Destinatario

Estas son sólo notas de olvido, recibos injustificados, cartas de silencio y telegramas melancólicos que una mujer de vena negra escribió.

lunes, 16 de julio de 2012

Copas Rojas [parte 1]



Adrián Martel era un hombre sin hogar fijo. Martel sin embargo era muy afortunado, o al menos eso siempre pensé de él; costaba creerlo pero la música y él eran como la asíntota perfecta, conforme más se extendía uno u otro, más se acercaban entre sí al grado de ser uno mismo. Desde su voz melodiosa, dulce y suave, hasta su cuerpo que movía al son de un tango. Adrian Martel tiene más historia que la que imaginan; después de haber decidido apartarse de su familia cuando joven por cuestiones acuciantes de economía, derramó su partida por toda la Argentina, lugar donde adquiriría el gusto por el tango y donde conocería por primera vez la música de Carlos Gardel durante un concierto, donde le conocerían por primera vez a dicho artista, su gusto por este género le valió algún tiempo como cantante en un restaurante cerca del viejo barrio de Almagro, fue ahí donde yo le vi por primera vez con apenas veinte y dos años, el era un poco mayor, eso lo sabría después. Una noche de aquellas en que tocaba durante las veladas nocturnas que se gestionaban en el barrio, se quedó recogiendo los instrumentos y micrófonos y fue la primera vez que hablamos, para entonces la exposición de escritores que componían el evento, habían retirado el proyector y la megapantalla blanca; el evento prácticamente trataba sobre un conjunto de escritores locales que durante la velada nocturna escribían en vivo una historia, mientras las personas espectadores leían conforme el escritor inventaba, bajo fondo Martel cantaba tangos del gusto popular, aunque él poco después contribuiría componiendo sus propios tangos para animar al público en medio de las copas rojas de las tierras de Mendoza y Santa Catalina. Una vez a la semana iba a verlo cantar, a veces con esa mirada nostálgica y una angustia en su pecho que sabía expresar a través de su voz pero otras ocasiones se le oía tan enamorado que me hacía pensar que había alguien más.

Estuvimos tiempo conociéndonos desde aquella noche en que por primera vez le hablé; íbamos y veníamos entre las calles plateadas bajo la luna poco después de las veladas literarias, tomábamos café hasta Rio Negro donde se preparaba un café con una receta única que el dueño de la “Caseola” jamás reveló, ni siquiera después que murió y nosotros nos quedamos sin café para acompañar nuestras nostalgias. Las farolas daban un amparo de nuestras risas y nuestros abrazos eran un musitar ante los muros como espectadores mudos.  El tiempo volaba en ocasiones y el sol se nos encajaba como cuchillos solares indicando que era hora de regresar.

Debo decir que por él mi vida se detuvo como reloj de cadena descompuesto; como músico, como compositor y tanguero no pudo evitar ser notado y a la primavera siguiente tendría que partir a París en el encuentro de grandes músicos del momento. Nos despedimos brevemente podría decir, ya que en su última presentación por cuestiones del destino llegue tarde y logré entrar pero para sentarme en las ultimas butacas, al final quería ir tras el escenario pero un temor no me permitió acercarme y decidí mejor no verlo, no eran lo mío las despedidas. Me lamentaría mi cobardía más tarde.


Yo seguí con mi carrera y me volví médico en urgencias, tenía cierto tiempo libre a veces y era cuando me dedicaba a contestar las cartas que recibía de París, me escribía a veces muy animado sobre todo cuando se trataba de poder volver a vernos pero algo anestesiado por la melancolía muchas veces me hablaba de una forma íngrima y triste. Poco tiempo no falto en que se presentó un congreso médico que se realizaría en una universidad famosa en Francia y aproveché para comentarle que tendría la posibilidad de visitarlo en mi última carta.

Después del congreso lo contacté desde un teléfono público para saber donde nos veríamos, sugirió un jardín que se encontraba enfrente de una iglesia antigua por la Rue Simovile a media noche; había sugerido que fuera de acuerdo a la ocasión con algo elegante. Llegué con unos minutos de retraso, el taxista desconocía la calle y tardó en dar con ella; finalmente lo vi recargado bajo una luz neón azul y su aspecto había cambiado mucho a como lo recordaba, pero su figura era sin duda inconfundible.

Bajé del taxi mientras él se ofrecía a pagar, no tenía que hacerlo pero fue muy amable. Caminamos unas cuadras subiendo la avenida, y llegamos lugar, la construcción se veía algo especial, antigua, casi anacrónica con respecto a los edificios vecinos; sacó una llave de su bolsillo y abrió el candado que tenía cerradas dos grandes puertas grises, adentro, con un aspecto diferente del de afuera, brillaba con intensidad los focos sobre los candelabros y las sillas doradas me recordaban tiempos mejores, finalmente me condujo a través de dos grandes y rojas cortinas, la siguiente habitación era un viejo salón, que como me comentó él, había cerrado hace tiempo luego de que el dueño muriese y le legara todo a él.

Se disculpó unos minutos, empezó encendiendo algunas luces mientras todo permanecía cubierto por sabanas blancas excepto la pista central que estaba intacta. En seguida colocó un fonógrafo y la pieza musical comenzó. Una luz rosada apuntaba oblicua al centro, tomó mi mano y retiró de mí el saco que llevaba puesto dejando al descubierto un vestido largo rojo y satín, lo mismo hizo con su atuendo dejando ver el traje de noche. Empezamos bailando con la primer pieza de Leonard Cohen, Dance me to the end of love.  Bailábamos juntos sin poner atención a nada más, seguíamos la cadencia de la música y la decadencia en la voz a la par de un sensual “dance me to your beauty with a burning violin ♫, dance me through the panic till I'm gathered safely in ♫” Rodeé con mis brazos su cuello mientras el sujetaba con sus manos mi cintura, valseando de un lado a otro del salón hablando poco y suave del momento, nos deslizábamos atentos solo en nuestra mirada.


Mis brazos abrazaban sus altos hombros mientras recargaba mi cabeza por su hombro izquierdo, todo era perfecto bajo una noche estrellada que se dejaba entrever por los cristales junto a una luna llena luminosa. Las paredes eran de madera con tapiz muy viejo y colgaban varias macetas con enredaderas, la noche se tornaba cálida, la melodía seguía de fondo a un final con un “Dance me through the curtains that our kisses have outworn, raise a tent o shelter now, though every thread is torn”, era una canción penetrante… Él seguía abrazado a mi cintura y con mi cabeza ladeada sobre su pecho, luego volteé a verlo mientras el bajaba un poco su cabeza, mi frente casi quedaba a 5 centímetros de la suya, entrecerrábamos los ojos, un largo momento… emocionante… nuestros corazones latiendo muy fuerte por este primer encuentro de labios, una sensación de alegría placentera. Pero me detengo a escasos centímetros, pongo mi cabeza ladeada sobre el pecho de Martel, escucho sus latidos, casi parecían una arritmia cardíaca, pero no importaba, lo abrazaba más fuerte para reducir la velocidad con que latía su corazón, luego coloco mi mano gentilmente sobre su oreja, lo hago voltear de nuevo hacía mí, entreabrimos nuestros labios que se acercaban a 2 centímetros de distancia, pero un reflejo nos hace voltearnos a un lado para seguir bailando, el ritmo final de la canción se  hace más lento, me mira detenidamente y yo hago lo mismo, ninguna palabra era pronunciada, hasta que interrumpo.

  • ¿Quieres poner otro disco?
  • Sí.
  • Muy bien, ¿“Falling” de The civil wars?
  • Me parece bien.
  • Antes quiero algo de vino.
  • Me parece bien –Dice entre risas- ¿Nos terminamos la botella primero?
  • ¿Toda? – Me rio junto con él- Solo quería un traguito.
  • No es tanto en realidad.
  • ¿Dos copas de boca ancha?
  • Tomamos lo que quieras tomar, no tiene que ser vino tinto.
  • Quiero vino tinto – Tomamos por un tiempo breve frente a una gran chimenea al fondo del salón.
  • Siempre pensé en vino tinto – Tomamos un poco más, nos reímos, eran los gajes del buen sabor del vino.
  • ¿Bailamos? – Martel jaló mi silla en posición inicial para bailar, tomó mi mano derecha y lentamente caminamos hacia el centro del jardín que se encontraba saliendo del salón tras unas puertas de cristal.


Mientras caminamos lo tomo fuertemente de la mano, no paro de sonreír, lo detengo un momento, paso mi mano por su mejilla, tocó su suave cabello café, veo sus ojos tan claros y entrecerrados; sus nítidos y negros ojos parecían roca ígnea y volcánica, los contemplo arder con ese brillo maravilloso, paso mi mano otra vez y de nuevo a tocar su cabello.

  • ¿Corto?
  • Que tiene.
  • Nada- Ríe un poco más.
  • Shhh… Te quiero.

Pone sus manos sobre mi cadera y yo coloco mis brazos alrededor de su cuello, nos balanceamos un poco al ritmo lento del vals con “Poison & wine”, toma delicadamente mi mano derecha y la levanta sobre mi cabeza haciéndome girar. Regreso a su lado siguiendo el paso lento. Luego me estrecha contra él, toco su barbilla con mi mano, bajo su rostro, para ese entonces ya nos habíamos detenido de bailar y depósito un beso leve en su mejilla. Instintivamente se quita la corbata que ya lo estaba asfixiando y la pone alrededor de mi cuello haciendo que brote de mí una ligera risa. Sabía que lo ponía algo nervioso.

  • Tienes calor, ¿te puse nervioso?- enseguida coloco mis brazos doblados sobre su pecho y mientras me abraza seguimos balanceándonos. Pronto decidimos sentarnos en el piso – El alcohol y las vueltas no se mezclan tan rápido.


Adrián se detiene un poco acaricia mi oreja y me mira fijamente a los ojos, sonríe, no sabe por qué. Yo correspondo la sonrisa pero me da pena mirar y me volteo. Pronto lo siento acercar lentamente su rostro tratando de besarme, volteo hacía otro lado de la pena y alcanza a atinar a mi oído; posteriormente nos recostamos y posé mi cabeza sobre su pecho, seguía escuchando sus latidos, me calmaba sentirlo tan cerca de mío. Nos rodeamos con los brazos y miramos el cielo que solo se ha vuelto más oscuro, las horas volaron. Sonrío un poco y aprovechando que esta distraído beso su mejilla, escucho los grillos cerca, y prontamente se abalanza sobre mí girando cuesta abajo la colina sobre la que estábamos, caigo sobre él a una distancia muy corta, río pero de nervios, quedando bajo la sombra. Coloco un segundo beso pero sobre la punta de su nariz.

  • Me siento feliz.
  • Si te hace feliz, puedes besarme la nariz más seguido.
  • Es el alcohol.



Se arma de valor y me roba un beso rápido, me quedo sorprendida pero luego me río para vencer la tensión, así estando juntos la noche ya se ha quedado muy oscura y todo lo que distingo son esos ojos obsidiana brillando, lo besó pero esta vez más lento.



Corresponde y acomoda sus manos sobre mi espalda, gira sobre mí  y se quita el saco, lo sigo besando y de a ratos paro y lo miro fijamente, hay un poco de silencio, me acerco a su oído y le susurro que me siento feliz, toco su cabello, paso mis manos por sus mejillas y lo beso profundamente, me deshago el peinado quedando así mi cabello suelto. Giro sobre él pero no paramos de besarnos y vuelve a colocar sus manos sobre mis caderas, existe ese inmenso calor, me empiezo a sentir sonrojada, tanto que ya no sé si es el calor o la emoción y decido desabrochar su camisa haciéndola a un lado. Poco a poco siento que lentamente desabrocha la cremallera de mi vestido pero sin quitarlo y acomoda sus manos sobre mi espalda descubierta.

Decido sacar mis brazos del vestido pero sin bajarlo, yo lo beso suavemente en los labios, poco a poco, toco su espalda deslizando en círculos mis finos dedos en sus omóplatos. Me empieza a besar profundamente, mientras acomoda su cabeza sobre mi hombro, me abraza fuertemente y posa sus manos sobre mi cálido vientre. Pronto empiezo a sentir una sensación fuerte en el vientre, como algo inexplicable, río un poco y Martel gira sobre mí. Beso enseguida sobre su frente, lo miro y le digo que es lo mejor del mundo. Para esa hora no había sonido alguno ni del fonógrafo y The civil wars ni de los grillos nocturnos.


Se queda callado y besa mi mejilla, vuelve a colocar su cabeza sobre mi pecho mientras mis brazos descansan  en sus hombros. Coloca alrededor sus brazos sobre mi espalda y relaja la cabeza en el pasto. Empiezo a jugar con mis manos sobre su pecho desnudo, es que me agradaba tanto verlo respirar. Besa mi cabeza, siento su aliento pesado y tibio; empiezo a cantar “Razones” y una ancha sonrisa se dibuja sobre su rostro comenzando a darme un ataque de besos. Se endereza mientras me quedo sentada sobre sus piernas. Lo volteo a mirar y acerco mi frente a la suya, casi rozando las narices. Siento su mano ir detrás de mi espalda y retirar el broche de mi sostén, me estrecha fuertemente y empiezo a besar dulcemente su cuello con besos diminutos hasta llegar detrás de su oído. Me besa profundamente mordiendo un poco mi labio inferior. Tan solo ese beso me hace sentir una fuerza chispeante, lo beso en la barbilla así hasta sus labios de extremo a extremo de sonrisa, muerdo otro poco más. Nerviosamente intenta quitar el resto del vestido pero torpemente falla, lo retiro lentamente por él y hago que gire nuevamente conmigo hacia el suelo. Comienza a besarme apasionadamente pero con miedo a proseguir, lo siento en él.



  • No tengas miedo – Le digo apenas con tono de voz y lo beso profundamente por un largo tiempo, me corresponde en todo momento.


Mis manos juegan por su cuerpo, su abdomen, de su pecho a su espalda. Empieza a desabrochar su cinturón, beso su cuello y deslizo su pantalón fuera, me besa más profundamente y volteamos al cielo para percatarnos que nos está alcanzando la mañana, volteo a verlo:
  • Hagamos que amanezca el cielo- Muerdo su labio inferior, beso la esquina de sus labios, beso la esquina de su barbilla, detrás de su oído y me deslizo a su cuello, a su pecho, a su abdomen y vuelvo para besarle los ojos, me sonrojo un poco.

Animado vuelve a besarme los labios apasionadamente, baja lentamente a mi barbilla, a mi cuello, besa ambos hombros y mientras alcanza el borde de mis pechos retira la última de mis prendas y acaricia mis muslos. Me dejo llevar por la sensación, me besa aún con más anhelo, girando encima uno del otro, sin parar de besarnos pero sin proseguir. Lo miro detenidamente:

  • Si no quieres, nada pasará-  y lo beso en señal de que no quiero que se preocupe por ello – Te adoro.

Enseguida me abraza con alivio, me besa lentamente y sin prisas. Amplia es mi sonrisa, mientras el cielo quiere hacerse claro, lo siento recuperar la confianza y gira sobre mí, siento su mano retirar su última prenda. Lo miro con cariño hacia los ojos y siento ese fuego volcánico crecer entre nuestros encuentros visuales. Me dejo llevar por la sensación, quería besarlo con más pasión y beso sus hombros brincando hacia sus mejillas, juego a besarlo y a no hacerlo, besar sus oídos y antojar mis labios, lo tomo por las manos fuertemente y sonrío, en mis labios quieren salir algunas palabras pero no las encuentro. Lo intuye y murmura a mi oído:



  • Te amo- lo repite otras tres veces. Empiezo a sonrojarme terriblemente, enseguida enreda sus dedos por mi cabello, me volteo para que no me vea tan apenada pero mis ojos chocan con los suyos y seriamente mientras lo miro correspondo con un… “Te amo”… “Siempre te quise a mi lado”. Siento su calor y me acerco estrechamente a él, me recuesta, algo tiembla dentro de mí, algo dentro de él siente nervios, nos besamos más lidiando con la tensión, siento sus manos bajar por cuerpo, recorriéndolo, parece haber humedad entre nosotros. Empieza a besar mi cuello siento cosquillas pero me relaja el paseo de sus labios, me siente vibrar mientras los pasa atrás de mi oído, empieza a respirar fuerte y muy profundo, bajo mis manos sintiendo todo su cuerpo, tocando toda la perfección que existe en él, lentamente, nota mi boca entreabierta y la besa, empieza a besarme para que no note lo agitado que se ha vuelto. Siento su respiración pesada, estrecha su cuerpo contra el mío, vuelve a acariciar mis muslos, siento todo de él sobre mí, mucho calor y sus manos recorriendo, coloco mi mano sobre su cuello y sigo besando más y rasguña mi espalda, sin poder aguantar más la sensación de estar tan juntos empiezo a sentir ese movimiento entre nosotros, comienzo a perderme en el momento; lo siento dentro de mí, me escucha agitada y me dice que me ama casi ya sin respiración, me lo vuelve a repetir pero más calladamente al oído, no está seguro si lo oí pero sabe que entendí lo que quiso decir.
Lo miro feliz ya casi sin respiración, totalmente entrecortada, la sensación placentera entre nuestras piernas, casi siento tocar el cielo… Eleva su voz y me repite de nuevo “te amo” yo empiezo a jurar con nunca dejarlo y lo beso repetidamente. Deslizo mis manos a su espalda baja  casi llegando a sus glúteos, lo beso más lento, descubro esa sensación urgente dentro de mí, me siento cerca del cenit  y le repito que lo amo si ningún miedo. Me sonríe se detiene un momento, me besa apasionadamente y empieza a acelerar, me siente retroceder, le ruego que pare pero hace caso omiso, siento la sensación más fuerte, lo sujeto fuertemente, casi arañándolo, no puedo controlar la sensación, grito cerca de su oído, me voy casi de su cuerpo, quiere más.

  • Te amo- Me dice jadeando, hasta que oigo su gruñido.

Estrecha su pecho contra el mío, pasa sus manos por mis glúteos, por mi cintura y mis piernas. Nos sentimos aliviados en un respiro, nos besamos sin separarnos… me repite que me ama. Beso lentamente sus labios y le respondo que yo también lo amaba. Me nace una sonrisa, en él surge igual y nos besamos tiernamente. La mañana finalmente ha llegado imperante con un albor muy claro, el cielo parece incluso más azul que ayer; nos separamos brevemente y tomando su saco me cubre del frío. La brisa sobre las hojas se impregnaba, me abrazaba con el saco cubriéndome y decido recargarme en él. Siento sueño y me quedo recostada sobre su pecho, siento su aliento sobre mi cabeza, lo escucho oler mi cabello que estaba ligeramente ondulado pero algo arreglado, aún olía a fresco y al hacerlo a un lado de mi cuello, sentía su nariz oler los últimos vestigios de un dulce y ligero perfume. Ese único olor que solo se puede percibir a pocos centímetros de distancia, provocaba morder con gentileza mi cuello por debajo de la oreja, finalmente nosotros quedamos rendidos al pasto, con una mañana más fresca y más cálida que nunca.





6 comentarios:

  1. Guauu, que precioso relato. Tan romantico, descriptivo, no solo del encuentro, sino de los ambientes, como si hubieses estado en esos barrios argentinos o calles parisienses. El acto, que se da implicitamente, muy bien tratado, muy bien abordado. No habia necesidad de describir con lujo de detalle, la imaginacion, la parte mas erotica de una persona, nos lleva a complementar tu relato. Ya sera cuestion personal de cada uno de los que lo leamos hacia donde nos lleva y la intensidad del momento que describiste. Muy bonita tu manera de escribir, un erotismo fino y cargado de adrenalina. Como te comente, puse la cancion de fondo y fue como vivir lo que ellos estaban viviendo, muchas gracias por el link y ya sabes que aqui tienes un lector seguro, saludos y felicidades! :D

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    1. Muchas gracias por el comentario, y gracias cuento con usted, saludos poéticos.

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  2. esta muy largo ceeezy :$ te juro q por mas q quise no pude leerlo sorry :S

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  3. Me gustó ése estilo afrancesado que se asemeja a "Lujuria" (que escribí hace un año exactamente).
    Está bien logrado el momento, aunque siento que sigue conservando una solemnidad, evoque fluidos, suspiros, use onomatopeyas, use símiles, piérdale el miedo!!


    Saludos y letras

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    1. Eso viene en la siguiente parte, donde se pierden miedo los personajes, esta parte habla de cuando se conocen y se "conocen", la siguiente dejará un poco de lado esa solemnidad y el lado romántico de la historia. Saludos y gracias por el comentario n.n

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