Destinatario

Estas son sólo notas de olvido, recibos injustificados, cartas de silencio y telegramas melancólicos que una mujer de vena negra escribió.

lunes, 10 de enero de 2011

CAPITULO 8.- La verdad de los sucesos


- El 13 de agosto del 2004 desperté a las seis de la mañana, dormía al lado de Darío Amador
- ¿Quién era Darío Amador?
- Mi prometido.
- Continúe.
- El estaba soñando, podía adivinarlo por el movimiento de sus parpados las imágenes que pasaban en sus sueños, estaba cálido, feliz y despreocupado, el sol entraba de lleno por la ventana de nuestra habitación, y ya era hora de marcharme a trabajar; camine muy alegre y simple de pasar por las calles hasta el primer hospital donde trabajé.
- Vitoroueux.
- Si, parecía un día de trabajo común con las mismas personas que siempre saludaba cada día. Luego todo cambio y termine en una celda siendo torturada.
- Tenemos datos concretos de su encierro y el tiempo que duró ahí además del trato que le dieron, ¿cómo llego ahí desde Montpellier hasta Antofagasta en Chile?

Salía de una cirugía de 10 horas rumbo a mi casa, estaba muy oscuro – Expresé con amarga ironía – Lo último que sentí en medio de la noche es que me forzaron a entrar en un coche, creí que me extorsionarían o secuestrarían pero, ¿a quién llamarían? No conocía a nadie con sumas grandes, ni siquiera Darío, y yo apenas empezaba. Me vendaron los ojos y a partir de ahí, solo tuve una noción inexacta de tiempo. Cuando baje del carro tuve que caminar entre lodo y lluvia, finalmente me hicieron cruzar una puerta y entré hasta una amplia habitación después de subir 50 escalones de lo que parecía un viejo edificio o una construcción inacabada. Estuve sentada por horas, junto con otras 9 personas, nadie se conocía y nadie parecía animarse a hablar, el único sonido audible era el del viento golpeando los vitrales del edificio; la lluvia había parado, sin embargo el viento era constante, cada ráfaga parecía querer derribar los muros. Finalmente la puerta se abrió, era roja y de roble; nos invitaron a pasar. Un hombre uniformado con muchas condecoraciones estaba frente a un podio, nos veía con gran interés, todas las salidas eran custodiadas por militares, pasaron unos minutos donde se sentía la incertidumbre y la tensión, hasta que ese alto hombre se acerco al micrófono y comenzó a hablar. ¨Están aquí porque yo los he mandado llamar, soy Ferdinand Monk , General de las Fuerzas Armadas de Alemania, Iniciador y colaborador en la guerra Biológica contra la ASGAL (Asociación de seguridad Gubernamental en América Latina), en los próximos días iniciaremos el lanzamiento de un misil con detonación infectiva, nuestro virus, una rara sepa encontrada recientemente es la base para acabar contra toda Sudamérica, mi rango y mi influencia dentro de este y cualquier lugar me permiten meter una bala en el cráneo de cualquiera de ustedes si acaso alguno me hiciera perder el tiempo o fuera un obstrucción para nuestros objetivos, así que más vale que no me hagan gastar ni una sola bala, puesto que nunca he fallado en mi vida, no habrá segunda oportunidad¨- Tomé tiempo para pensar en lo que me había advertido Messager, él de alguna manera sabía lo de los asesinatos cometidos, luego continúe.


El silencio y el miedo lleno los ojos de cada uno de nosotros, que no haríamos mucho por las circunstancias, pero seguro nos negaríamos, en ese momento interrumpió una mujer que estuvo sentada lejos de nosotros en el fondo de la habitación.
 
- ¡ha!-rió de manera burlesca- ay Ferdinand ¿de verdad crees que estos doctorcitos harán maravillas por ti, por crear una cura? ¿Para qué?, no piensas salvar a nadie que no sea a tus soldados o a ti mismo, y en todo caso deberían estar ambos muertos.
- Efectivamente Ammineth, efectivamente es solo para eso, además de que podríamos hacer dinero con las naciones, ¿podrías siquiera dudar que alguien no quisiera la cura para su nación?
- ¿Ferdinand cuanto tiempo les das?- incitó retándolo a él frente a su escuadra que nos vigilaba, todos quisimos callarla, porque estaba de por medio nuestra habilidad, nuestra velocidad y nuestras vidas para tratar con esto.
- Les doy tres meses, tres meses para encontrar una cura, de lo contrario por cada día que pase matare a uno de ustedes y será reemplazado por otro.
 
Indico que nos sacaran pero antes de salir, una de las mujeres de atrás se detuvo en seco y se volteo de lleno dando su cara al rostro del sinvergüenza.
 
- No pretendo obedecerte, no pretendo hacer lo que me pides, y más que nada, no pretendo vivir para ayudarte a negociar con las vidas mediante amenazas y dinero.
- Bien, parece que ya tenemos nuestra primera huelguista, vamos soldado es hora de que demuestre su lealtad.
- Señor.
- Dispárele.
- Si señor – Y sin miramientos un tiro cruzo la sala y los sesos de la mujer, que inmediatamente cayó al suelo, originaron un charco de sangre de su cabeza. Muchos salimos con la bata moteada en sangre, luego nos condujeron por unos pasillos hasta salir a la plaza central, una mujer que después conocería como Daysi no dejaba de temblar, le pedí que se tranquilizara. Nos hicieron subir a un avión privado y viajamos desde las orillas de Montpellier hasta Antofagasta en una Abadía abandonada.

 
Una vez en la abadía, un hombre se acerco a nosotros, parecía alguien muy diferente de estas personas, su mirada decía algo muy diferente. Portaba un chaleco, una camisa blanca y unos pantalones negros también, su rostro era recto pero tenía una mirada tan melancólica y aunque se veía de más edad en realidad tenía 29 años.
 
- Mi nombre es René Ramos Olivar, soy periodista, y al igual que ustedes estoy aquí bajo condiciones, tal vez menos estrictas pero estoy aquí redactando y como saben solo me dedico a escribir porque todo ser humano despreciable o virtuoso es egocéntrico; naturalmente aquí no se dicen los verdaderos nombres, opten por cambiar el suyo de ahora en adelante, así como yo, sí logran salir de aquí y lo dudo, pueden encontrar mi columna bajo el nombre de Mario Esquidiez, en el Tiempo de España, mando mis notas y llegan allá naturalmente revisadas. Yo les mostrare donde trabajaran y las locaciones de sus áreas de trabajo. Nunca rompan las reglas que les mandaran escritas deben memorizarlas tan cual, de lo contrario su vida aquí valdrá menos que la de una hierba. Naturalmente empezaran por instalarse y en la noche se presentaran en la plaza Mayor para que les otorguen sus protocolos de trabajo. Cada uno de ustedes fue traído aquí por sus habilidades, intelecto y rapidez, más que nada rapidez, fueron estudiados con anterioridad durante un mes; así pues tenemos entre ustedes a Genetistas, Bioquímicos, Virólogos, Médicos, Especialistas de variada clase enfocados con la Epidemiologia y ramas asociadas útiles para la experimentación, por desgracia nuestra Epidemióloga acaba de cometer una tontería, será reemplazada mañana por él que le sigue.
- ¿Por qué no da aviso a alguien?, ¿Quien va a saber que estamos aquí? – Mencionó una mujer que hasta ahora había permanecido pasible.
- Querida absolutamente nadie – Le respondió, la identificaría después como Bioquímica, por su placa en la bata.
 
Finalmente nos llevo a cada uno mostrándonos nuestros laboratorios totalmente simulados en una zona semidestruida, arcaica cual Partenón, y tan solo protegida por hules que se alzaban como campiñas. Luego las habitaciones que ocuparíamos cada uno que en realidad parecían más celdas que habitaciones, y finalmente los calabozos que estaban bajando por una escalera estrecha y totalmente subterráneos. Al momento de llegar a los calabozos señalo la celda 3, no había nadie pero, pareció querer decir algo con eso, no menciono nada porque uno de los soldados nos seguía atrás, después simuladamente alzo su voz para que el soldado nos oyera también.
 
- Si por alguna razón no los asesinan, serán mandados a las celdas y torturados al cabo de unos días, lo que sería mejor decirles, es que los únicos que están aquí son personas que van a morir de alguna u otra manera, enemigos políticos, rehenes y cualquier persona que pudiese representar una amenaza al gobierno. Les recomiendo nunca hagan nada estúpido para ir a dar a estas celdas porque preferirán mejor la muerte.

Procedió a abandonarnos con el soldado quien ordeno fuéramos a nuestra habitaciones. Predominaba un mutismo que ya empezaba a molestarme, sin embargo no iba a mencionar nada frente al muchacho que nos vigilaba.

Entré a mi celda-habitación, solo para encontrar un camastro, una palangana con una toalla, y muros de piedra. Estuve observando miles de posibilidades para huir o para por lo menos avisar donde estaba pero no logre mucho, finalmente me dormí.

Al día siguiente un plomazo despertó a todos, y digo todos porque algunos gritos se escucharon a lo lejos, me dejaron salir, fui observando las personas que me acompañarían, más las que estaban cuidando y más las que trabajaban cultivando afuera. Baje los grandes escalones de mármol hasta llegar a las salas del simulado hospital. El soldado pego sus tobillos haciéndolos sonar y enseguida con voz atronadora tal cual, me dijo.

- Aquí atenderás a todos, ya sean de los nuestros o rehenes, tienes que informar cada cosa, cada palabra y cada padecimiento, si cree que alguien no se salvara, simplemente aplíquele una dosis de plomo de un revólver o si lo prefiere le daremos veneno.
- Veneno...
- Aquí tiene. Era broma, no le íbamos a dar un arma- Y se fue riendo.

Estuve familiarizándome con lo que tenía, llegaban algunos soldados quejándose de las heridas habituales, disparos, explosión de granadas, esquirlas diseminadas por el cuerpo, algunos mas con dolor de cabeza; un día llego una niña, ¡Una niña!, le habían disparado a una de las hijas de una rehén en el calabozo, la niña que había querido introducirse por abajo de los muros para estar con su mama, fue una tristeza, murió inmediatamente desangrada sin que siquiera pudiese salvarla. Creció en demasía mi ira, como iban a dispararle, solo quería a su madre. Pronto llamé al soldado que por ahora parecían decirle, el Tiro Bueno.

- ¿qué sucede doctora?- Lo regañaría pero en vano me escucharía.
- ¿Qué hago con los cuerpos?
- Los revisa primeramente, que no existan signos vitales y luego los pone dentro de estos conductos.
- ¿Hacia dónde llevan?
- No es necesario que lo sepa – Me enteré después que esos conductos iban hacia una fosa común que se incineraba cada mes.

Me quede en completo silencio, el aire podía escucharse a través de las ventilas aterradas, un soldado vigilando en la entrada del laboratorio y el sol de pleno día del mes caluroso de Agosto, esto para mí no tendría avance alguno; pasaron rápidamente dos meses y la tensión por la falta de tiempo ya hacia necesarios algunos avances por ese entonces el Epidemiólogo a cargo ya se había instalado; yo que había tenido algunos principios básicos y estudios conocía algo sobre armas biológicas; puesto que los años de investigación habían sido de mucha ayuda en la detección temprana de enfermedades y su cura aprendí de los virus que manipulaban durante mi estadio en el grupo científico del ejercito en Lenox eran utilizados en muchos métodos y técnicas de combinación genética, lamentablemente por nuestros privilegios utilizábamos soldados para las pruebas, que en su mayoría fueron desastres y pérdidas humanas, no es algo de lo que me pueda enorgullecer. Dado que poseían mis expedientes, creyeron que podría hacer alguna diferencia pero, en realidad mi función dentro del claustro solo era el de tratar heridos y enfermos, así es que me mando llamar el Dr. Leal de Carreón, un Virólogo experto que junto con los Doctores Grajeda y Beltrán, Bioquímica y Genetista respectivamente, aún no lograban aislar el gen que codificaba como Agente Biológico Patógeno. Me dirigí de mi consultorio a el Laboratorio, enseñe mi credencial y se me permitió el paso, cuando entré, tuve que desinfectarme y luego usar un traje especial para evitar a toda costa el contacto con el virus. Esa fue apenas la primera vez que establecía contacto verbal con ellos desde lo de Montpellier, nos miramos por unos segundos y luego el doctor Beltrán se dirigió a mí.

- Tenemos una sepa aislada del virus pero no logramos hacer que sus ARN viral cambié para darnos el gen mortal, no podemos fraccionar y cambiar a menos que se autodestruya, en todo caso si no creamos el virus, no podemos crear la cura, esta simple muestra traída no es suficiente para reproducirla, hable con el General y dígale que necesitamos más muestras.

A esas alturas ya tenía cierto contacto con el General Monk, me dirigí pronto a su cuartel.

- Solicito hablar con el General, dígale que es Lucille – En ese entonces usaba mi verdadero nombre y lo cambié después de escapar de ese lugar.
- Espere aquí – El soldado tardo unos minutos y después regresó para permitirme el paso.
- General, los científicos solicitan más muestras del virus.
- No les daré nada – Mencionó secamente sin siquiera voltear su asiento para verme.
- No harán la reproducción del virus si usted no les entrega más muestras y sin virus no hay antivirus, y sin antivirus, ¿Qué cree?, no hay dinero.
- ¿Quieren más del virus?, se los daré, a cambio de que usted concierte una cita conmigo – Giro su asiento y un feo escalofrió me recorrió.
- No saldré con usted y ciertamente estoy cansada de estar aquí – Salí de su cuartel y enseguida mando a sus soldados a seguirme. Lo siguiente que sucedió preferiría no decirlo, para el día siguiente los científicos tenían sus muestras. Unas muestras letales de acido ribonucleico bicantenario, con ello se me permitió más libertad y se me pidió la participación en la creación del antiviral que ustedes conocen como ATVRSS.


3 comentarios:

  1. O.0 ahora muchas cosas se aclaran, pero debo preguntar ¿Hay alguna clase de guerra underground aquí?

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  2. claro que sí, solo que esta ya forma parte del pasado, poco a poco se develará lo sucedido con el pasado de luisa, el presente que vive y su continuación

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  3. OOH, no puedo esperar para saber más :D

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