Destinatario

Estas son sólo notas de olvido, recibos injustificados, cartas de silencio y telegramas melancólicos que una mujer de vena negra escribió.

viernes, 15 de octubre de 2010

Joven de vida prosaica


A lo lejos la vi, la joven de vida prosaica, vida inteligente a mi parecer; rompiendo cualquier desencanto ajeno y propio, abriendo fisuras y creando istmos en la mente humana cuya imagen seguramente ya has visto, la que con cadenciosa cadera va surcando espacios entre el silencio del cemento y cual cementera figura pacta en ti su mano suave y su mirada tenaz. 

Yo un dia la vi, caminando veloz o corriendo despacio, dejando a todos atrás incluso aquellos que fueran sus recuerdos; iba empacada con un simple morral, con la simpleza de recogerse hábil y llanamente el cabello, yo apenas la había conocido hace solo algunos días y poco después jamás la volví a ver, solo por eso creo que ella se asemejaría a un cometa que solo se ve cada cierto tiempo y después ya no.

Aunque la hayas visto, te puedo asegurar con certeza, ella ya desapareció.  ¿Quién es ella? ¿Cómo saber qué es ella? es un cuerpo con inercia y tiempo, siempre cambiante en cualquier noción de su existir, aquella que has visto de blanco, sin maquillaje, con unos anteojos que nunca son los mismos pero para todos serán los que siempre ha tenido y usado. Es extraño como solo ella puede ver con diferentes cristalinos y que otros siempre la vean igual al apreciarla de lejos y como todo cambia cuando tu perspectiva se percata con acercarse a su par que es algo diferente de todas; ella es mariposa tal cual, la buscas y se aleja, no la estas buscando y ya la tienes cerca, sigue siendo curioso para mí.

Ayer cruzó velozmente mi lateral, cruzó bifurcando el viento con su figura y apenas tocando el piso con sus suelas, iba consternada, apurada, siempre solitaria, siempre en su claustro viejo, roído y amarillo que eran sus libros; su forma de ser siempre la llevó a considerar que necesitaba buscar la compañía de otras personas por su simpleza o su interés en los libros pero jamás logro encontrar la fórmula para las relaciones, simplemente a ella no se le daban, y las pocas que poseía temía perderlas algún día, así mismo era mala administrando su tiempo, su dinero y su computadora, pero como si fuera diametralmente opuesta ella era tan metódica y analítica que a los ojos de cualquiera era una paradoja.

Ayer me atreví a detenerla entre sus prisas, pronto una de sus falanges me piso con lividez y volteándose de pronto un disculpa me dio, la sostuve del brazo y enseguida se acerco a mí, ya había atrapado a mi mariposa coloreada, extrañada con el ceño fruncido de sus pensamientos recientes me pregunto:

-¿Pasa algo? ¿Necesitas alguna cosa?- puso atentos sus ojos a mi respuesta, como cualquier oyente que medio escucha o escucha analizando las cosas muy por afuera.

-No, nada solo que te vi demasiado apurada y quise relajarte un poco- Relajo su mirada en seguida y me dio su sonrisa, ya no la volvía a perder.

-¡Ah!- me dijo entre risas- Pues no me ayuda de mucho, tengo que ir al anfiteatro. Además no he estudiado, comido o dormido desde el sábado. He descuidado muchas cosas, no me detengas, me voy, ojalá si en un tiempo nos vemos, salgamos a platicar. -  Seguido de eso ella se soltó y se esfumo tan rápido que apenas había recapacitado su respuesta.

Al momento de soltarse sus delgadas muñecas atravesaron mis manos cual fibrillas. Para el siguiente minuto ya no quedaba nada de ella. Sin embargo entendía todo lo que le pasaba, ella no era del estado, se quedaba en un apartamento viejo que se encontraba a cinco minutos a pie, apenas tenía dinero trabajando como hacía en la biblioteca bajo el amparo de todos los estudiantes que hacían fila para imprimir o fotocopiar archivos.

Pasaron los años y solo oía de ella historias tristemente vagas y buenas noticias, su nombre en alguno que otro artículo o libro, su foto en gacetas de revistas medicas, algún comentario que dejaba en la red social; cuyos mensajes siempre eran un enigma y jamás descifré a quien los dirigía, y cuando me sonaban más dirigidos a mí acto seguido le preguntaba pero ella solía decirme para todo que no tenía por qué preocuparme, o que no había relación con nadie en sus palabras, claro que no era creíble su explicación o al menos nunca lo quise creer.

Me siguieron años y momentos pero hay uno que nunca olvide de ella, fue una obra de arte, una foto instantánea de un espacio en el tiempo que no volvería a capturar. Y lo describiré con tanto detalle cómo me ha inspirado hacerlo:

Aquel día en realidad estaba al límite de mis obligaciones, estudios atrasados, ponencias, una ruina en organización temporo-efica-estudio, una horrible trampa que me puse por dormir; atravesaba los edificios buscando el siguiente salón, y pase cerca de la cafetería, por un momento iba a paso de punta porque ni el talón tocaba el suelo y algo me pareció ver, me regresé tres carros atrás y ahí estaba ella. El albor nacarado de aquella mañana le daba a ella la histriónica figura de una ninfa del amanecer, tan calmada y fresca, totalmente transparente era el roció de rosas de sus mejillas. Su cabello estaba recogido, una costumbre ya hecha por las reglas de laboratorio, sus manos estaban sobre un libro pero ella no lo leía, sus pie derecho cruzaba por sobre el izquierdo de sus tenis blancos; ella miraba fijamente a un extremo lejano, no sé si observaba el incidente de un profesor que había derramado su café o por sobre él, el cielo extrañamente turquesa con bordes ambarinos, tal vez no miraba nada y solo viajaba dentro de su mente, estaba quieta calmada y se mordía los labios insistentemente al menos por lo que observe en 10 minutos que estuve parado ahí. No hizo nada durante ese corto tiempo; estaba embelesado por ella, por esos labios que cuando se juntaban podían dibujar la silueta en colorete de una orquídea, besos de flor, la querida rosa mía, nunca la vi sin lentes, nunca me dejó quitárselos, y cuando le preguntaba por qué su única y firme respuesta era ¨porque no¨. Me encamine hacia ella, pero estando a 16 pasos, miro su reloj y de nuevo emprendió la fuga, ¿me habrá visto?

Esa fue la última vez que la vi, desde entonces reviso siempre este baúl de memorias y recuerdo que la vi, tan fina, cristalina, mi querida orquídea y mariposa.



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