Destinatario

Estas son sólo notas de olvido, recibos injustificados, cartas de silencio y telegramas melancólicos que una mujer de vena negra escribió.

domingo, 28 de agosto de 2011

El juego de los sexos



No se siente el frío con tan poca ropa, solo cuando él se acerca, lento y seguro me observa desde la esquina opuesta de mi posición, cambian sus ojos, aquellos dulces de ternura por unos más diferentes, no sabría explicarlo, quisiera pero... simplemente no puedo. Su fornido cuerpo seguía acercándose a mí, pronto yo también me acerqué y equídistamos distancias al acercarnos al centro de la habitación, pronto sentí un ligero sudor sobre su cuerpo al juntarse con el mío, ¿estaría ardiendo igual que yo?, pronto sentí, ahora sí, el frío por lo que lo abracé para que quedase más pegado a mí, para cubrir el rosado de mis penas, el color carne de mi piel nueva; pero él no quería permanecer junto a mí, él quería observarme completa sin perder ni uno solo de los detalles que hacen mi cuerpo muy diferente del de otras mujeres, el que hace relucir cuan excitada estaba por el encuentro, pero nuevamente me siguió abrazando como si en ello pudiese sentir que no era yo la que terminaría por desilucionarme de esto; pronto sujetó mis hombros con fuerza, podía sentir recorrer esos labios sobre mi hombro, sobre mi pecho, sobre toda la extensión de lo sensible y erógeno. Parecería que más me desesperaba pero quería darle tiempo, después de eso seguí besándolo y no recuerdo haber visto nada más porque cerraba y abría mis ojos tan arrítmicamente que nada más recordaría visualmente algunos pedazos. Era cierto yo estaba y sentía igual que él y no solo él por mí y no solo yo por él. Continuó así hasta que colocó uno de sus antebrazos sobre mi cuello, las respuestas vagales fueron más que suficiente, la presión directa sobre los senos carotídeos hizo que todo en mi desfalleciera, la respiración... el corazón... mi conciencia y... bueno no se qué más habría muerto ahí, lo siguiente fue un duro despertar en el hospital, una bata clínica, un hombre parado frente a la ventana cuyo entrecejo era de momento símbolo de frustración y preocupación, no sé cual haya sido primero; una enfermera revisando los signos vitales y un doctor checando pulso.

- Todo se encuentra normal, solo fue un desmayo, procure señor no hacerlo con tanta fuerza- Confieso si quería reírme pero me hice la inconsciente aún solo para ver que hacía. Mientras doctor y enfermera ya habían salido de la habitación, él seguía mirando por la ventana ¿por qué no querría verme?, pronto lo vi salir de la habitación, ya sentía la presencia de la decepción, sentía mis lágrimas salir aún con los ojos cerrados y justo iba abrirlos cuando escuché ceder la puerta, era él de nuevo pero se oía algo más parecía célofan o plástico, olía a rosas... casi parecía tonto haber empezado a llorar, se detuvo frente a mi cama unos segundos, lo sentí secar mis lágrimas y nuevamente se acercó a la ventana, no sé que tanto veía, finalmente decidí abrir los ojos, me levanté, según yo, con sigilo y justo a su lado recargue mi cabeza para ver lo que él veía, y afuera un juego de luces de navidad encendía sobre el estacionamiento del hospital un enorme: ¨Gracias¨, esa noche volvimos donde mismo, a la misma habitación y nuevamente sentí ese escalofrío y esas ganas de sentir el calor de él complementando mi espacio vacío, solo que ahora no eran suposiciones mías, eran certezas de que esto podría funcionar muy bien para mí.

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