Destinatario

Estas son sólo notas de olvido, recibos injustificados, cartas de silencio y telegramas melancólicos que una mujer de vena negra escribió.

miércoles, 31 de agosto de 2011

Lo que callamos es... ¿verdad?

Foto extraída de mis archivos, tomada en 2/3/11, el día en que más hizo frío.

¨Lo que callamos podría ser lo más verdadero que nunca haya existido, yo creo... por eso lo callamos.¨ 
 TPR

La dulce mujer, esculpida tan minuciosamente en el hielo me recordó la ultima vez que te vi, hace ya mucho tiempo te recuerdo con tu cabello helado por el invierno cayendo sobre tus hombros encobijados en bufandas; te asustaban, más que nada, los meses de abril porque se parecían tanto a los de octubre cuando mirabas por la ventana, entonces yo solía decirte que la diferencia entre otoño y abril era solo porque en una comenzaba la cumbre de la vida y de las colisiones más importantes como la que forma los cigotos, y en la otra, en octubre era sin duda el síndrome del mes en que todo aquello que vivió regresó a la tierra que lo vio nacer. Cada vez más te quiero seguir llamando ¨Octubre¨ pero pareces pasarte el año entero en la primavera o te salteas hasta diciembre, de cualquier manera, nunca eres mía.

Desesperado por el ridículo silencio de mi casa, tomé camino en medio del hielo, era igual estar dentro que fuera, ya podía ver como el hielo se cristalizaba por dentro de mis ventanas, podía ver las pequeñas estalactitas que se formaban sobre mi calentón. No tenía caso seguir ahí. Busqué un lugar más calientito y sintiéndome más parásito que nada me acomodé como cualquier persona en los cafetines, me senté y pedí lo que mi economía me permitió, después del café seguía pensando en ti, pero no me hacía a la idea de que tu te fueras así como así y decidieras no regresar, el sol sin embargo me ayudo mucho de camino a casa de una amiga, ella era muy extraña, demasiado, su casa era algo que parecía sacado de una novela del siglo 19, cornisas casi reinales, oscuros rincones, repisas de madera tallada con siluetas de flores y figuras singulares, un escape a veces muy setentón pero seguía viéndose antigua su casa, toque a su puerta y con el vaho saliendo entre sus manos por su boca, me invitó a pasar, me ofreció un atole; me agradaba mucho visitarla y a veces no sabía por qué, un día le dije que la visitaba porque su sofá aunque viejo, largo y pesado, era muy suave, hecho y amoldado a mis siestas de la tarde, claro olía a viejo a veces a polvo, pero no me molestaba mucho sobre todo porque cuando llovía parecía que olía a tierra mojada sobre ese sofá. Otro día le comenté que era porque el fuego de la leña que prendía en un tambo de aluminio me hacía sentir más calientito que en mi propia casa con ese calentón de gas, sin embargo hoy fue diferente.

Ayer le dije que la visitaba constantemente porque no podía estar lejos de ella, y el día de hoy le dije que la visitaba a menudo porque aún por su forma de vivir, aislada y tranquila, me hacía amarla con gran turbulencia que de alguna manera debía calmar esos fuegos internos, solaparlos un poco hasta que... ¨fuera leña encendida pero sin fuego ardiendo¨... así debería ser poderse amar, tan solo no me gustaría tenerte ni como abril, ni como octubre.



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