Destinatario

Estas son sólo notas de olvido, recibos injustificados, cartas de silencio y telegramas melancólicos que una mujer de vena negra escribió.

lunes, 23 de agosto de 2010

No es cierto, no has muerto.


Ayer recogida la noche sobre una cuna de angustia, donde cada cosa dentro de esta habitación me recordaba tu llegar, tu estancia y tu partida, descubrí que era un recuerdo aquel muerto, aquel muerto que escondimos bajo la llave de una caja verde. Ni la actual boda, ni el divorcio futuro podían hacer mucha diferencia como ninguna insignificancia, sepultado bajo la tapia en ruinas y rodeado de piedras encrespadas, donde yacen los pedazos de mi corazón en una fosa común sin identificación, ese lugar donde ya nadie puede identificarlos y ni yo misma me atrevería a sacarlos.

Ahí donde tú y yo enterramos por siempre aquel arcón verde en que fueron enterradas miles de cartas, miles de canciones, miles de recuerdos y añoranzas, entre tierra y naturaleza muerta, están los días que me hacían sentir joven. Las ricas charlas, las visitas continuas, ya no viven, eso si ha muerto. A donde enterré mi corazón yacen los héroes de los buenos días de la Alforja. No soporté más, como imaginaría que el mismo día de comprometerme me divorciaría.

Tan señorial ceremonia, tan bello vestido y tan bonita mujer, hechas trizas de una sola vez. Ya estaban mis cosas empacadas solo hacia falta partir, y así lo hice, partí sin que nadie se diera cuenta y sin que nadie me esperara en algún lado. Nadie en la recepción se percató hasta que la novia no apareció para el último vals y fue mejor así.

Manejé miles de kilómetros y horas incontables de silencio, en mi viaje lloré mi antigua desdicha, lloré las oportunidades perdidas, y la caja verde sepultada bajo los tres cipreses del cementerio.

Sin más sufrimiento se fue poco a poco el rencor, y lo sustituyó verdadera paz, solo porque ya reconocía que esta historia siempre o se podría repetir o yo perder contra el destino y sola quedar, pero así no es.

En la madrugada tuve que detenerme a recargar el galón de gasolina si quería avanzar hasta no encontrar como volver, sino después de mucho tiempo.

Entré a una peculiar cafetería, todo dentro de ella eran pilares de madera en cada rincón, las ventanas eran cubiertas por unas cortinas rojas semiabiertas que dejaban pasar el color de la noche por sus espacios, y la atmósfera era más penetrante conforme me adentraba, no era como cualquier cafetería, las velas tintineaban su llama perpetua por cada mesa; pase a sentarme, me quede un lapso de indeterminado tiempo, deje volar las horas y yo miraba la lluvia golpear con dulzura los vidrios, escuchándola caer y sintiéndola lavar mi corazón que ya descubría desenterrado, lo traje a la vida solo para verlo sonreír una vez más, y recordé como dichoso encontraba ojos soñadores y rayos de luna, labios sinceros... que triste traición, pronto el lugar quedo vacío y una sola veladora iluminaba el sitio. Me encontraba para esas alturas sin mucha noción de realidad o espacio, y ya me iba a emprender viaje cuando desde el fondo de las sombras alguien llamó.

-Señorita, espere, olvida su caja.
-¿Caja, que caja?- por un momento me vino a la mente un trozo verde siendo carcomido por la naturaleza de la madre tierra.
-¡Su comida para llevar!
-¡Ah!, vaya gracias- surgió una pausa en que me perdí con la mirada baja y él observaba con peculiar extrañeza.
-Disculpe, ¿se siente bien?
-¿Uh? ahm, ¿qué?, ¿por qué la pregunta?
-No la veo bien.
-Estoy bien.
Y ya me decidía a irme, pero el muchacho insistió.
-Mire, si desea, le puedo hacer compañía en lo que espera -asumió que esperaba a alguien, por el vestido- prometo que si quiere silencio, estaré callado- me iba a precipitar a reírme pero no era el momento correcto.
-Puedes quedarte y por el silencio y por esperar tampoco me preocupo, no hay por que esperar, no hay silencio más grande que el que no haya vivido, sera mejor si podemos hablar.

Y de ahí saqué las cenizas para devolverlas al aire y verlas volar, de nuevo empecé, y de nuevo aseguro por algo me iría a caer, pero este corazón no entiende de caídas, amar y caer, amar y caer, hasta que un día me de cuenta que no me volveré a levantar...

El amor es la unica caricia que puede matar.

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