Destinatario

Estas son sólo notas de olvido, recibos injustificados, cartas de silencio y telegramas melancólicos que una mujer de vena negra escribió.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Sublime


Hace tiempo le habían preguntado porque pensaba así, porque creía que si moría no haría la diferencia, condenarse así misma al sufrimiento era su plan sin duda pero la duda siempre fue el porqué, pasaron los meses y efectivamente como cada año, tenía que pasar por el mes de su muerte, no es que esté fallecida, seguramente de otra manera no seguiría contando historias y no, tampoco se refiere a las formas metafóricas de fenecer, pero es un hecho de que murió y vivió, después de todo, lo único que el humano hace después de nacer es empezar a morir, sin embargo importa más como empecemos a hacerlo y en qué condiciones.

Así como siempre le había gustado en sus imaginaciones siempre rodeada de agua, así decidió las condiciones de su muerte, le dolía la misma muerte, la muerte del olvido y pidió al menos ser recordada, pero el olvido constante era su peor enemigo.



El día que decidió morir bajo el agua nada había salido bien, tenía la playa hermosa, un atardecer tan naranja y un sol a punto de hundirse en el agua como ella, así era este lucero, un lucero que quería dejar de brillar, quería dejar de exhibirse como una cura, como alguien con dulzura y risa llena, quería dejar de fingir cuan feliz era, porque la verdad es que a pesar de reír nadie podía alegrarle el alma, ni encender su luz.

El tiempo bajo el agua fue eterno, ¿será cierto que el tiempo, a pesar de ser una noción, a la hora de morir transcurre más lento?, así le pareció, afuera el día era claro, todos se divertían a pesar de que ella estaba en el fondo, los escucho reír porque el sonido a través del agua era fuerte y se transmitía aún más profundo que el eco de una caverna, sí, afuera reían y ella lloraba porque esa felicidad no le pertenecía, y lo más triste es que nadie puede ver tus lagrimas cuando estas bajo el agua, le paso por la mente en dejar una nota pero, era ridículo, que podía decir, que podía ella explicar para semejante acto, decidir morir.


El tiempo avanzaba lento, ella moría lentamente, no dolía, no había ni siquiera toda esa presión que se aglomera por la sangre en el corazón, ella simplemente vio y sintió paz, una paz muy extraña, porque sentía su cuerpo inquieto convulsionándose por el ahogamiento pero su alma quieta, como aprisionada.  Poco a poco empezó a experimentar sus sensaciones, el agua entre la que se batía la sentía en cada fibra de su cuerpo, esa corriente que la arrastraba hondo y lejos, seguía escuchando las risas a lo lejos y también empezaba a escuchar el agua que se filtraba a través de cada orificio en su cuerpo, como ella no había tomado aire simplemente el agua entraba sin presión y sin prisa, como si le quisieran dar más tiempo para pensarlo mas era tarde, el agua la escuchaba caer por sus oídos como cuando viertes en una botella grande un liquido, así se escuchaba. Sus sensaciones se estremecían más, el aparente dolor anímico que la doblegaba al acumularse en su corazón ya no lo sentía, no sentía ese nudo ya.


El tiempo estaba pasando contaba los segundos no hacía más de dos minutos pero cada sensibilidad corría deprisa, empezó a recordar las cosas, la ilusión con aquel muchacho al que nunca volvería a ver, el maltrato físico, la humillación, la tristeza aglomerada en el techo de sus pensamientos, la soledad elucubrada que no la dejaba sola por ironía, y de nuevo reflexionaba donde estaba, bajo el agua. Sentía mal que nadie se enterará que estaba ahí pero de ninguna manera haría nada o la detendrían en definitiva, el tiempo transcurría y todo sucedía en cascada, pensó en el mar, jamás había que fiarse del mar, que las costas que abrazaban sus suspiros penosos, solían deslizarle las lagrimas saladas que convertían sus pensamientos e ideas aterradoras en espantosos pantanos de desesperación, en su mar de lagrimas que la ahogaban cada vez que le pedían que fuera mejor que callara, ese mar que en las noches la había visto llorar sus recuerdos, los días y las ilusiones fallecidas a una almohada vieja y húmeda.


Un minuto más se añadía a la eternidad, dejo de tener sensaciones, ya no sentía el mar que se la llevaba, no sentía nada, tampoco se preocupó por eso, entonces se hizo presa de otras sensaciones, pensó que vería lo que otros dicen ver cuando mueren y los reviven, pensó en una luz, una calma o la visión de un cielo, pero no vio nada. Lo que vio fue decepcionante, pobre, solitario y vacío, una oscuridad infinita fue lo que vio, una bruma dolorosa y desconcertante, sintió frio, mucho frio, un frio que le dolía en las venas; ahí ya no contó el tiempo, perdió totalmente la noción de donde estaba y que sucedía, no había nada, entonces de un segundo a otro, regresó, morir fue lento pero su despertar fue tan rápido que ni tiempo tuvo de luchar.


Regresó volvió a ver una luz, pero era la luz del día que quedaba, se sintió desconcertada y sorprendida por demás, en la playa acostada se levantó, miro al cielo, no maldijo lo que había pasado, no se molesto de haber visto lo que vio, se dio cuenta del tiempo que paso, 20 minutos fuera de sí, se levanto se quito la arena que pudo y se sentó a seguir mirando el mar.

La tarde pronto se convirtió en noche, ¿se preocuparían si no estaba para la cena?, no le importó, se levanto a dar una larga caminata y pensar de lo que había sucedido, ¿era una oportunidad?, no creyó ser merecedora de una oportunidad pero si imagino que podría ser porque tenía un propósito, no sabía cuál era, pero sin duda tenía que ser uno, después comenzó a reír, tal vez era una tontería, tan solo tenía que intentarlo con más ganas, no, no es cierto, ese fue sarcasmo, no tenía porque intentarlo. No tenía perspectivas pero tampoco razones para irse.


El tiempo después de este incidente transcurrió como esperaba, feliz y doloroso, tal como toda vida, hay decepciones hay breves momentos dichosos, se quedó por los momentos dichosos, porque después de todo, el humano nace muriendo, y ya que la muerte es lenta, prefiere los momentos brevísimos en que podemos vivir, en que podemos despertar, salir de las profundidades del agua y comenzar a vivir con cada sentido.


Creo que es lo que todos deberían saber sin pasar por esta experiencia con respecto al agua, dejar de hacer tormentas en un vaso de agua, dejar de empezar a ahogarse en un vaso de agua, y aprender a nadar en él, porque después de todo, debemos darnos un respiro, emerger y disfrutar cada variedad de sensaciones y emociones.

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