Destinatario

Estas son sólo notas de olvido, recibos injustificados, cartas de silencio y telegramas melancólicos que una mujer de vena negra escribió.

viernes, 15 de octubre de 2010

Sueños diluidos

Nota del autor: Les traigo a colación un cuento muy entrañable del año 2009, redacción con la que participe junto a otros compañeros mios en el concurso ¨Don Quijote nos invita a leer¨, fue expuesto de manera inédita en la Preparatoria Federal por Cooperación 2/3 ¨El Chamizal¨, como pequeño dato, este cuento esta basado en su mayoría en la vida real. Los personajes son ficticios así como el final, la primerisíma inspiración fueron canciones de protesta, despues la redacción utilizo fuentes vívidas de los lugares, y por ultimo el estilo para detallar fue en relación con una narrativa crónica-periodística. Sin embargo tengase claro las realidades, tan distintas como son unas de otras, todas tienen sus tristezas que contarse, sus tragedias, por lo que inutilmente se debería decir que para penas cada quien su patria, pero sin excluir a las otras, todas por igual fallan.

(Un archivo más)


Habiendo nacido en un 8 de octubre de 1982, Nareda Camposorio, lamentando el año en que nació, pertenecería a las nuevas generaciones que experimentarían más pobreza de la que ya se vivía en México; dado las elecciones de 1976 en la cual resultó electo por un periodo de 6 años, el calumniado por la gente más pobre, José López Portillo, fue él que hizo que el peso mexicano sufriera una de las peores devaluaciones, y quien en 1982 terminó su periodo presidencial.




Nareda de familia humilde, viviendo en una zona rural, sufría de las limitaciones que suelen padecer las personas de bajos recursos, ya que lo único que servía de sustento era el rancho que llevaba por nombre Montero de Piedad. Ella nació en el poblado de Matehuala; que en aquel entonces era uno de los más empobrecidos por el mal gobierno acaecido durante años, que tan negligente y despilfarrador había dejado honda huella en aquellos pueblos de campesinos; gente de tierra, personas arraigadas a sus raíces y tradiciones; no abarcando a aquellos presidentes que mantuvieron nuestra economía estable y nuestro estado soberano, pero si denigrando la forma en que varias administraciones gubernamentales manejaron al país. Era una provincia que carecía de calles pavimentadas, llena de “harta” tierra endurecida y breñas pedregosas, que se sabía de retrasos en servicios médicos, y era causa de un bajo nivel de esperanza de vida; este poblado como tantos otros en México, tenía como problema la falta de servicios en agua potable; el analfabetismo era algo común ya que lo normal era dedicarle vida y muerte a la tierra, a la herencia del agricultor, un agricultor sabía que cuando muriese este, debía ser enterrado en sus terrenos para llevarse consigo una buena cosecha. Quienes sabían leer y escribir tenían una mayor oportunidad de encontrar un empleo bien remunerado, pero para aquellos hombres de labranza era mero lucimiento, algo que no era necesario, menos aun donde vivían, asi que no ponían mayor empeño a ello. Y es así como se conservaba este lugar ya que jamás fue tocado por las franquicias de Estados Unidos, ni fue atraído por las costumbres de los norteamericanos, como tal era el fenómeno que se daba en las ciudades fronterizas más modernas y capitalistas.




Nareda siempre, desde que fue chica, tenía presente una frase que su mamá le repetía tantas veces que tan solo oír la primera palabra citaba “En esta vida lo único que vale frente a todos – y lo decía con orgullo– es lo que con esfuerzo y buenas intenciones se ha hecho; si no se te reconociera, eso debería carecer de importancia pues, el esfuerzo es una recompensa que se obtiene por si sola con satisfacción”. Y con base a esto Nareda seguía con afán sus labores, y en esta enseñanza baso su vida; por que esta es una verdad que la acompañaría por toda la vida.




Levantándose todos los días al despuntar la alborada, aún en domingos, su padre, Ricardo Camposorio, solía leer el periódico todas las mañanas durante el desayuno, después se dirigía a Montero de Piedad para empezar la faena; siempre fue una persona de aspecto recio, ya sea por la inclemencia de los años ó las preocupaciones que tensaban su vida a diario, jamás se mostro indulgente, por el contrario, no toleraba que en ningún caso se le desobedeciese, ni se le hiciera la más pequeña objeción, era un hombre de aplomo, no temía tomar las decisiones más difíciles, y nunca cejaba de ellas, tan inflexible era al hablar que causaba temor a quien lo escuchaba, y era esa tal vez la razón de que tuviera por esposa a una mujer sumisa; jamás acepto las nuevas ideas que traía la gente proveniente de la ciudad, pues siempre pensó en ellos como parias y embaucadores ó de comportamiento fementido. Su mujer Beatriz Altamirano, era de carácter sensible, no era dominante, y poseía ciertas características que la hacían la mujer más justa; siendo que en Matehuala, el patriarcado era la organización social predominante, las mujeres no tenían injerencia en ninguna decisión, por esto Nareda solo tenía la confianza de hablar con su madre, pero de su padre no podía esperar nada.




Nareda, tenía un hermano llamado Hilario, que murió asfixiado; sucedió aquel aciago día que sus padres no se encontraban, su madre había ido al mercado de pulgas que hacían las señoras de la iglesia a conseguir cobijas para el invierno y su padre había partido hacia Montero de Piedad, Nareda había salido por leche a la tienda para el desayuno; cuando volvió lo halló tirado, su cara y labios estaban azules, en ese momento intento revivirlo, pero dada sus limitaciones intelectuales y la edad que tenía, apenas una niña de primaria, no supo que hacer, intento darle respiración de boca a boca, pero no funcionó; su madre cuando los halló, fueron juntas con el vecino a llamar a una ambulancia de la ciudad pero les fue negado el servicio por que las calles no estaban pavimentadas, el terreno era pedregoso y la lejanía era demasiada. Que insensibilidad más perturbadora que cuando le es negada la ayuda a la gente marginada. Llenas de un tremedal de angustia fueron a conseguir quien los pudiera llevar a un centro medico o cualquier sistema de salud, su vecino, Apolinar Villafañez, les ofreció su ayuda y fueron a llevarlo inmediatamente, ya en la Cruz Roja intentaron revivirlo, pero era demasiado tarde y tuvieron que desconectarlo del respirador. Esta experiencia amarga dejó profunda herida y vacio en Nareda pues su hermano era todo para ella; el funeral era bastante caro, por poco y no le daban santa sepultura, pero amigos y familiares del fallecido se ofrecieron a solventar los gastos y fue enterrado. Por otra parte fue muy duro para su madre, pues por que ningún padre debería enterrar a sus hijos, si no por el contrario son los hijos los que deben enterrar a sus padres. Pero esa situación carecía de interés para el gobierno pues por que al gobierno mexicano no le importaban las instancias que se daban en lugares tan paupérrimos y en eso se quedó, en un mero fallo del sistema de salud, así era Matehuala un lugar donde se criminalizaba la pobreza.




Cierto día su padre, mientras desayunaban, soltó ese periódico que tanta desesperación le daba a Nareda que él leyera, pues ni desayunando dejaba de leerlo.




–El hijo de Apolinar se ha ido del pueblo – volteo a ver a Nareda como si en base a ello la juzgara – él dijo que haría su nueva vida en la ciudad de México, que por que aquí no le quedaban esperanzas de algo mejor y se fugo anoche.




Nareda se sintió presionada por la mirada de su padre, como si temiera que ella hiciera lo mismo, Ricardo prosiguió.




– ¡Ah pero que muchacho! – exclamó –, la vergüenza que ha de estar pasando Apolinar, que estupidez pensar que podría perseguir mejores oportunidades en la ciudad, si todo lo que necesita esta aquí, no me imagino quien se hará cargo de la hacienda de Apolinar cuando él ya no viva, tal vez le de la hacienda a su mejor amigo, Juan Bosco, si ese hubiera sido mi hijo – nuevamente volteo su mirada a Nareda – primero lo mataba antes de que hubiese cometido tal deshonra y tontería. ¡Yo desapruebo que un hijo se largue de la casa que “disque” para hacer su vida, su vida es junto al padre!, ese tal Néstor si que se echo a perder, tal vez lo que le faltó era un buen azote para que enderezara, y se lo dije a Apolinar, ¿pero me oyó?, no hay peor sordo que aquel que no quiere escuchar, pero bueno eso era de esperarse de un muchacho tan vago.




Después de que Ricardo hubiese mencionado esto Nareda fijó su mirada a su madre, quien en ese momento lavaba los trastes, su madre la ignoro a propósito por que deseaba parecer indiferente al comentario de su esposo. Nareda se impresionó mucho de lo que había hecho Néstor, ella conoció a Néstor por parte de su hermano; después de la muerte de Hilario, ellos se hicieron muy unidos, se pasaban a veces días enteros juntos platicando infinidad de cosas, pero tal como suele suceder con adolecentes, la confusión los hizo llegar a ser algo más que amigos; ella amaba sentirse querida, escuchada y acompañada, ambos se amaban tiernamente, pero algo tan bello como es el amor de los jóvenes, termina por ser breve e ilusorio, un simple sentimiento pasajero de dos gotas que comparten la misma hoja, sin saber que pronto precipitaran, así era el cariño de ellos, no duraría por siempre.




En el tipo de sociedad en que vivían, era obligación del hijo seguir los pasos del padre y heredar su oficio pero lo que no entendían aquellas personas, era que los hijos no siempre están dispuestos a seguir lo que sus padres tienen planeado para ellos; y aunque los padres odien mucho la autonomía de sus hijos, es necesario entender que cada uno de ellos tiene pensado ser algo más, y tal vez es mejor dejarlos formar su sendero en lugar de seguir el nuestro. Nareda solo tenia estudios de secundaria, no había preparatorias, mucho menos universidades, su padre le demandaba quedarse en casa y aprender de los quehaceres del hogar, que como mujer era su deber, constantemente le decía que se tendría que acostumbrar, que no persiguiera falsas ilusiones sobre querer estudiar y tener trabajo.




Aquella tarde acompaño a su madre a traer agua del pozo por que el tinaco ya estaba vacio.




– Mamá – dudo unos instantes e inquirió – mamá yo no deseo quedarme aquí, yo no quisiera que todo mi futuro fueran solo platos y ropa, yo espero hacer algo más de mi proyecto de vida.




Beatriz la entendía a la perfección, pues cuando se embarazó de Nareda, tuvo que dejar sus estudios para desposarse con Ricardo, y después de eso su marido ya no le permitió estudiar por que le decía que no iba dejar que su esposa, siendo mujer, desempeñara lo que le corresponde a un hombre como esposo, pues entre hombres, si una mujer casada trabajaba quería decir que el señor de la casa no podía mantener a su familia, y eso era motivo para avergonzarse.




Su madre volteo a ver a Nareda a los ojos y en misma sincronía Nareda hizo lo mismo.




– Hija yo te quiero ayudar para que te puedas ir de aquí, de ninguna manera permitiría que este viejo arruinase tu vida – Nareda se sintió apoyada por primera vez – no quiero que te quedes atrapada y no puedas cumplir tus sueños, así como los míos se vieron acabados.




Nareda en ese momento se lleno de esperanzas y sueños, se imaginaba a si misma estudiando en la prepa con sus compañeros y sus aires de profesionista. Pasaron varias semanas desde aquella tarde de abril antes de que Beatriz decidiera que se iba a hacer, platicaban a escondidas de Ricardo, aprovechaban que él se iba, para hacer llamadas sobre escuelas a Juárez que era la ciudad más cercana, su madre había conseguido que su prima mayor la cuidara, ella la enviaría con dinero suficiente para pagar la inscripción hasta diciembre de ese año, entonces ella iría a visitarlas a Juárez y les daría el dinero para el siguiente semestre, todo ese dinero lo había ahorrado Beatriz desde que empezó a trabajar, tal vez apenas lo suficiente para pagar sus estudios por dos años, finalmente a finales de mayo ya estaba planeado todo.




–Nareda ya esta todo listo, tienes que empacar tus cosas, no olvides los útiles ni tus cuadernos, te iras mañana, te quedaras con tu prima Malena, ella te llevara a inscribirte, me dijo que ya tiene todo listo y que puede darse tiempo para llevarte el primer día, pero el resto tendrás que irte en camión, ella te dirá cual debes de tomar, te recogerá a la salida en su hora de comida, y te dejara en la casa, se ira nuevamente y volverá hasta las 5:00 ¿de acuerdo?




Nareda estaba muy emocionada, no podía dejar de sentir esa sensación de regocijo en su corazón el cual estaba apunto de explotar.




– ¡Si mamá! – daba saltos mientras hablaba – yo obedeceré a mi prima, tendré cuidado, ¡te amo!




Su madre sabía que la exponía a un gran riesgo al dejarla ir sola hasta allá, pero no quería que Ricardo fuera y las persiguiera, era preciso que se quedara. Nareda seguía imaginándose como sería estudiar en una preparatoria, a veces recordaba cuando los profesores hablaban de sus años en la educación medio superior, que con tal alevosía añoraban volver a vivir en vez de recordar, y solo pensar en esto le daba más vuelo a sus alas. Su prima Malena residía en Juárez, trabajaba en una maquiladora, que en aquellos años era el “boom” del trabajo. Ciertamente esta nueva experiencia no se la iba a perder. En la mañana ella espero a que su padre se marchara rumbo al rancho, una vez que ya no vio a Ricardo ni oyó a su caballo prieto en la lejanía, empaco sus cosas y se alisto para irse, su madre le dio el dinero y se prepararon para salir. Beatriz ese día, antes de que se fuera Nareda, tenía pensado ir a empeñar su joyero para conseguir un poco más de dinero para que Nareda pudiera comprar comida para el viaje hasta allá sin gastar el de las colegiaturas, sin embargo cuando se disponían a partir hacia la parada del autobús, recordó el joyero que había olvidado.




– Hija adelántate y espérame en la parada, yo en un momento te alcanzo.




Nareda obedeció y empezó a caminar, pero algo no estaba bien, sentía que algo estaba pasando, una especie de escalofrió recorrió su cuerpo y un pensamiento repentino hizo parar a Nareda y no dar ni un solo paso más, regreso corriendo.




–Tal vez no era nada, tal vez fue un calambre – se decía a sí misma esperando que no pasara nada.




Faltaban pocos metros para llegar a su casa cuando en ese momento oyó fragor de disparos, que retumbaron en los oídos de Nareda, y en la lejanía los oyó resonar aun más. En ese instante se dio cuenta de que el caballo de su padre estaba en la entrada, y adentro oyó la voz de él.




–Estas viejas ya no lo respetan a uno – escucho que se acercaba su padre a la puerta – tal vez todavía alcance a esta vaga.




El miedo la consumió, como un abismo, eso la hizo reaccionar y correr nuevamente hacia la parada, con el alma en llamas, subió al camión y miró hacia atrás, desde ese punto se dio cuenta de que ya no podía regresar, estaba sola. Con profundo dolor vio desaparecer aquellas casas derruidas por el polvo y carcomidas por el tiempo, aquellas casas de adobe; observó aquel camino viejo, que partía en dos al pueblo de Matehuala, desaparecer en una polvareda de olvido sin retorno. En el camión solo cavilaba acerca de lo ocurrido y en su mente la subyugaban las dudas, “¿sería mi padre capaz de matar?, ¿sería posible que mi madre estuviera viva?, ¿qué hubiese pasado si no me hubiera ido en ese momento?, ¿estoy tomando la mejor decisión?”, tanta era la incertidumbre que prefería soslayarse de aquello y ocuparse en pensar en lo que haría al llegar. El camión tardo un día en llegar a Juárez; entre paradas de descanso para comer, ella se limitó a gastar pues sabía que era lo único con lo que ahora contaba; una vez que llegó se dirigió a buscar un camión que la llevara por donde vivía su prima; al llegar busco el numero de la casa 425 de la calle Melchor Ocampo y tocó.




– ¿Es esta la casa de Malena Gonzaga Altamirano? – la muchacha asintió y permitió pasar a Nareda.


–Soy Nareda, prima tuya, mi madre hablo contigo hace poco.


–Si pasa a dejar tus cosas, tengo una habitación para ti.


–Gracias – Malena había preparado todo para la llegada de Nareda, desde la habitación, hasta ciertas cosas, como ropa y material escolar – eres muy amable.


–Le hablare a tu mamá para que sepa que ya estas aquí – en ese momento Nareda empezó a llorar – ¿Nareda que pasa, que tienes?




Nareda le conto todo lo que había pasado hasta su llegada, ambas terminaron sumidas en desconsolados sollozos; paso mucho tiempo en que Malena y Nareda guardaron luto, pasaron así varias semanas, finalmente se decidieron para seguir, Malena le aviso a Nareda que era necesario ir a inscribirla lo antes posible, que mañana irían. Al día siguiente Nareda se arreglo, a pesar de que en ella no cabía la emoción de ir a la preparatoria, aun sentía dolor por lo de su madre; Malena había pedido el día libre para ir y ocuparse de ir a inscribirla, al momento de buscar escuela Nareda se enfoco en alguna que creyera conveniente para lo que pensaba estudiar, ella quería dedicarse a la medicina, había decidido ser doctora, pues la muerte de su hermano a falta de un sistema de salud, la había inspirado para empezar a generar un cambio en zonas como en la que ella vivía. Finalmente llegaron, el atrio de la escuela la hacia sentirse pequeña, era la preparatoria Eulalia Albizúrez, fundada en honor a una monja, santificada, cuya única vocación fue atender a niños de origen pobre con lepra, misma enfermedad que termino con ella. Nareda se inscribió y le fue dada la guía de estudio para el examen de admisión, Nareda se esforzó días estudiando para el examen, afortunadamente y para su alegría aprobó, la noticia le fue enviada en julio, junto con la primera petición de cuota para su ingreso. La escuela era una institución de señoritas, tal vez de las últimas en la ciudad para el año de1997. El uniforme le fue otorgado sin necesidad de mandarlo a hacer con la costurera. El primer día fue todo asombro y gloria infinita, estaba tan emocionada que le temblaban las piernas, al verse con el uniforme puesto y en un salón de clases. Los consiguientes días fueron iguales nada podía quitarle la felicidad de sentirse realizada; se esforzó por conseguir una beca, pues no quería que su prima pagara sus estudios y no estaba para más lograrlo ya que la simple idea de estar en la escuela la hacia esforzarse más, y todo eso se vio fortificado con la beca que finalmente consiguió a la semana y media, y que fue fácil de obtener, pues la trabajadora social conoció el lugar donde vivía Nareda y entendía muy bien su situación por las condiciones en que vivió. Ella se sentía una humilde espectadora ante un escenario tan grande que se desplegaba ante sus ojos, ya no le atormentaba el futuro autoritario que su padre veía reflejado en ella, si no que mejor vería su sueño realizado.




Amaneció por fin el lunes de la tercera semana de agosto, Nareda pasaría otro día más de cursar la preparatoria; ese día pronosticaba ser despejado, y es que, agosto estaba cerca de la temporada de lluvias y vientos fuertes ó como los llamados vientos de “Santa Anna”; había días en que el viento era agradable al menos cuando no estaba lleno de tierra ó lluvia, sería un día tranquilo. Nareda se decidía ir a la escuela temprano pues aun necesitaba que un compañero le explicara unos cálculos de geometría analítica que no pudo hacer. Ella siempre esperaba la parada del autobús frente a un centro del DIF, ese autobús la llevaba a una cuadra de la presidencia de ahí otro camión la recogía y la dejaba frente al monumento a Benito Juárez, lo que era muy conveniente ya que su prima le decía que no debía pasar caminando por el centro por que muchas jovencitas desaparecían ahí. A su mente le llegaron recuerdos del sueño de anoche, en el que ella estaba en el suelo oscuro donde una multitud la rodeaba, recordó tremendo dolor de estomago con el que amaneció. Llego, se sentó en la banca de la segunda parada, a su lado estaba un señora que cargaba varias bolsas de mandado y su hijo a sus faldas, atrás de ellos estaba un puesto de frutas de nombre “Don Pascual”, a la izquierda un señor que vendía cigarros y periódico en el cruce, y en la esquina a contracalle, una mujer y sus hijas que pedían limosna a los conductores durante la luz de parada, a Nareda todo le parecía extraño y nuevo en la ciudad pues no estaba acostumbrada a ver la nueva naturaleza humana que la rodeaba, ella lo llamaba instintos citadinos.




A lo lejos se hizo un gran escándalo que Nareda advirtió e ignoro por creerlo común, sin darse cuenta el escándalo se hizo más fuerte y más cercano a ella, se levanto de la banca a observar el alboroto, casualmente fue la única que lo hizo, la madre y su hijo se pararon detrás del puesto de frutas “Don Pascual”, el señor que vendía cigarros desapareció del cruce, y la madre y sus hijas se esfumaron de la esquina; se acerco a la banqueta, justo en ese instante pasaron a toda velocidad dos trocas pick-up de reciente modelo, ambas negras y de vidrios polarizados, la que iba atrás de la primer troca no tenia placas y disparaba con frenesí sin importar el hecho de que la policía pudiera observarlos, tal vez por que sabían que la policía no haría nada, tampoco les preocupo que hubiera gente transitando en la avenida, cada una con igual probabilidad de salir herida. Cuando se habían alejado Nareda estaba hincada en el suelo cubriendo su cabeza con ambas manos, pero algo resultó mal, en ese momento Nareda sintió pesado su cuerpo y su vista casi nublada, comenzó a sentir una horrible punzada en el estomago, presiono sus manos contra el y las sintió mojadas, fue en ese instante que la vieron escupir sangre, y cayo; corrieron a socorrerla la señora de las bolsas y el señor que vendía periódico y cigarros, llamaron a emergencias pero nada se pudo hacer por ella, la bala la había perforado. Ella no supo lo que la mató. Al día siguiente el periódico nacional publico el incidente y lo llamo una nueva era de violencia, la noticia se dio a conocer junto con la foto de Nareda para que alguien la pudiera reconocer. Su cuerpo se envió a la SEMEFO donde yacen muchas victimas más del mismo acto de violencia; tal como solía hacer el Sr. Ricardo Camposorio, esa mañana como era su costumbre de leer el matutino, se enteró de la dolosa muerte de su hija.

“La violencia hace tiempo nos agobia y el gobierno no hace si no decir palabras huecas”.

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