Inspiradora como pocas, París siempre fue considerado por mi refugio de escritores malditos, artistas incomprendidos y románticos empedernidos, por eso parís siempre la considere bohemia, dada por su inclinación al arrebato creativo, su parsimonia alegre y cierta melancolía que aún hasta estos días respiro en sus calles; me encontré paseando en Montmartre, coronada por la basílica de Sacré Coeur, ubicada en la parte alta de una empinada cuesta que brinda la mejor vista de esta ciudad, me decidí a dejar la muestra de carne con uno de los laboratoristas con quien tuve trato aquel día después del accidente, confiaba en que leería la dirección que deje en una nota pegada, si era en efectivo carne humana bien podrían curarlos, si no, sea lo que tuviesen que les provocara esos temblores serían examinados y curados por medio de esa muestra, en cuanto a mi amigo Alphonse, no supe de él más que su nombre.
La noche cayó muy rápido en Montmartre, apenas hube pagado una habitación y acomodado mis enseres, cuando la tarde se adornaba de noche; me encontraba en un barrio otrora habitado por artistas de la talla de Edgar Degas, Henri Matisse, Georges Braque, Juan Gris, Vincent van Gogh y Toulouse-Lautrec, entre otros, donde aún se conserva mucho de su espíritu de antaño; estuve caminando por entre los locales, las personas, las calles, todos eran luz, camine hasta La Place du Tertre, lugar donde pintores callejeros, caricaturistas y artesanos ofrecen lo mejor a los turistas pero, yo no me encontraba entre ellos, el tiempo que estuve aquí estudiando fue suficiente para sentirme parte de esta bella ciudad; me dirigí al lugar donde nos citamos mi amiga y yo, esta misma tarde había enviado una nota a su dirección y recibido respuesta de vernos en un café de Montparnasse.
A diferencia de otros barrios parisinos, Montparnasse ha conservado poco de su antiguo aspecto, para convertirse en un barrio de Brasseries con grandes terrazas que por las noches suele llenarse de multitud y variedad de personas, sin embargo seguían los tradicionales cafés que eran mencionados por grandes escritores de la llamada ¨generación perdida¨ y a los que acudía con Aimé en nuestros tiempos estudiando; era lo que juntas nos gustaba llamar ¨ l'heure du café et légendes¨ lo que traducido es ¨tiempo de café y leyendas¨, fue una grata satisfacción saber que vería una vieja cara de antaño.
Me senté en el Café de la Rotonde, afuera hacia un clima cálido a pesar del resistente invierno de París, las luces inundaban las contraventanas de un viejo edificio y otras desde los faroles hacían placentero un deseo de caminar al lado del rio Sena, todo era hermoso como siempre me pareció de la bella ciudad de las luces. Pasaron unos minutos antes de que distinguiera a lo lejos esa cabellera castaña de Aimé, venia animosa de ver desde su punto mi cabellera negra y la boina púrpura que ella me regalara a la hora de mi partida.
- Salut Luisa, comment allez-vous?
- Me encuentro bien Aimé, ¿y tú?, cuéntame que ha sido de ti en estos días. - Estoy bien me ha ido de maravilla, ejerzo medicina aquí en París, me alegra que hayas venido, ¿Cómo te trasladaste hasta aquí, en avión?
- No, vine en tren, es que pase antes a visitar a los familiares de mi esposo en España para avisarles de su muerte – Dije con la mirada baja y sombría.
- Lo lamento mucho, no sabía que falleció.
- No te preocupes – Cambie notablemente mi índole para no afectarla a ella con mi duelo – Dime ¿qué es lo mejor que podríamos ordenar?
La noche transcurrió en una deleitable charla y cena, una llovizna ligera rodeo las terrazas, mientras nosotras por debajo del toldo veíamos correr personas refugiándose de la lluvia y tal como solíamos ser, comenzamos a inventar historias acerca de las parejas que se besaban y como no hacerlo en una ciudad tan romántica.
Finalmente la velada concluyó, ella tenía que entrar al internado en el hospital y yo regresar a cambiar vendajes en el hotel, prometimos vernos mañana a la misma hora pero esta vez visitaríamos un viñedo a las afueras para que un amigo suyo nos diera a probar un magnifico vino que se estaba convirtiendo en la sensación del mundo, era lo que calificaban los críticos como ¨beberse una sensación¨.
- ¡Eso yo lo juzgaré!
- Vamos Luisa tú no eres precisamente una gran catadora de vinos, tu solo te los empinas.- ¡¿Qué?! – Exclame entre risas – ¡Yo sé de vinos mejor de lo que tú sabes en postres!
- Como dijiste veremos mañana.
Nos despedimos en un fuerte abrazo y cada una partió por lados opuestos. Una leve brisa me acompaño al paso, hacia que parte de un mechón de cabello se atravesara entre mis labios mientras las pisadas de unos tacones resonaban en la callejuela rumbo al hotel, una sensación se avenía, me detuve un instante después me gire a donde se encontraban los cafés y vi en ese instante con un garbo resuelto y elegante, un caballero con sombrero y saco, era alto y esa barbilla me recordaba mucho a… ¡Alphonse!, ¡si, si, si!; se encontraba a algunos metros comprando un café y un panecillo, me decidí a alcanzarlo, me aproximaba a él tanto como mis tacones me lo permitían pero una muchedumbre salió corriendo frente a mí, al parecer era un concurso o algo así y toda esa gente participaba, cuando se hubo disipado el gentío él ya no se encontraba, un poco triste me regresé a mi paso ¨París no es tan grande, seguro si el destino permite, le veré¨ me dije y camine rumbo a mi cuarto en el hotel.
- ¡Mademoiselle! ¡Disculpe tiene una carta! – Desde el lobby llamaba el gerente alzando en su mano derecha una carta, no imaginaba quien podría habérmela enviado.
- Merci Beaucoup Monsieur.
La carta venía firmada a nombre de una dirección de México, era extraño pero podría tener que ver con cosas de la clínica donde yo ejercía. La abrí esperando no fuera más que una premisa para que volviera.
Hospital San Vicente Alcázar
Villera y Ruiz #825 Col. Doctores
Código Postal 34608
19 de enero de 2007
Presente:
Se informa a Luisa Renovato Cunillé que por medio de la presente dirección médica demanda viable a la ley SA08725 del código médico del Hospital San Vicente Alcázar la renuncia a no más tardar para finales de mes actual del presente destinatario. Debido al creciente recorto de gastos, y la crisis económica que ha convenido en el despido masivo de personal médico, el Hospital San Vicente Alcázar se ve obligado a liquidarlo(a) de manera inmediata, se agradece de antemano toda su trayectoria a lo largo de su trabajo en este Hospital y que en vista de la posible mejoría podrá nuevamente ser recontratado(a).
Atentamente: Hospital San Vicente Alcázar.
Era mi despido voluntario… Me sorprendí, francamente esto no estaba bien para mí; aunque el monto de liquidación sería lo bastante grande para vivir cómodamente un año, trabajar era una forma de vida para mí; había estado trabajando por periodos, a pesar de vivir en Umuraccaray iba constantemente en avión a trabajar por un tiempo de 6 meses y volvía, era cirujana general en ese Hospital privado pero gracias a él podía encontrar ofrecimientos para servir a los poblados cercanos de manera gratuita, aún podía ir y atender pero sin una firma de Hospital con que tomar como responsiva no podía ser contratada para ayudar, no al menos para los lineamientos que requieren la ayuda humanitaria. Me senté al pie de mi cama con la carta en una mano y la otra vacía al aire colgando, la pase delicada en mi cabeza con el cabello dividiéndose entre los dedos, ¨ ¿qué harás? ¨
Sin querer, apoyando mi mano en una de las esquinas de la cama, algo del sobre salió, era un tubo de ensayo sellado con un liquido muy curioso de color verdoso, tenía una etiqueta en su superficie que decía ¨ATVRSS¨ y colgando otra etiqueta de un hilo de cáñamo, en inglés ¨To: Luisa¨, esto me era sumamente raro, era una contrariedad enorme, me despedían pero me enviaban un antiviral de las pasadas investigaciones en que trabajé, ¿por qué?, esta cura era explícitamente confidencial y estaba en manos del gobierno, ¿Por qué el hospital arriesgaría a los directivos al enviarme este único frasco de antiviral experimental?, lo tomé y coloqué en una caja especial que siempre traía conmigo para la recolección de muestras, estaría ahí protegido y no importaba que se cayera esta caja, los frascos dentro de él quedarían intactos a cualquier sacudida o golpe, además de ser compacta como para portarse en cualquier bolso.
Durante la tarde seguí preguntándome por qué dentro de todos los especialistas, todos los científicos y los directivos que financiaban la creación de este antivirus, me habrían escogido a mí; tal vez porque yo lo creé pero no tenía mucho sentido, no se trataba de quien creara la cura para el virus que azotaba ya a media Europa septentrional y casi toda Asia sino lamentablemente, de la institución que lucraría con ella.
Durante el tiempo que estuve trabajando para San Vicente Alcázar fui reclutada por una organización para la creación de un antiviral aparentemente a una enfermedad que ya existía, cuando yo y otros compañeros de diversas partes del mundo llegamos a aislar el virus nos dimos cuenta del grave engaño y de la situación en que nos habíamos metido, el gobierno para el que trabajábamos había creado un arma biológica lo suficientemente letal y controlada para atacar cierta área únicamente pero no contaron con el fatal contagio masivo que se produciría. La escapada de esa finca dejo solo a tres especialistas contándome a mí, con vida; sin embargo no me percate de haber llevado con nosotros el antiviral, quien sea que me haya enviado esto debió estar conmigo y haber sobrevivido para enviar esta cura, no iba a dejar esto como caso cerrado, era necesario encontrar un lugar seguro para la cura y un laboratorio de confianza para reproducir esta cura gratuitamente.
Al día siguiente escribí varias cartas a las diferentes instituciones donde ayude y los diferentes hospitales, esperando tener al menos una ocupación y después realice varias llamadas a mis antiguos compañeros de encierro; no recibí respuesta alguna por parte de las instituciones, algunas incluso no existían mas, y de las llamadas realizadas no logre dar con el paradero de mis colegas, no sé si era porque se fueron sin dejar rastro y no querían ser encontrados o porque habían fallecido.