Destinatario

Estas son sólo notas de olvido, recibos injustificados, cartas de silencio y telegramas melancólicos que una mujer de vena negra escribió.

martes, 24 de agosto de 2010

La puerta de Solar



Ya es imposible.
Es por demasiado improbable, como el destino me fuere a jugar tetras tan maliciosas.

Cada rincón vago, cada cara externa, cada ser interno, todos han sido tú, todos ninguno sin excepción. Todos Alejandro, ¡todos! ninguno puede llamarse Darío o Juan porque todos son Alejandro. Y llevo generaciones escuchando tu nombre en todos, tu rostro en muchos y tu forma de ser tan dulcemente mortal, todos la tienen, sin que te busque ahí estas. Hoy caminé largo rato rumbo al Café. Villanueva ya no consiguió hacerme sonreír, ni Villegas, ni Medrano, hasta Lorena me lo dijo, ¨es que tú no lo has querido dejar, por eso estás así, y ya ni te quejes, tú misma te has metido en la mente el pasado¨, fue demasiado fuerte su comentario, pero la verdad así es, pega duro, y es totalmente corrosivo cuando es de alguien a quien quieres. Me quede horas y horas estudiando en el Café, y no conseguí retener nada, mi cerebro se bloqueo por completo y todo porque lo veía a él, hoy Alessandro me apabullo al decir:
-Recárgate, tienes sueño- y era él en la mente ambiciosa de otros.

Luego Alexander llegó; cualquier lugar donde estuviera aunque lo ignorara, siempre conseguía dar conmigo. Esta vez venía acompañado.
-¿Por qué tu USB se llama Alex?
-Me lo regalaron, y el muchacho que me lo dio, le puso ese nombre. Ya jamás se lo quite.
-De seguro le gustabas.
-Sí.
-¿Le hiciste caso?
-No.
-¿Por qué?- No respondí, entonces llega Alejandro Tapien - aclarando, no es el Alejandro que mencione al inicio- para empezar a picar mis costillas, y entonces le amenacé ¨te voy a pegar¨, pero él sabe que no es cierto, que no lo haría y me responde:
-No es cierto, no me pegarías.
-Tienes razón no te pegaría. A menos que hicieras algo imperdonable. Pero eres mi amigo y a todos mis amigos los quiero, por eso no te pegaría. Y en eso Alexander responde entre risas:
-No somos amigos y aunque no me quieras, no me pegues.
-¡Vaya!
Y ya preguntándome si tengo novio, su cara cambio mucho cuando hubiese dado mi respuesta. Sí.
Lorena estaba conmigo a esas alturas.
-¿Es de aquí?
-No, está en la Meradineva
- ¿Y cuando lo ves?
-Cada dos meses.
- Yo no podría estar así, yo me quejo cuando no lo veo en dos días- No quise hablar más.

Y así fue todo el día, con ¨hola bonita, con ¨¿cómo estas preciosa?¨, muchos me decían que si andaba con Alessander, y no era así, solo me gusta jugar con las manos indistintamente del sexo de la persona, no hay tal relación con lo que siento, pero pues no hay manera de evitar esto. Su recuerdo está en las letras A, en los ojos inocentes y desilusionados, ahí está, y es porque no dejo de pensar en el mal de aquellos años pero, ¿qué puedo hacer?, me dicen mensajes tan extraños todos y yo no capto nada en absoluto, como siempre muy despistada para esto del flirteo.

Ya me canso de ese tipo de amabilidades, si conociera a alguien que no tuviera en su nombre una A, que no fuera inocentemente dulce, ingenuo ni demasiado torpe, podría sentir que no repito éste deja vú de la historia donde todo lo que creía de él se vuelve basura. Me quede bajo el toldo de las puertas del café Solar. Llovía mucho afuera y esperaba al camión para irme a mi casa. A mi lado se había puesto un joven, no lo vi mayor de diez y nueve, pero no me había percatado de él, si no cuando inicio conversación conmigo. Si así empiezan todos. ¨que mal clima¨, ¨muy bueno el mocca¨.

Sin embargo pues no hay razones para la descortesía. Y aún así no me arrepiento, la conversación se torno muy interesante. Le gustaba la política, estuvo dentro de la guerrilla algunos años, y viajó a muchos lugares dentro de la República. Ahora era docente en Medicina con veinticuatro años de edad, ¡increíble!, la prueba de fuego inicial fue saber su nombre…
-Disculpa, ¿cómo te llamas?
-Guillermo Esparza
-Mucho gusto Guillermo.

Me habló del tiempo que estuvo en la guerrilla, de la política actual, sobre un periódico autónomo del cual él era editor y de porque se decidió a estudiar Docencia Médica.

-Tarde bastantes años antes de estudiar algo en conciso, originalmente estuve estudiando Letras Hispanoamericanas, Periodismo, en la universidad de la capital, pero siempre tuve una afición por la política y eso me hizo muchas veces faltar a mis clases, por lo que me suspendieron, entonces ya por ese tiempo no podía estar en ningún instituto, por lo que estuve medio año en la guerrilla muy metido. Pero se fueron cuatro años, estuve en algunos movimientos, muy variados y diversos, conocí mucha gente, eso ayudó al espacio cultural que abrí para compartir con mis lectores, y además dar espacio al talento joven que descubrí en mis viajes, también nos dedicamos a utilizar el dinero recaudado en nuestras ponencias para trabajos sociales humanitarios, contribuimos a levantar la biblioteca de la capital, la escuela del pueblo en Granada, y reservas alimenticias y de ropa para los damnificados del huracán Imelda. Al final me decidí a entrar a medicina. Era una extraña sensación, era como si debiera estar aquí, y no era difícil, siempre me gusto, mas no era mi principal afición. Y hoy, bueno vine a estudiar aquí.

Me despedí de él, mi memo, a esa hora ya se había anochecido por completo. Pero de ahí en adelante lo noté constantemente. Platicábamos cuál colegas. Compartíamos mucha información y métodos clínicos.

Sucedió un día que camino de nuevo al café Solar, vi a Alejandro, el tipo que anduve evitando toda mi vida, caminando hacia mí, no quería verlo, pero venia agitando su mano para detenerme gritándome a lo lejos. Iba a atravesar la calle y por las prisas no me detuve a ver las luces. A mitad de la calle un camión me embistió, ya ni pude ver bien ni el color. Solo oí algunos gritos, y luego nada. Estando ya consciente, pregunté al enfermero que checaba el suero.

-¿Qué día es?
-5 de octubre- ¡Noooooo! ayer fue el examen. Me frustré por completo, no me importó los huesos que me dolían, ni de la venda en la nuca, no me percaté de la cantidad de sangre que tenían que reponer, solo importaba que tenía examen. Y para acabarla de amolar sí, ahí estaba Alejandro, que más desgracias haría el destino esta vez…

-Estuve buscándote.
-¿Para qué?
-Vine porque necesitaba decirte perdón...- hizo una larga pausa, pero para mí, y con el shock que me representaba esta curiosa situación, fueron segundos.
-Creo que hice mal, bueno hice mal, y siento que te debo una disculpa, era muy tonto, yo sé que era muy tarado, pero quiero que sepas y que me perdones.
-¡Hey no hay problema, realmente no paso nada, estoy bien, fue de seguro una chiquillada la nuestra, te perdono y no te preocupes por ello!- disimulé por completo lo que había significados cinco años en tan solo dos minutos, se despidió tranquilo y se fue, jamás volví a verlo y desde entonces ya no temería verlo tampoco.

Poco después llegó Memo.
-¿Cómo te sientes?
-Bien- aún no era consciente de mi estado, todo estaba pasando por inercia tan veloz que desfasaba todo.
-¿En serio?
-Sí, sí, de hecho me encuentro mejor que nunca, liberada, armoniosa, feliz.- Llegó una enfermera que parecía conocer muy bien a Memo.
-¿Sabes que Memo salvó tu vida?
-¿Eh?
-Yo vi el accidente, cuando el camión te atropelló, él supo exactamente qué hacer, tenias una hemorragia a nivel de la arteria femoral, el contuvo la sangre antes de que la perdieras toda, te llevó de inmediato al hospital y por suerte sobreviviste, hubo una ocasión en que necesitaste reanimación.- Estaba por demás sorprendida, alguien había salvado mi vida, nunca pensé que pudiese morir así pero alguien logro salvarme en mi ingenuidad sobre la muerte. No es que pensara que no pudiese morir, pero sí que no sería tan pronto.

Cuando la enfermera se fue, estuve mirando a los ojos a Guillermo. Toda esta experiencia, me hizo ver que todo estaba orillándome a un camino, desde mi paranoia por no querer ver a Alejandro que provocaría el accidente hasta que Guillermo me conociera, y entonces debajo del toldo de la puerta del café Solar comenzó nuestra historia.

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