Destinatario

Estas son sólo notas de olvido, recibos injustificados, cartas de silencio y telegramas melancólicos que una mujer de vena negra escribió.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Lorena y el sueño profundo



Lorena escribió con sus dedos arrugados a sus 98 años una palabra. Te extraño. Lorena de tez pálida, con una faz tan cansada llena de una expectativa desconocida y una amalgama de viejas relaciones de café subió una media negra por su delgada pierna llena de hematomas, corrió la cremallera de un vestido fino pero viejísimo lleno de un estampado floreado en rosa y rojo con un fondo de tela negro, tomó las llaves de su auto y se dirigió sin mucha prisa sobre la calle hacia el estacionamiento del hotel.

Lorena que era delgada, se consideraba a si misma el estereotipo de la mujer que puede dar consejos pero jamás podría ser ejemplar; rompió en aquel momento uno por uno los cigarrillos de una vieja cajetilla con la caratula de un cáncer de lengua, alzó su brazo tratando de leer con unas simples manecillas la hora abajo del enorme letrero de propaganda política que le hacía una sombra enorme a las doce del día. Tomó ese viejo bolso de pinza y se adentró en el auto. Se colocó por unos segundos el cinturón y estuvo mirándose fijamente a los ojos a través de un espejo viejo retrovisor.

- Alguna arruga aquí, otra allá, un diente aquí, sin diente acá, ya no veo de este ojo, pero de este otro no veo tan mal, mi cabello... se siente seco, esta blanco, taan blanco... ¿estará bien?

Encendió el motor que apenas carburaba en un auto de un modelo antiquísimo con el foco derecho roto y el izquierdo despintado. Avanzó unas cuantas cuadras hacia el hospital general; el hospital tal como se veía afuera parecía más grande por dentro y en cuanto cruzó el vestíbulo principal después del ejercito de enfermeras de azul subió por unos escalones marmóreos hasta el piso donde se encontraba un joven de 25 años. El diagnóstico que se encontraba en la carpeta café hablaba de un periodo largo del sueño más profundo de la vida, Lorena que había soñado tantas veces con dormir así en sus periodos más depresivos, comprendió que en aquel tiempo era muy joven para desear sueños tan eternos como ese.

Lo vio por un rato, mientras sus conjuntivas secas no daban lagrimas que derramar; al lado de la cama del delgado joven se encontraba una fotografía de una posible novia en el buró, más abajo una caja con cartas muy animadas de posibles amigos, pero nadie rodeaba la sala del paciente en ese momento más que Lorena y un triste monitor que emitía un sonido cada segundo, dos años habían pasado y ese posible amor se había marchitado, los amigos empezaron a dejar de ir en cuanto el doctor había matado la esperanza en uno de ellos y este esparció la fatídica noticia por todos sus contactos y estos a su vez a alguien más, todo esto hasta que de pronto sólo Lorena vino; ella misma tomó una humilde nota hecha en un post-it, "Te extraño".

Al poco rato una escolta de enfermeras llegó detrás del doctor que lo desconectaría, quitaron algunos cables, desconectaron varios monitores y el respirador - cómo si se tratase de una tortura incipiente o una especie de rito funerario estrafalario, irracional, duro e incivilizado. Unos minutos bastaron y los pulmones del muchacho detuvieron su movimiento. Estaba "en los cielos", dijo Lorena, mientras el doctor escribía la hora de defunción como quien llena cualquier archivo o formato.

- Doctor, dígame, ¿cuántas veces ha hecho esto con algún paciente?
- Cerca de 30 veces señora.
- ¿Cuántos de ellos han sido sus hijos?- El doctor se quedó callado en medio de su consciencia abolida por una mujer de 98 años que ya no podía masticar bien la comida.

~Fin~

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