Destinatario

Estas son sólo notas de olvido, recibos injustificados, cartas de silencio y telegramas melancólicos que una mujer de vena negra escribió.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Cuestionar en silencio



Una idea siempre conduce a una segunda y genera una acción, un primer mensajero, envia un segundo y hay una respuesta, un cambio de conformación, de eso se hace nuestra vida de tomar decisiones. Pero importan más las decisiones inesperadas.
El día tan monótono, rutina asfixiante generó en algunos de nosotros en salir e irnos a relajar un poco, cuestiones en que residas en cierto lugar y no te tomes tiempo para conocerlo, hasta un tiempo despues.
Aquel día fue para nosotros la alternativa, el pretexto, ir a comer. Dejamos las cosas y nos escabullimos de lo demás, fuimos y conseguimos lo que buscabamos, alimento y el pretexto. Justo de vuelta por la banqueta de ladrillo, caminando con ese andar tan pacífico y despreocupado, ella que buscaba más distracción se volteó mirando fijamente el costado del edificio y con ímpetu de alegría exclamó:

- Quiero subirme al techo.

Su compañero, un alto y fámelico joven le respondió con la simpleza que le carácterizaba:

- Pues sube.
- Iría si alguien me acompañará
- Pues ve

El tercero que los había estado escuchando pronunció:

- Vamos

Juntos se encaminaron, unas escaleras de cemento conducían al exterior lateral del edificio, mientras que una escalera a manera de tubos subía en dirección al techo.

La primera vez nadie se aventuró, ella no tenía ganas de subir, porque no es lo mismo estar ahí acompañado que solo, era un diversión para más de uno.

La segunda vez, fue decisión unanime, fueron, y ella quien ya había prometido hacerlo en el último día de clases, accedió a subir, una vez que vió a su amigo subir como si nada.
Fue tras de él.

La tarde transcurría maravillosa, a lo largo y ancho del cielo, un azul turbaba su inmensidad, salvo por un avión que interrumpía los gustos.

Tranquilos observaron alrededor techos descoloridos y calles casi vacías de no ser por dos mujeres caminando nadie más perturbaba esa calma, empezaron a lanzar cosas del techo, y aún todo ese ambiente sofocaba el ruido, todo era absorbido.

La situación cambio de tono, entre abrazo y abrazo, cuentas debidas por platicas pasadas, entonces se sentaron un rato, solo sintiendo el viento fresco de noviembre, en un techo claro y solitario, solo el sol adormecía cual somnifero un ambiente preparado.

Finalmente el viento meció las ideas de ella, quien yacía recostada sobre las piernas de él, tranquila se sentía mientras se empezaba a suspender en el sueño de la calidez de una rayos, entonces sintió la mano de él tocar su barbilla y girarla lentamente en dirección a su rostro, lentamente se doblaba para posar sus labios sobre los de ella. El momento quedo impregnado, ella cantaba somnolienta hasta que la besó y cuando terminó, se quedo muda. No quería decir nada, no quería expresar nada, por algo el silencio es el lenguaje del amor.

Entonces se dejo llevar por esa sensación que la inundo de estomago a cabeza. Juntos estuvieron largo rato, no advirtieron que sus amigos desde abajo gritaban para decirles que bajaran, no advirtieron cuando ellos se fueron. Solo dos personas existían en ese techo.

Se quedaron la tarde entera, hasta que fue hora de partir. Fue un gozo de calma. Fue felicidad, nada más.

Se descubrieron mutuamente, todo lo demas no importo. Y en medio de todo esto solo había preguntas que no era necesario hacer con respuestas obvias para responder, por eso cuestionar siempre fue innecesario, solo el silencio. Solo unos ojos cuestionando en silencio. Miradas furtivas y solo eso. 

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- Sabes perfectamente que esa pregunta es de las que se responden solas.
- Aún quiero que me lo digas
- ¿Y si tú me dices primero?
- Ya sabes lo que diré

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