Destinatario

Estas son sólo notas de olvido, recibos injustificados, cartas de silencio y telegramas melancólicos que una mujer de vena negra escribió.

viernes, 15 de octubre de 2010

Al alcanze de una soga

-Respira, respira Lía, oh por favor no, no me hagas esto, ¡porque!, ¿por que hiciste esto?, ¿por que no me lo dijiste?



Con profundo dolor corto la soga que la sostenía y bajo su cuerpo inmóvil. Llamo a emergencias pero ya nada se podía hacer por ella; el reporte medico dispuso la hora de muerte a las 3:00 am, y aunque los doctores diagnosticaron la causa de muerte, era lo que menos le importaba; era la conciencia moral, él no quería saber como murió, ni si quiera que ella ingería metanfetaminas e inmunodepresores desde hace tres meses, no quería saber cuanto tiempo llevaba colgada de la viga; no tenia sentido saberlo por que después de todo, no eran reportes, no eran documentos firmados, nada de eso le devolvería la vida, como tampoco consolarían su perdida. Su querida Amelia no volvería nunca.


-Muy lejos quisiera ir y que nunca me encontraran solo irme, nadie te comprendió y cuando creí haberlo hecho yo, me doy cuenta de que jamás fue así. Al probar tu calor me sentía mejor ¿y es así que te perdí?, y es tarde ya para remediar.


Un tremedal de angustia le había causado presenciar imagen tan espantosa de ver a su querida morir así, y no saber por que, no había carta, no había mensaje alguno, ni si quiera se despidió.


- Como quisiera acompañarte, haberte tenido de frente por siempre, pero ahora solo me perturba el recuerdo de tus ojos, como hubiera querido compartir lo que sentí por ti Amelia, haberte hecho saber lo que pensaba. Y jamás advertí que algo malo iba a pasar, que la tragedia a mi puerta iba a tocar, aunque contigo quiera estar eso no se podrá jamás, ¿como saber donde todo iba a acabar?, si tan solo alguien pudiera entender el duelo en que vivo.


Vacio iba, vacio se sentía, y no encontraba solución a su dolor.


El día del funeral él la vio descender, estaba su cuerpo en el féretro, pensar que desde el día del velorio estaba dormida, tan inmóvil; y sentía una extraña pasividad a su alrededor, veía las flores ya marchitas, muchas rosas blancas, vio el rostro, tan dulce rostro que acaricio alguna vez, aquel vestido blanco de holán y satín que tanto le gustaba verle puesto; y tanta melancolía que abismo su alma al ver la tierra sobre su dama, sobre Amelia. Extrañaría tanto su voz meliflua, tal desesperación que lo sumergía voltear a ver el epígrafe, que con cariño dedico así: “ mi pequeña, mi querida amada Amelia, duerme que nunca serás reemplazada”; tanto que quedaría permeado por los mas oscuros pensamientos de soledad al no detectar que ella no estaba bien, que algo malo le ocurría y cuando se supone que ella contaba con él pareció que no fue así; y como saberlo si la ultima vez que le hablo fue discutiendo por algo que ahora consideraba una estupidez. Quedaría arrebatado por su muerte.


Regreso a casa y palideció intensamente herido al ver aun la cuerda sobre desdichada viga. No resistía verla, fue hasta tres días después que él se acerco con una silla y arranco de ahí la soga; Amelia ahora representaba su felicidad perdida, dicha que ya nadie le podría devolver, invadido por la nostalgia y el pesar, constantemente lo asaltaban debates interiores, tanta era la dificultad de vivir, pero regresaba de ellos por que aun quería saber por que Lía, que así con cariño la llamaba, había tomado sórdida y cruel decisión. Pues como tan solo le quedaba sublime visión del vacio, frecuentemente musitaba para si mismo y reflexionaba si acaso él habría sido el culpable de su muerte.


-Amelia, ¿Amelia quien te ha obligado?, ¿que te ha orillado?; Amelia si fui yo se vehemente con mi alma y no me permitas descansar nunca, oh mi niña Lía.


Pasaban las noches y él la veía en sueños, sueños en los que ella lo miraba a los ojos, opacos ojos de profundo ámbar, y tenían un semblante de culpa, como si hubiese cometido la peor de las faltas; él la veía a su lado como si en realidad ella estuviera junto a él en la cama, acariciaba con amor su cabello color siena, y al querer ceñirla ella tan solo se desvanecía en su sueño. Reía con ironía al despertar pero rápidamente su gesto se volvía sombrío y no lograba averiguar el porque. Tan solo le remordía cuando la bajo y le pareció oír un último estertor, en veces la recordaba, cuando en meses otoñales veía el tremolar de su cabello.


-Amelia pensar que no volveré a verte es un tormento.


Una tarde sentado en el sillón en el que ella solía leer por horas, en medio de estantes de libros, vio algo en el dintel de la ventana, justo donde Amelia solía observar su pérgola que cuidaba con tanto esfuerzo, vio un sobre oculto en una hendidura; el sobre parecía estar casi destruido, tal vez por que el agua que se filtraba lo humedeció por luengo tiempo. Al abrirlo tuvo cuidado de no arruinar lo que decía y leyó lo siguiente:


“Esteban:
No sabes cuanto es que lo lamento pero no puedo seguir, no puedo continuar como si nada hubiera pasado, aquel día que discutimos quise decírtelo desde un principio pero no me lo permití, no podía, yo solo pensé que tal vez era mejor que no lo supieras. Solo quisiera que comprendieras que yo no pude con la culpa, yo no podía seguir mintiéndote, yo solo lo siento y espero que no estés molesto por esto, lo que quería decirte era que… ”


Lamentablemente parte de la carta se había borrado con el agua y no era legible lo que seguía, solo le quedo parte del extracto final de la carta que decía:


“te juro que era mi ultima ilusión y lo peor fue perderlo. Lo siento tanto pero no puedo vivir así. Te amo y siento mucho lo que hice.
Atentamente: Amelia”.


Y eso fue todo, se sintió furico por no poder entender lo ultimo que Amelia le dejo, ahora solo le quedaba empezar por buscar respuestas, ya no toleraba mas incertidumbre.


Días posteriores al encontrar la carta, estaba él revisando las objetos personales de Amelia, ella no tenia familia, así que él tenia que encargarse de ver el destino de sus pertenencias; revisando los cajones de ella encontró ciertamente una receta de inmunodepresores, tal vez conseguiría hablar con el doctor que la había atendido y averiguar que le estaba preocupando.


Esa tarde fue a la cita con el doctor.


-¿Si señor, que se le ofrece?


-Vengo con usted doctor por que quiero preguntarle algo sobre una de sus pacientes.


-Sabe usted señor que me es imposible darle información alguna de mis pacientes, es la ley de confidencialidad médica y solo el paciente puede aprobarlo.


-Pero doctor ella ya no vive, recientemente se quito la vida.


-Bien… escuche señor yo no puedo proporcionarle lo que necesita pero si usted va a los archivos posiblemente le ayuden, dígale a la encargada que va de parte mía.


Esteban fue a los archivos más decidido que nunca a obtener alguna información de Amelia y ciertamente no se iría de ahí hasta no conseguir algo.


-Señorita busco el expediente de Amelia Almenar.


-Lo siento señor el hospital no proporciona el expediente de sus pacientes.


-Vengo de parte del doctor Santiago De Alba.


-Bien señor en un momento le entregare una copia, pero antes firme en la papeleta.


Esteban golpeaba ligeramente la madera con los dedos mientras esperaba, estaba muy apurado por recibir la información.


-Bien señor aquí tiene una copia del expediente.


-Gracias señorita.


-De nada pase un buen día.


Esteban se sentó rápidamente en una de las bancas del hospital, no espero a llegar a casa, él solo quería saber lo que orillo a Amelia a terminar con su vida, y empezó a leer.


“síntomas:
Ansiedad…
Depresión crónica…
Insomnio…
Delirios…
Nota del doctor: debido a su reciente pérdida la paciente no puede volver a concebir hasta no aprobar el tratamiento medico. Se le han recetado a la paciente Amelia Almenar inmunodepresores para contrarrestar la ansiedad y controlar la depresión crónica. También se le ha sido recetado pastillas tranquilizantes para tratar su insomnio y por consecuente acabar con sus delirios.


Tuvo que leerlo dos veces pues no podía creer que así fuera.


-¡Amelia estabas embarazada!, ¿pero como es posible, aborto?, ¿pero perdiste al bebe?, ¿de quien era?, ¿me has engañado o era mío ese bebe?


Por más que Esteban cavilo al respecto salía fuera de su comprensión, había quedado abatido por la noticia y no podía creerlo.


Al llegar a casa se sentó por un largo tiempo en el sillón de la estancia y pensaba y pensaba “¿por qué no me lo dijo?” “yo hubiera dejado que te quedaras con el Amelia, aunque no fuera mío” “Amelia no puedo comprenderte”.


Nuevamente volvió al cuarto de Amelia y siguió revisando sus cajones, mas perturbado que de costumbre, saco varios papeles e hizo un tiradero, pero entre aquel desastre noto uno en particular, un sobre muy característico que le recordaba a aquellos sobres que Amelia le enviaba cuando eran mas jóvenes, lo agarro pensando que seria alguna vieja carta que ella hubiese guardado, y empezó a leer.


“Esteban:
Esteban quiero que me perdones, no sabes cuanto lo lamento, pero ya no resisto la culpa, el doctor me dio tan terrible noticia, acabo de abortar a tu hijo, no se que paso, dijo el doctor que era un descuido mío y lo perdí, espero que me perdones y que no me odies por esto.
Con amor, Amelia”.


Esteban no pudo mas rompió en llanto y desde ese momento quedo signado por el dolor y la soledad no pudo continuar mas con su vida, haberse enterado de aquello le había causado tan hondo dolor que solo se le ocurrió tomar la ultima alternativa; tomo aquella desdichada soga que rodeo hace tiempo el grácil cuello de Amelia, arrastro la silla, subió para ajustar la cuerda a aquella infame viga y a su varonil cuello y dijo:


-Amelia, agonicé por la ausencia de tu persona, pero ahora caigo en el desdén del ánimo por dos, Amelia cuanto que te ame y no lo sabrás jamás…


Esteban no pudo mas, con un rostro pétreo que no dejaba entrever emoción alguna, pateo la silla. “la tristeza lo había consumido”.


“y es que cada quien enfrenta sus pesares como mejor sabe”.

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