Destinatario

Estas son sólo notas de olvido, recibos injustificados, cartas de silencio y telegramas melancólicos que una mujer de vena negra escribió.

martes, 7 de diciembre de 2010

Sin Nombre [Cuento]

El violeta expresa lo inconsciente y lo secreto.
Si se oscurece, es el color de la superstición.
Se vincula con las tinieblas, la tristeza, la muerte y la nobleza.
La Rosa Púrpura.




CAPITULO 1.- La muerte.


     Surge de la noche callada los susurros con el eco de las cosas que he visto al lado de él, y mientras el mar besa esta playa ajena busco en vano el brillo de tus ojos que me solían mirar después de hacer el amor al amanecer; con un inmenso cielo bajo las estrellas titilantes recuerdo todo lo que rodeo tu vida, mi pelo en tu frente, tu frente a mi boca, y solo queda esta soledad arrepentida, con mi piel acostumbrada al deslizar de los cayos de tus dedos enamorados de tu guitarra y de mi cuerpo. Allá en La Cruz de Soreboca ya te han dado ceremonia de sepultura junto con mis antiguas alegrías que se han muerto, mas aquí en lo lejos donde no concilio la vigilia de tu puerto, aún queda la estela de la barca mortuoria en que te has ido. Estas aquí sin estar conmigo, donde cada objeto tuyo cobra vida y de mis memorias te devuelven a la misma, te destapan de tu féretro, te sacuden como si aún pudieras vivir, como si aún siguieras con tu caminar pesado por aquí, entonces decido deambular por las calles de la isla junto con la humedad de verano que las mantiene cálidas para ver si consigo desembarazarme de este frio que me atosiga por tu repentina partida, pero es inefectivo, sigues aquí sin estar aquí.


     Regresé a casa sin la menor idea de que hacer, afuera en mi ventana amanecía y mis ojos contemplaban con tristeza tu muerte en aquellos cerros de La Cruz de Soreboca, no sé si era esta locura desgastante o la realidad pero, apreciaba incluso como se erigía sobre la punta del cerro tu cenotafio, tu estúpido accidente. Entonces reía incoherente porque no te hubieras ido si yo no me hubiese exasperado contigo, y entonces jamás hubieras salido en la barca, nunca habrías subido al cerro irritado a gritar cuanto odiabas mis cambios de humor a los arboles y luego el viento me trajera tus quejidos aquí a la isla de Umuraccaray, ocasionando que me enfureciera más porque todos los habitantes te escuchaban también. Ahí sí, como odiaba el viento de la costa y como odiaba ese cerro que no escondía tus secretos, todo mundo los sabía, sin embargo a nadie le importaba; nunca le ha interesado al humano las cosas que deba decir la naturaleza, menos las ideas que traía el aire, no el llanto ni tus enredos. Así sobrevenía aquel leve alarido crepitante, corto, y ahogado, tú cayendo por el acantilado hacía los infames picos encrespados de un cerro sin piedad, desvaneciendo tu cuerpo entre las piedras filosas ensangrentadas y llenas de sesos; resbalaste en uno de tus puntapiés que dabas a las piedras cuando te llenabas de cólera y tu cuerpo cayó sin remedio.


     Nadie escucho nada después de eso, incluso la brisa en ese instante cesó, como si todo hubiese sido una complicidad del follaje, las laderas estrechas y abruptas para acallar al faraute de tu fallecimiento. Después ningún rescatista pudo sacar tu cuerpo del abismo donde caíste, tal vez por eso me persigue la imagen de tu putrefacto cuerpo que no me deja cerrar los ojos cada noche desde tu fenecer y cada día el sol se vuelve una estrella rota y gris que no hace más que recordarme la sonrisa amplia de tu boca y por consecuencia tus ojos desorbitados por el inminente terror que de seguro sentiste al precipitarte a tu fin.


     Los amables pobladores colocaron una tumba sin nombre para ti, nadie en tu familia sabe aún qué has dejado esta vida, solo yo y trescientas personas locales de La Cruz de Soreboca; es por eso que me preparo para avisar a tu familia y para empacar, no quiero estar en un lugar que solo me rememora a ti.


     Al día siguiente el sol era diferente en Umuraccaray, era un día en que agobiada me detenía imaginando porque dentro de todas estas personas, en este mismo lugar y tiempo coincidimos, mas ya te perdí, tanto tiempo para perderte así; mi mente se esfumo a recordar antepasados, viajar en los espacios vacios que hoy dejaba, mientras los rayos se filtraban con su color sepia por las rendijas de nuestra cabaña, me brindaban un calor enervante y por un momento recordarte dormido ahí sobre nuestra cama, me hizo sonreír, entonces tu imagen se desvanecía frente a mí, poco a poco esas sabanas desaparecían tu dorso, y esos rayos que jugaron con mi imaginación ahora solo eran luz y partículas de polvo flotando en el aire con ese cadencioso flotar, era hora de dejar todo, era tiempo de emprender el paso.


     Al salir cerré nuestra cabaña esperaba que nadie la saqueara, pues decidí dejar todas tus cosas a excepción de tu viejo cuadernillo de canciones, todas ellas me hacían sentir muy bien porque creería que no te habías ido, que todo era parte de un terrible sueño. Camine entre las callejuelas de la isla, entre las casas con sus balcones volados y las grandes puertas de madera; algunas de ellas destacaban por su generoso empleo de los azulejos que se desplegaban en su fachada añadiéndoles vivacidad y color, y con ello el contraste entre este y la ornamentación de la argamasa encalada y finalmente una rica cornisa rematando todos estos hogares, Umuraccaray era esplendida por eso, por sus finos detalles, su arte, su cultura todo en ella me inspiraba a crear; años atrás esa fue la razón por la que vine aquí sin saber que aquí conocería un amor como ninguno. Me dirigía buscando ir por última vez a la iglesia y la capilla de Santa Blasa Villalpando, no era tan bella como las otras edificaciones pero sus misas eran lo mejor; sus capillas constaban de uno o varios arcos y eran presbiterios al aire libre, es decir, que daban al atrio. Se usaban para oficiar los ritos religiosos nuevos con la presencia de los indígenas, mientras estos se preparaban para entrar al templo, tenía sus muros sostenidos por contrafuertes y coronados en almenas, una espadaña remataba el templo y finalmente el portal de los peregrinos; ir a esta iglesia era mi máxima calma y felicidad, su eco me hacía sentir absorbida por las pinturas del encuentro de dos mundos, la desolación que implica el choque de culturas, más arriba en sus cúpulas los ángeles y las cornucopias hacían de este un esplendido lugar para rezar, para despejarse, para encontrarse. El muro de sus escaleras con la pasión de Cristo era tan realista que te sembraba la mirada del mismo incluyendo su aflicción, y el retablo del muro tras el altar, que era una influencia ejercida desde España, tenía colocados pinturas y esculturas con un estilo barroco.


    Entré tras abrir sus grandes y pesadas puertas, no había misa a esa hora, ni el confesionario estaba disponible, era un vacio acompañado solo por miradas estáticas de figurillas, un juicio sobre mí alzándose imponente y la llama bailarina de las velas. Cerré las puertas y me dirigí hacia enfrente a rezar por la paz de él, a rezar por mi paz, y por la de sus familiares. Cuando termine, hice una persignación y me dispuse a marcharme, en ese instante uno de los monaguillos que me había estado observando desde el balcón donde se encontraba el órgano, bajo entre las escaleras de mármol de una de las columnas a toda velocidad, me detuve al verlo bajar así ya que podría caerse, entonces me acerque a él.


     - No deberías bajar así niño, Dios nos cuida pero, no de nuestras propias prisas – Se detuvo de seco frente a mí, era apenas un niño de catorce años con ojos inocentes negros y muy abiertos. Me miraba como queriendo reconocer algo en mí.
     - Usted no debería irse.
     - No me puedo quedar, me amargaría mucho de seguir aquí.
     - Descubrirá que no hay razones para amargarse, él sigue aquí.


     No entendí muy bien cómo es que él sabía que me marchaba, ni que yo había perdido alguien, dudo que me hubiese visto en las misas o durante la puesta de su lapida, porque no solía acudir y tampoco estuve ahí cuando los habitantes de La Cruz de Soreboca lo despidieron finalmente que no pudieran sacar su cuerpo. Ignore por completo al muchacho, le di un abrazo y me fui de ahí.


     Camine varias cuadras hasta llegar al puerto, era imposible perderlo de vista por el enorme faro rojo, cerca del mismo se encontraba un amplio parque, le decía el parque de los artistas porque cada domingo se colocaban los pintores con sus caballetes, su paletas y acuarelas a crear magnificas pinturas, reflejo de su cultura, su pasado, las personas de Umuraccaray y la naturaleza que rodeaba la isla. El barco partiría a eso de las tres de la tarde así que podía disponer de algunas horas para ver las obras de aquel día, no todas eran bellas pero algunas destacaban más por su singularidad. Me acerqué a un muchacho de cabello totalmente revuelto, portaba una gabardina y parecía muy entusiasmado con su obra.



    - Es muy bonita – No se detuvo a mirarme, seguía dando pequeños pincelazos al cabello del retrato de una mujer joven y delgada.
    - En definitiva lo es, pero no solo es bonita, es hermosa, es pobre lo que pinto comparado con la dama real.
    - Imagino que sí, ¿ella vive aquí?
    - Ella no vive aquí, ni siquiera sé si exista.
    - ¿Cómo?
    - La soñé, señorita. Pero de entre mis sueños ha venido a invadir cada pensamiento con el que suelo crear, a veces no tengo ni que pintarla, tan solo cerrar los ojos su imagen me persigue, esa piel morena me hace desearla más y siempre está ahí, mirándome con esos soles que no necesitan decir nada más, no se sí ella viva aquí, mucho menos que exista, pero me he decidido buscarla, voy a vender esta imagen solo a su dueña esperando que ella se reconozca en mis obras.


     Me quede mirando como terminaba su obra, sin duda era una mujer indígena, pero destacaba aún más su belleza que sus vestimentas; estaba sentada, tenía sus delgados brazos rodeando un jarrón de orfebrería gigante, que presumiblemente contenía agua, tenía la mirada fija y penetrante; era comprensible que esta mujer viniera a ser una obsesión pasional para este joven, sobre todo porque con tanto esmero la había pintado que incluyendo todo de ella hasta sus labios la hacían un deseo real y loco de amor por los detalles pero, de todo eso, su mirada era lo que más llamaba mi atención no era una mirada tierna, no era una mirada inocente, era la mirada de una mujer que ha tenido una vida difícil y solo conoce de dificultades, eso mejoro considerablemente mi humor, imaginaba que cosas habría vivido aquella mujer.


     - ¿Cree que la encontrará?
     - Sueño con que así sea, sueño que algún día, una mujer baje de ese barco, se acerque un domingo cualquiera a pasear por el parque, después de dar un paseo tranquilo se aproxime a admirar lo que hacemos aquí los pintores, y de entre todos ellos vea este cuadro y pregunte por su autor. Sueño con conocer su sonrisa, sueño con tenerla a mi lado para seguir inspirándome, porque aunque pinte un cielo, unos niños jugando o la playa de Umuraccaray, ella se convierte en el contraste del bermellón y el violeta de mi cielo y la lentitud de las nubes algodonosas, ella es la risa de niños y niñas que corretean despreocupados e inocentes, ella es el agua que besa la playa de los miles de años que harían feliz mi existencia.


     Su manera de hablar de ella me enterneció pero, también me recordaba cuando yo tenía el cielo, las risas y una playa que besar, esto sin duda me dejaba totalmente pensando en el pasado. Le pedí su nombre, pues notablemente me gustaban sus obras y con seguridad si algún día volvía quería ver todas las creaciones surgidas de su alma entregada al sueño.


     - Un gusto conocerte Andrés, espero ver más de tus obras cuando regresé.
     - Espero vuelva para cuando yo conozca a mi amada.


     El viento parecía más amable por la tarde, casi como una tarde que no tiene nada que hacer y se decide a pasar de manera pausada y aburrida con sus aves dormilonas y los arboles serios, era hora de subir al barco. Al momento de estar ahí me sentí cohibida ante lo que dejaba, hacía años que no me encaminaba en viajes, no había salido de Umuraccaray en mucho tiempo, sin duda el mundo ya no era igual, dejaba los cerros, la cabaña y la persona que más ame atrás, a todo daba la espalda al olvido para seguir existiendo, seguir viviendo. Me desenvolví un poco de eso y pensé en el día en que aquel pintor encontrará su mujer, el día en que ella llegará y al ver tal obra hecha con mas ahincó por ella, se enamorará y juntos compartieran la vida, eso me traía una sincera sonrisa.


1 comentario:

  1. Me gustó mucho, y se ve interesante de que modo se desarrollará la historia, le pongo un 10 :)

    (y soy Roberto solo que no supe como poner mi perfil de wordpress aqui XD)

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