Su harta soledad sin días inhabiles; llegó deshecha de un mal día, un día en que no hizo nada, el único ruido era un peluche que llamaba por su comida, todas las cosas le habían colmado hoy, el mensaje, el trabajo, los amigos, lo perdido.
Un móvil sonaba con insistencia, le aterraba lo que pasaría despues de contestar, mientras ella pensaba a lo lejos, su cáfe ya se había congelado, era dulcemente frío.
-Siempre quiero creer más alla, siempre imagino que las cosas son así, y siempre me sale todo mal. Esto es lo poco que me queda. ¿que esperanza, que querer?
Con una mirada fría y contemplativa se empezaba a imaginar sus nuevas decisiones, convicciones sin compromisos, hacer las cosas sin pensar en que consecuencias tendría, pero se daba cuenta y reía porque desde ese momento ya le preocupaba herir a alguien inocente. Igual ella quería hacerlo.
Hace meses que su sonrisa era un recuerdo inexistente y apenas hoy un compromiso, y no quería más eso.
-Estoy llena de contradicciones ¿lo sabías?- preguntaba en voz alta mientras el gato seguía relamiendose los bigotes.
Se quedo inmóvil por un largo rato, sentada como le gustaba en su propio sillon, cerro los ojos para visualizar que haría entonces.
El celular dejó de sonar, su respiración se calmo, por fin se decidió a levantarse, deshacerse de todas sus prendas, y meterse en la bañera, el agua la adormeció en lo profundo, el tiempo voló y aún así el agua seguía tibia. Abrío sus ojos brunos al oír que tocaban a la puerta, ella sabía de quien era ese toquido, tomo su bata blanca y con una lentitud abrió.
Era un hombre alto, cabello corto, elegante, le traía una carta. Ella lo invito a pasar, la tomó, la leyó. Él se había sentado muy comodo en el sofa, ella se acerco a él, se sentó encima y de nuevo su convicción empezó. Ambos terminaron juntos en la bañera que aún conservaba su calor. Ella se detuvo de reir y lo miro con seriedad.
-Sabes que no te creo.
-Yo tampoco.
-No estas obligado.
-Quiero deberme.
-No te amo.
-Yo no te amo más:)
Entonces volvió reir, continuaron las caricias y los besos.
Afuera la casa solo oía el resonar de una decisión, si la hacía feliz, para que formalizar.
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