Destinatario

Estas son sólo notas de olvido, recibos injustificados, cartas de silencio y telegramas melancólicos que una mujer de vena negra escribió.

martes, 4 de octubre de 2011

La puerta de verdad


Ella se encontraba sentada a la par de otras personas pero ella a diferencia de los demás no tenía una razón exacta para estar ahí, justo al centro de la plaza un grupo de músicos ejecutaba con singular alegría piezas tribales sin voz, un globero lleno de arrugas por el sol y un sombrero arrugado y ancho pasaba con la gama de colores flotantes, justo cruzando la calle una mujer con un par de rejillas exhibía las nuevas invenciones que traen otras culturas como lo son esos gorritos de animales, a su derecha se alzaba la imponente sombra del teatro y el museo que le encantaba visitar de a diario, adoraba la arquitectura del lugar desde los bellos pisos de mármol gris que en el sitio de la exhibición de la mazmorra de Hidalgo parecía desgastarse con facilidad, mientras que el neoclasicismo se filtraba entre las columnas que sostenían un techo lleno de arcángeles y figuras humanas confluyendo en una masa de ideas y expresiones, pero lo más fascinante del museo era un cuarto que ofrecía a sus visitantes un espacio para escribir sobre las paredes citas o frases, famosas o propias, y entre ellas las que siempre encontraba de su amado, si es que podía decirse suyo.

Aletargada un poco por el calor dejo venir su cabeza hacia las rodillas con los brazos cruzados, anoche tan difícilmente había conseguido dormir esperando su llegada, pensando en el avión, imaginando sus pasos descendiendo por los escalones de un avión que lo conectaría hasta la ciudad, y a veces en vez de imaginar recordaba otras cosas como su sonrisa a través de una mascarilla, con su cofia y su traje quirúrgico, recordaba las veces que estuvo en su sala de cirugía y como él a través del robot, producto del proyecto Da Vinci operaba con exactitud. Más nunca lo vio en persona si no fue a través de un monitor. Un poco más recuperada en si misma alzo sus muletas para levantarse del sitio, dio unos pasos a través de la explanada y rodeo el kiosco que fue escenario de muchos bailarines y músicos y apenas quito la mirada del pavimento lo vio a él sentado en la cafetería que servía un sinfín de mezclas culinarias de café y pastelillos. Se acercó más hasta que el camión que se encontraba de parada le permitiera verlo mejor. Así estuvo a escasos centímetros de atravesar la calle de cantera cuando una chispa de recuerdos la detuvo, siempre se pregunto porque las mujeres solían mirar espacios vacíos, se lo preguntaba porque no sabía sí todas pensarían lo mismo; menciona entre tus labios palabras inteligibles posiblemente susurra las voces acalladas bajo el polvo de los años que se quedaron en su memoria pero tuvieron fiel entierro tanto como para solo ser audibles a la frecuencia que se escucha a los muertos… el silencio.


Empieza a recordar como siempre narró la historia que empezaba así: ¨ un día como cualquier otro saldrías de las paredes de una habitación fría, los ojos del tiempo recuerdan que besaste demasiados labios, te moviste perpetuamente entre tantos brazos, amaste y dejaste amar, pero la historia empieza en la soledad de dos personas que se encuentran en un lugar cualquiera que los dos por alguna razón escogieron sin decírselo ambos y abiertamente, el clímax de la historia se realiza cuando ambos se ven y en sus ojos se prende una llama que tanto tiempo se había congelado posiblemente una llama que tantas veces creíste que habías extinguido completamente; en aquel entonces te convencías fielmente que todo era un completo desastre desde el inicio, lo sabías desde que te admiraba aun por tus errores, lo sabías desde que nunca contestaba su teléfono, lo tenías claro cuando su mirada estaba ausente, cuando su cariño estaba lejos aun con los labios a contrapiel, siempre lo supiste y nunca entendiste porque lo ignorabas, ahora solo te divertías de vez en cuando con las memorias, de esas que surgen cuando vas en el auto y una canción en la radio te recuerda aquellas horas a las dos, tres o cuatro de la madrugada y sabías que él se iría pronto, otras veces te amargabas cuando recordabas todos los problemas y corajes que te hacía, y nada te hacía sentir la piel más erizada cuando descubriste que ese ser que estaba contigo, al parecer… tenía sentimientos, cuando lo escuchaste emocionado al contestarse y cuando lo escuchaste llorar y reclamarte, ambos lloraron tanto porque sabían que era tan irreparable el daño que nunca podrían regresar, quisieran o no, lloraste porque te culminaba la culpa herirlo aunque debías hacerlo, y el lloraba porque sentía el peso de una traición que se repetía en toda la historia de su vida. De cualquier manera los días pasaron, eran personas diferentes, con distintos caminos, alejados completamente por la dictadura del destino y lo cierto es que de los dos, solo uno comprendía porque no se verían más.

Solo uno comprendía porque no se verían más…



Después del clímax de esa historia vendría el supuesto final, donde estarían juntos, donde vivirían felices, donde soñarían con compartir algo que en realidad… pues en realidad… nunca tuvieron, y aquello semejante a tener algo fue un cortejo fúnebre de todas las ilusiones realizadas en torno a ese amor que no estaba sucediendo de verdad, era un insomnio insoportable cada noche entre mensajes y llamadas, entre especulaciones y realidades, entre olvido e indiferencia, entre la almohada y tu rostro empapado, y más que nada entre tu silencio y la mentira.¨

Ella regresa de nuevo a la realidad, su pie derecho que ya había bajado hacia la calle ahora se regresa lentamente y con cautela, como si en medio del bullicio él la oyese a lo lejos y descubriera que la historia se cumplía al pie de la letra, dio media vuelta con todo y muletas, se fue calmada, tal vez una lagrima quería aflorar entre los espacios del parpado y sus pestañas, pero se resistía a brotar; así de orgullosos eran sus sentimientos que no se compartían con nadie tan fácilmente.

Sigue caminando hacia el otro lado de la plaza, pasando el quiosco, hasta los asientos de piedra caliza, detrás de ellos una gran catedral de cantera con enormes cúpulas; entra mientras la puerta de madera solida y derruida le da paso con la amabilidad donde se te recibe sin miramientos, se acercas a la banca más frontal a donde se realizaba la ceremonia; él que ya la había visto cuando se iba, la siguió mas no se acercó por completo a ella. Se arrodilla ante la imagen de un santo del cual no conoce ni su nombre ni su historia pero al verlo se ha identificado con su sufrimiento, cierra sus ojos y hace una oración por su bienestar. Se levanta con la barbilla más alta y sale por la puerta contrapuesta por la que entró. Él no es capaz de dar un paso más. ¿Quizás ya lo entendió?

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