Queriendo ser semilla

Quien con más crueldad la llaga abre y la daga usa
Contra el pecho cálido, alicaído de la musa,
Quien osó en designarle un nombre que no le correspondía
Ha perdido la batalla, con tristeza ha perdido la vida.


Esta musa que sabe de alegrías y de catrinas,
Responde al nombre suave de Eudora y Luz de día.
Porque allá donde sus ojos duermen el de autores inspira,
Que como imagen vea la llama viva sobre la cimiente.


¿Cuánto veneno has vertido en la copa de una gracia fina?
Que con mentiras compones y mojando su alma, lagrimas le signas,
Ya dejaste a la que siempre fue de índole imprimida
En el paso de muchos, memorias de otros, escritos de meninas.


Donde ya esa musa la muerte abrazó,
Un suspiro se le escapa y aye se escuchó,
Murió de saber tanta realidad donde todo era ilusión,
Tanta verdad de lo que nunca fue amor.


Las cenizas de la musa, solo las esparce Dios,
Que conoce de ella su alegría como su dolor,
Sabe que de ella permanecen las nubes del soñador
Incorregible porque solo ahí vive, vive en la mente del pintor.


Centenario de los años que has dormido a la musa,
La sonda le has quitado y la cinta que la ha dejado muda
Ya el veneno retirado y fuera la daga aguda
Despiértala del sueño y revívela de la amargura.


Toma su mano sensible, fría y desnuda,
Devuélvele el aliento, bésala con ternura,
Como esta realidad que la trajo en añadidura
La tocaste con verdad y la trajiste con premura.


Ya que la has revivido, su tristeza desdibuja,
El alma que le hubiese robado se la han devuelto ya,
Reanímenla, recupérenla que sin ser helada sin ser dura,
Que con nosotros se quede en los sueños sin cordura.


Donde ella es aire libre de escapados respiros,
Donde platinados sus ojos, se vierten aguan muy frías,
Capaces de apagar la llama que dentro de ella ardía,
Enterrando su alma y en la tierra su semilla,
Así vuelve a nacer la musa, así vuelve a nacer la flor.