Destinatario

Estas son sólo notas de olvido, recibos injustificados, cartas de silencio y telegramas melancólicos que una mujer de vena negra escribió.

viernes, 15 de octubre de 2010

Anastomosis de los Recuerdos



Ahora que si están en mí los agravios olvidados, lejos allá los dejé por años y hoy en la soledad, cual emboscada, con los fusiles en las manos han venido a tocar a mi puerta derruida y derrotada por el tiempo. Bajo la noche de agosto permanecí horas frente a tan nefasto edificio, bajo un cumulo de nubes sin rostro, informes y petrificantes. Recordé con singular decadencia si logré acaso, encasillar en olvido toda mi existencia y ahora que me encuentro sola e ingrávida, lejos de los que cuido, lejos de los que temo, lejos de aquellos a los que ayudo y desconozco, muy por allá, me he quedado sola, rodeándome de gente, ganándome caras, recordando rostros.  Allá por donde ando ya me han clasificado, insertado y relacionado con los miles de huesos que yacen en fosas, una especie de anastomosis irreal, un espejismo circundante que hoy me atrapó en mi condición de ermitaña, viajando a diferentes reinos.

Hoy bajo los cítisos, un fantasma se acercó y muy cerca de él una multitud de seres errantes; en mi antiguo libro de los sueños elucubrados durante las noches más tormentosas de mi vida los veía pero ahora como debilidad mía han regresado de la muerte.  Intenté encontrar escudos, encontrar paredes y puertas todas para evitarlos y ahora me han alcanzado recordándome que nunca los olvidé, que nunca pude; y ahora que ponen sus cuerpos fríos y lívidos, sus manos en mi pecho haciendo de este corazón un frio mortuorio vitral de su venganza.

Hoy me amanecí en las ruinas de una biblioteca construida con los cuerpos de estos seres errantes que una vez conocí como amigos;  protegida, escondida en mi guarida si me atrevo a pronunciar que por hoy se perdió en el tiempo y dejó de ser una noción y se ocultó en un simple nombre... viento... era viento de mis memorias  que ya no entendía, aunado a eso ya no entendía el sentido de nada, ni la esperanza ni la tristeza del mañana. Hoy me detuve de escudriñar en libros, toqué mi cabello bruno y marchito, abalancé mis dedos fríos sobre mis ojos gastados, ellos se perdieron en illo tempore, un tiempo que no pude nunca descubrir hasta que me encontré en esta condición de recordar tantas cosas, entonces solté todo, solté mi aliento, mi alma, y presumiblemente hasta mi condición de ser; claro que no podría decir que fui algo, caminé largo tiempo pero mi tramo jamás se terminó, jamás fui un ser completo...

En este mi camino que era estrecho, frio, nebuloso, y ninguna luz se abismaba surgía  atrás la imagen de un bazar; un libro y un café me enviaban de nuevo al presente, salvándome de estas garras hechas aluvión sobre mis memorias, ellas me hacían creer que caí en la rutina y la continuidad común del espacio-tiempo, sin embargo no regresé más por esas ideas terribles, no quería conformarme con esa realidad.
Me metí en una subalterna alucinación, me quite el lujo de vivir del pasado y ahora venía a ajustar cuentas con los resultados obtenidos en el presente, no tuve que pagar más que con la propia mente real, y pagué, porque se rebeló ante mi todo los males cometidos, todos los bienes que dejaron en las personas mi rostro y mi sutil malicia, todos los que supieron que quise ser algo; los que saben quién soy son pocos o nulos, y los que creen que algo fui, no lo sé pero ninguna de las tres se aplican. El tornasol culminó toda fibra nerviosa y aterrice de nuevo en el espacio en que originalmente me encontraba, una hora me  había tomado el viaje de un milenio de vidas transcurridas por esta llama vital, un milenio transcurrió desde aquel día en que morí pero, una hora me devolvió a vivir y por ende una hora de soledad transformó la vida en realidad; vivir pudiendo ser capaz de ver y captar cosas que muchos no ven porque están en aquel mundo que continua espacio-tiempo lineal fuera de los ojos curiosos, esto hace que pocos puedan acceder a las grutas de la esencia de las cosas.

Hoy estuve en el bazar con un libro de Alejandro Dumas en mi bolsón, un café frío y mi mente in situ que a otro tiempo viajó y otra realidad aprendió, ese tiempo que no dependió de la realidad, de la materia ni de la idea. Resulta indescriptible y poco entendible aun para mí lo que he revelado, confío en aquellos que lo puedan ver y comprender que perderse tanto tiempo a veces no nos hace regresar, nos vuelve otros, unos seres extraños para nosotros mismos  y a veces solo recuperamos de la tumba de nuestras memorias esencias de un más allá ajeno a nuestra capacidad para recordar, no se trata de un tema espiritual, ni fantasmal, nada relacionado con el alma, si no, una esencia vital. Heme aquí o heme allá, estuve en la anastomosis de recuerdos.

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