho. Levanta un poco las piernas dejándolo a él acariciar sus pantorrillas y subir lentamente hacia los muslos tímidos por debajo de su falda.
Luz desliza sus manos hacia la cadera de Martel buscando el borde de su camisa para quitársela por encima, él se deja desnudar por sus manos sin dejar de besarse y sin abrir los ojos por mucho tiempo, Martel posa su pecho sobre el de ella, quien siente el peso y pasa de besar sus labios a besar el rostro sin rasurar de él e inclinarse hacia su oído donde pasa su lengua y lo muerde. Se detiene un poco, respira sobre el oído de Martel notando que le gusta.
Afuera el silencio es perpetuo y las sombra de la casa han inundado todos los rincones y las contraventanas de la vivienda, en la cocina un goteo del grifo no descansa y en la sala se reviven deseos. Martel la contempla tras poner sus manos sobre su espalada por debajo de la blusa desabrochada de Luz.
- Siento tus manos frías, ¿por qué están frías?- Luz desliza sus manos para bajar el zipper de su falda, Martel la toma y la desliza por las piernas lanzándola atrás del sillón. Luz aprovecha para levantarse y retirarse, juguetona lo reta, su mirada es una sola pregunta - ¿Me alcanzas?- Corre espontánea hacia la cocina, la sigue, lo esquiva, aprovecha su retraso y en el camino se deshace de su ropa interior lanzándosela a la cara. ¡Lento!- le grita entusiasmada. Ríen como los jóvenes que habían sido, sube las escaleras con él detrás de ella. Se detiene en la estancia del segundo piso, se acuesta provocativa sobre el sillón de Chenstrip. Martel se recuesta a su lado, Luz lo besa más apasionadamente que antes sentándose en el acto sobre él, siente su sexo oculto a través de la ropa interior de él, para de besarla un momento mientras la contempla, sabe dentro de sí que será la última vez que la tendrá, Luz reconoce esa mirada y se pone de espaldas a él, quieta durante un instante, voltea a mirarlo sintiendo un melancólico cariño cuando la mira de ese modo, por ese sólo momento duda de lo que sucede y se cubre sus pechos desnudos evitando que la mire.
Martel se queda preocupado, vuelve a descubrirlos y la estrecha contra él para volverla a besar y recostarla de espaldas sobre él, ambas cabezas, uno junto al otro, se quedan mirando al techo. La toca, acaricia su abdomen, arroja su mano sobre los pechos luminosos de Luz mientras sutilmente sus dedos han avanzado hacia su entrepierna. Luz responde, cierra los ojos y abre las piernas poco a poco acercando sus pequeñas manos al cuerpo imponente de Martel, muerde sus labios carnosos.
- Hazlo- dice susurrando bajo los testigos inertes de la habitación, mientras Martel se toma su tiempo, la espera es excitante y el toque de sus dedos la estrofa perfecta.
Martel alarga sus dedos hacia sus labios íntimos, la siente humedecerse, la respiración de Luz se hace profunda y acelera. Se escapa un gemido cortado de su boca, él observa su vientre como emula a su respiración, el movimiento de sus pechos siguiendo a los pulmones. La acaricia con más presteza y rapidez mientras su cálida mano se posa sobre uno de sus senos.
- Ah ah, apriétalos, aaah así- Escucha a Luz balbuceando estas palabras, pellizca gentilmente sus pezones y los balbuceos pasan a convertirse en gemidos. Evidentemente han provocado más, siente las manos de ella como han apretado sus dedos y tomado con fuerza los cojines que están a su lado, se sostiene fuerte como intentando no caer del cuerpo de Martel; la sensación se convierte en increíblemente intensa. La camisa de Luz se moja con el sudor de ambos a pesar del clima templado, la emoción lo excita enormemente y mueve sus dedos aún más sobre la intimidad de ella. La siente cerrar sus piernas, controlar algo que no puede ser controlado mientras ella respira con más fuerza sobre su cabello, él la besa detrás de la oreja hasta escucharla gemir. Es su punto débil, se retuerce sobre Martel mientras coloca su mano en el vientre para acercarla. La escucha reírse, ¿es eso una risa?, raras veces la había escuchado reír durante un orgasmo.
- Sabes el movimiento exacto, el tiempo exacto que me fascina, el punto donde no conozco más que el temblor de mis piernas- dice apenas con aliento. Martel sonríe, muerde su oreja y Luz percibe esa erección detrás de ella pero no lo toca pero se voltea cara a cara, sin llevar sus manos, fluye su cuerpo sobre él y se frota contra aquello despertado. Martel cierra los ojos y se sonríe, Luz ha comenzado a acercar sus piernas.
Toma el pene erecto con su mano, más cerca donde ella se ha sentado empieza a introducirlo no sin un poco de ayuda. La boca de Luz se abre ante la sensación y entra. Pliegue con pliegue de piel empieza a deslizarlo.
- Aagh uf- ha gemido levemente- a veces sentía que era imposible que algo así pudiera caber dentro de mí- Siente la presión que ejerce el tamaño de la erección dentro de ella, la toma por los pechos y ha comenzado a moverse poco a poco lentamente sobre él. La besa con más pasión, sin mesurar su lengua o sus mordidas. Tras la última mordida grita; separa sus labios de los de él y grita repetidamente. La cadera de Martel ha comenzado a moverse con fuerza, la toma de la cintura mientras se encuentra arriba y la embiste más rápido y profundo tras la excitación, cierra los ojos y los gritos aumentan en tono con cada embestida. Sentada ella sobre sus piernas, sosteniéndola firmemente, la abraza con fuerza mientras lo escucha gemir cerca de ella.
La levanta del sillón con ambos brazos, y recarga su espalda contra la pared sin soltarse. Luz gime con fuerza mientras sus piernas rodean la cintura de Martel, ella entierra sus uñas en un intento por asirse al él, ambos empapados en sudor. Escucha a Martel gruñir quien ha querido disimular con un profundo respiro. Luz probablemente amaba eso de él, esos ruidos, esa ferocidad que nunca llegaba a demostrar más que teniendo sexo, nunca le dijo cuánto la hacía excitarse pero Martel podría dar cuenta de ella, pues corría un líquido dentro de él y en la última embestida surge un enorme gemido, un minuto después el cuerpo de ella se ha relajado y comienza a temblar abrazada a él. La carga hasta la cama, bajo esa imagen de una niña siendo cargada hacia su cuarto para dormir, la deposita sobre las sábanas acostándose al lado de ella, lo besa, su ternura se convierte en una sonrisa mutua mientras se observan. Acto seguido ella se ha posado sobre el cuerpo de Adrián con la cabeza ladeada sobre su pecho lleno de un poco de vello, se sostiene y duerme con sus manos abrazándolo.
Adrián ha despertado, descansó por unos momentos, y ella se ha quedado adormilada con su mano haciendo caricias mustias sobre el pelo de él.
- Siempre has olido muy rico, ¿en qué piensas?
- Perdóname…- susurra terriblemente a su oído apartando un mechón de su cabello- pero te sigo amando igual o más que aquel día en el salón- Ella ha ocultado el rostro de su vista y aunque no la ve, siente las lágrimas corriendo por el su cuello, la respiración ha cambiado de tranquila a funeraria, los gemidos que habían sido entonces, ahora son un llanto quedo.
- Te amo…- Martel se queda mudo- pero sé que nunca estarás conmigo como yo quiero...
- Y por eso te mereces algo mejor.
- hmmm… ¿a dónde irás?.
- Mi hogar siempre ha sido contigo, pero me doy cuenta que no puedo quedarme, ahora si soy un nómada…
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