Destinatario

Estas son sólo notas de olvido, recibos injustificados, cartas de silencio y telegramas melancólicos que una mujer de vena negra escribió.

sábado, 22 de octubre de 2011

En las despedidas

(Esta canción siempre me ha acompañado desde mi niñez y siempre la tendré conmigo hasta el día que me vaya...)





Las despedidas siempre se asoman sin previo aviso, las largas noches indecisas, aletargadas y a la vez inquietas nublan aquel paraje indómito donde nacen las ideas que carecen de sentido, te sientas arrepentido, te sientes un poco frío y no es precisamente la brisa juguetona y fresca que ha atrapado tu anochecer intenso, ese anochecer donde sabes que ella se ha perdido de tu vista; ella, esa en la que siempre piensas e imaginas que estará haciendo, con quién, que parece para ti la pregunta más importante. Pero lo has perdido, ella misma se ha esfumado de todos tus contactos, nadie más la ha vuelto a ver, y algunos juran que las veces que la han encontrado, la encuentran feliz, sonriente como si nunca hubiese conocido el dolor de su despedida.

De alguna manera algo que había empezado bien y prometedor se acabo de la nada, se fue haciendo poco a poco nada y no pudiste siquiera imaginar que sus días se hubiesen acabado. Ahora mismo te sientas en la playa esperando que la arena y lo salado que despiden los vientos del mar te ayuden a sanar y remover todo eso de adentro, para ver si entre oleaje y oleaje un poco de la memoria de ella se desvanece pero solo consigues recordar aquellos momentos felices que viviste con ella, todas esas palabras que tanto te escribía con detalle y esmero en sus cartas, todas aquellas fotos en que juntos jugueteaban entre sonrisas y sonrisas, entre oleaje y oleaje, sonrisas y sonrisas, oleaje y sonrisas parecen ser uno solo de los más dulces momentos que se han amargado cual fruta que se enmohece con el tiempo.

Extrañas tenerla para llenar el vacío que se acumula entre tus brazos, el frío que inunda una mejilla que jamás volverán a tocar esos labios, y entre labios y labios ¡Qué cosas tan hermosas te decía y te perjuraba!, entre oleaje y oleaje, sonrisas y sonrisas, labios y labios, y te faltaban sus ojos, ¿Dónde estaban sus ojos?

Cada hora tenerla cerca de tu cuerpo podía hacer que tus humores se calmaran, tenerla cerca cuanta dulzura no te brindo, tenerla así junto a ti y tocándola podías hacer fluir de ella miles de risas; que tan dulce se paseaba su cabello largo entre tus dedos, su cintura hecha a la medida de tus manos, sus pestañas que te provocaban cosquillas cada vez que su rostro se acercaba lo suficiente mientras juntos se sentaban a representar historias fantásticas con la espuma del mar.

Tan solo recordar este placer te hace sentir más desdichado, porque todo esto se fue, se esfumo entre oleaje y oleaje, entre sonrisas y sonrisas, entre sus labios y los tuyos, y… ¿entre sus miradas?, no había nada. Así se hacen las despedidas, sin previo aviso y en un mundo donde todo pareces tenerlo y cuando esto se acaba piensas que realmente no obtuviste lo que importaba.

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